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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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mojó la cara, para despertarse.

—No tengo nada para levantar, lo lamento, vos quisiste pastillas.

Facundo se sentó en la mesada y dijo:

—Ya se me va a pasar el efecto. No hay nada que me tranquilice mucho.

—Van a salir, ¿verdad?

—Sí. ¿Querés venir?

Mauri se quedó serio.

—Te miento si digo que no. Pero me da un poco de impresión todavía.

Más adelante, a lo mejor. Además, mi hermana me mata si voy con

ustedes.

Facundo se bajó de la mesada despacio al oír la llamada de Carolina.

Cuando pasó junto a Mauri, le puso una mano en el hombro.

—Cuídate —dijo.

—Cuídate vos —dijo Mauri, y volvió a poner en el estante el vaso que

Facundo había dejado en la pileta.

Juani y Joaco estaban parados en la esquina cuando Carolina y Facundo

se bajaron del taxi. No habían hablado en todo el camino; Facundo dejaba

que los cigarrillos se le consumieran hasta el filtro entre los dedos:

Carolina tuvo que sacárselos un par de veces para que no se quemara.

Cuando llegaron a la esquina, Facundo se había despertado un poco,

gracias al viento que le daba en la cara.

—Cómo va —les dijo a los chicos.

—Mala noche, Facun. Pasó la Palera, pero sólo te quiere a vos.

—Esta noche no —dijo Facundo—. Ella es Carolina.

Juani la besó despreocupadamente; después le dedicó una larga mirada y

sonrió apenas. Agarró a Facundo del hombro y dijo:

—La Diabla está como una cabra. Parece que tuvo un rollo con un

pendejo que lo tiene enamorado y anda por ahí tirado, borracho como una

cuba. En fin.

—Está insoportable —intervino Joaco, sacándose un mechón oscuro de

los ojos.

—Bueno, igual voy a entrar —dijo Facundo, y agarró a Carolina de la

mano—, ¿Se quedan acá?

—No hay más remedio —dijo Juani.

Carolina se sintió mal cuando entró en el boliche. Recordaba demasiado

bien el lugar, la pequeña pista, el escenario vacío, las mesas desperdigadas

y las paredes descascaradas pintadas de rojo sangre. Se mordió los labios y

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