03.08.2022 Views

Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

Libro de autoayuda

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

y sonrió amargamente. Recordó que la Diabla le había dicho una vez que

su belleza era tan enorme que no estaba hecha para durar: «Sos como las

mariposas», decía. Facundo pensó que las palabras de la Diabla eran

horriblemente cursis, pero horriblemente ciertas.

—¿Me decís la hora? —le preguntó a un mozo de traje blanco

manchado y raído que pasaba llevando un café con medialunas.

—Las siete —le contestaron, y Facundo se quedó pensando un instante.

Necesitaba plata; el Pelado no había sido del todo generoso esta vez.

Dejó el café a medio tomar y se acercó al teléfono, no para llamar, sino

para abrir la guía que estaba al costado. Pidió una lapicera y se anotó la

dirección de Armendáriz en el dorso de la mano.

—Hola —dijo una chica de ojos marrones y cabello oscuro atado en una

cola de caballo. Tenía puesto un uniforme de colegio privado, pollerita

tableada por sobre las rodillas y el rostro apenas maquillado.

—¿La casa de Luis Armendáriz? —preguntó Facundo, y soportó con

resignación el leve mutismo de la chica, que lo recorría lentamente con

los ojos, sonriendo turbada. ¿Viste qué bueno que estoy?, pensó Facundo.

Bueno, andá, llamalo a papi, que hace mucho que no me coge y no tengo

un cobre.

—Sí, sí —dijo la chica—. Pasá. Justo se está por ir a trabajar.

—Quería agarrarlo antes —dijo Facundo, ensayando su mejor cara de

urbanidad, con un falso entusiasmo en la voz— Soy un compañero de

trabajo y quería charlar unas cosas antes de ir a la oficina.

—Ah, bueno, ya lo llamo.

Facundo le sonrió radiante. Sabía que su parlamento era bastante

increíble; sobre todo, porque a cualquiera le resultaría inverosímil que un

chico de pelo larguísimo y ajustados pantalones de corderoy marrones

trabajara en una empresa. Pero la chica se lo había creído. Bien tragado, se

dijo Facundo.

—Sentate —le dijo la chica, y Facundo eligió uno de los mullidos

sillones pensando en lo bueno que sería dormir un rato ahí. Miró a su

alrededor, husmeando en el aire el aroma a tostadas que salía de la cocina.

Todo es tan cómodo, pensó, y tan estándar. Terrible. Los portarretratos

baratos de la feliz familia, los cuadritos naif tan estúpidos. Se reclinó en el

sillón y bostezó. Armendáriz salió en ese momento de la cocina, recién

afeitado y haciéndose el nudo de la corbata.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!