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levemente; después se acercó a un grupito de gente que tomaba cerveza
apoyada en la barra y, al rato, desapareció con un chico en el baño.
Facundo pidió un whisky y se sentó a una de las mesas, esperando.
Unos minutos después, salió del baño el chico que había acompañado a
Narval y, haciéndoles una seña a sus amigos para que lo siguieran, se
fueron de Malicia. Narval apareció después en la mesa de Facundo,
sonriente.
—Una papela y dos baguyos —dijo, orgullosamente—. Cincuenta pesos.
—Buenísimo —dijo Facundo, y, metiendo la cabeza por debajo de la
mesa, tomó un saque con el filtro de un Parliament. Rechinó los dientes y
se mordió los labios dormidos.
—Val —dijo entonces—, acaba de llegar Carolina.
Narval se dio vuelta para mirar y vio a Carolina, sonriente, con unos
ajustados shorts de jean y una musculosa blanca. La llamó con un gesto de
la mano y Carolina se le sentó en las rodillas. Narval deslizó con cuidado
la papela en la mano de ella, que sonrió con los ojos brillantes. Sin decir
palabra, Carolina se levantó y caminó tambaleante hasta el baño, tirando
una silla a su paso.
—Está borracha —dijo Facundo.
—Es muy linda —dijo Narval.
—Sí.
—Le prometí que esta noche íbamos a estar juntos.
—Está bien —Facundo encendió un cigarrillo y tosió doblándose en dos
cuando la cocaína empezó a deslizarse por su garganta—. Pero antes vendé
algo más.
—Si vos no hacés nada esta noche, puedo decirle que...
—Siempre tengo algo que hacer—lo interrumpió Facundo—, Cumplí tu
promesa —y, apoyando los codos sobre la mesa, besó a Narval.
—Facundo, no seas malo. Se lo prometí.
—Andate con ella, Val, ¿quién te lo impide?
—Nadie. Pero, si me besás, sabés perfectamente que sólo querría estar
con vos.
Facundo lo miró a los ojos un buen rato. Nunca se sonrojaba cuando le
decían algo así: no tenía ningún tipo de humildad cuando lo halagaban.
—Bueno —dijo, y llamó a la moza para pedir otro whisky—. Ahí vuelve
Caro...
—...dura como rulo de estatua —completó Narval, riendo entre dientes.