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—Claro. No me cobró una clase más y yo me quedaba la plata que le
mandaba mi vieja.
Juani lo miró detenidamente.
—Es que sos muy hermoso —le dijo, después de un rato—. Tenés algo,
además, que es irresistible. Creo que podrías hacer calentar a una piedra.
Facundo apoyó una mano sobre la rodilla de Juani y lo acarició con sus
dedos largos.
—¿A vos también te gusto?
Juani se puso tenso y miró para un costado tratando de evitar la mirada
gris de Facundo.
—Sos mi amigo —dijo—. Además, siempre que me acosté con tipos fue
por plata.
Facundo no le sacaba los ojos de encima.
—¿Y?
—¿Qué?
—Si te gusto.
—No siempre.
—¿Y ahora?
—Ahora sí.
—¿Mucho?
Juani buscó los ojos de Facundo y sintió cómo un enorme calor le subía
desde el estómago.
—Mucho —dijo.
Facundo sonrió con tristeza y lo besó en los labios; pero Juani lo apartó
un poco.
—No tenés que acostarte conmigo.
—No iba a hacerlo.
—Ya sé —dijo Juani, y lo abrazó—. Debe ser difícil poder conseguir
todo y no querer nada.
Facundo no dijo una palabra, pero no pudo evitar morderse los labios
con violencia.
—¿Viste que no soy tan estúpido, Facun?
—Nunca pensé que fueras estúpido.
—¿No? La mayoría de la gente sí. En realidad, prefiero ser un poco
tarado. Es más fácil. No me gusta amargarme.
—A mí tampoco... Es que no puedo evitarlo.
—Qué mal.