03.08.2022 Views

Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

Libro de autoayuda

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¿Él también te quiere?

Narval suspiró.

—No. Sí. No sé. A veces... a veces... no sé. Viste cómo es Facundo. Pero

no importa porque yo sí lo quiero. No te enojes con él: no tiene la culpa.

—Sí que tiene la culpa. Es un manipulador. Todo el mundo se enamora

de él, seduce a todos, es insoportable.

—Pero no lo hace a propósito.

—Sí que lo hace a propósito.

—Decís eso porque estás rayada, estás celosa. No es así y no creo que a

él le guste que pase eso.

—¡Qué no le va a gustar! Le encanta.

Narval empezó a caminar llevando a Carolina abrazada.

—No hables más de Facundo. No quiero discutir.

Carolina lloraba de nuevo y Narval la abrazó más fuerte, puteando en

voz baja. Pasaron de nuevo por la puerta del bar, pero ninguno de los dos

miró por la ventana. Narval la llevó arrastrando hasta su casa, tratando de

meterse por las calles más iluminadas. Le latía la cabeza furiosamente,

como si el corazón se le hubiera metido dentro del cerebro. Los oídos le

zumbaban tanto que sentía que iba a perder el equilibrio; apenas sentía a

Carolina, que se apretaba contra él: las manos le temblaban cada vez más

violentamente y empezó a sentir miedo. Por un instante temió que no

fuera a Carolina a la que abrazaba, sino a Ella, horrible y mórbida, con sus

uñas largas.

—Esperá un poco —Narval se detuvo y apartó a Carolina suavemente.

Apoyó la cabeza contra la pared y luchó contra las náuseas. Vio que

Carolina movía los labios, pero no pudo saber qué le decía.

Cuando volvió a abrazarla, dijo:

—Vamos, no es nada —y caminó con la mente en blanco hasta su casa.

Carolina subió las escaleras delante de él. Había dejado de llorar.

—¿Te pasa algo?

Narval se apretó la cabeza con las manos. No podía seguir subiendo las

escaleras, pero tampoco podía mirar atrás. Presentía a Ella y los Otros

demasiado cerca. Desde uno de los departamentos vecinos que daban al

patio llegó la voz de alguien chillando que no lo dejaban dormir. Otras

luces se encendieron como apoyando al primer vecino. Alguien tiró una

botella de vino al patio y un bebé comenzó a llorar a los gritos. Una

enérgica puteada resonó y después un portazo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!