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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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18

Facundo tocó decididamente el timbre de la casa del Negro y le dijo en

voz baja a Narval:

—No me va a pegar, Val. El atraso no fue tan grande. Y somos dos

contra uno, en el peor de los casos.

—¿Traés toda la plata?

Narval se había olvidado de pagarle al Negro hasta ese momento y

Facundo había decidido terminar con la historia de una vez por todas,

sacándole la plata del bolsillo a su amigo, que, milagrosamente, no la

había gastado.

El ruido de llaves los interrumpió. Con los pantalones desprendidos y

boquiabierto, el Negro miró a Facundo y después a Narval.

—¿Qué carajo hacés acá? Con él está todo de fiesta —dijo, señalando a

Narval con la cabeza—, pero con vos, putita, está todo mal. Muy mal.

—Negro —dijo Facundo tranquilamente, con las manos en los bolsillos

—, no bardees. Venimos a hablar de negocios. Me colgué y estuve mal,

discúlpame. Pero traigo tu guita y además quiero hacer una historia.

—Dame la guita, pero ninguna historia. No quiero saber más nada con

vos.

Narval intervino, poniéndole una mano en el hombro al Negro:

—Es la primera vez que pasa. Y la última, Negro. Aflojá.

El Negro aflojó. A regañadientes los hizo pasar a su pequeña cocina,

poniendo cara de asco cuando Narval sentó a Facundo sobre sus rodillas y

le dio un furtivo beso en el cuello. Después de un rato, terminó aceptando

la propuesta de Facundo: tres palos por cincuenta gramos de porro y una

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