03.08.2022 Views

Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

Libro de autoayuda

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Se lo habrán levantado antes de que llegaras —Juani sacudió la

cabeza y sonrió—. Qué alivio. Si caigo en cana de nuevo, quedo guardado

—y gritó—: Ya va, nene.

Bajó corriendo para abrir la puerta y dejó pasar a Agustín, un chico de

quince años, altísimo, de cabello por los hombros.

—Pasá, la concha de tu madre —dijo Juani—. Y la próxima vez hacé el

favor de tirar una tosca por la ventana o gritar quién carajo sos antes de

golpear, porque nos asustamos, imbécil. ¿Te lo expliqué o no?

—Bueno —dijo el chico, cansado, subiendo las escaleras. Se detuvo

cuando vio a Facundo dedicándole una larga mirada.

—Vos debés ser Facundo —dijo.

—Así es —murmuró él—. La leyenda viviente.

—Sos tan lindo como dice la Diabla —dijo el chico, mientras se metía

por una puerta.

Juani volvió a sentarse y encendió otro cigarrillo.

—Este pendejo es insoportable. Además, hay que cuidarlo, no le importa

nada, es repollo. Pero la Diabla no está en condiciones de cuidar a nadie,

yo no puedo y a Joaco le chupa un huevo. Cómo se nota que falta Lautaro,

es impresionante.

Facundo se quedó callado. Juani siguió:

—Ésa sí que era una época tranquila. El pendejo este va a terminar en

cualquiera. No sé por qué hace la calle. En realidad, tampoco sé por qué la

hago yo. Digo, no tengo una historia familiar dramática o algo así. Me

gusta esta vida.

—Yo no tenía idea de que iba a terminar en esto —dijo Facundo—, Pero

una vez, a los trece años, más o menos, mi vieja me mandó a un profesor

particular porque yo era un nabo para las matemáticas. Y el tipo un día me

tocó por debajo de la mesa, excitadísimo. Ahí mismo supe lo que tenía que

hacer, que podía dominar a ese tipo y a cualquier otra persona que me

mirara así. Me dejé hacer, ¿sabés?, y no sentí nada, nada. No hablo de

placer, sino de cosas más... importantes. Carajo, tenía trece años, podría

haberme molestado o repugnado o confundido o me podría haber re—

gustado. Pero no: indiferencia total. Ni siquiera me sorprendió; de algún

modo, me lo esperaba. Creo que no sentir nada me dolió muchísimo, más

que si el tipo me hubiera violado o algo así. Muchísimo más.

—¿Lo volviste a ver?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!