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Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

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asiento, mirando fijo por la ventanilla, hasta encontrar la esquina donde

probablemente estaría Facundo si nadie se lo había levantado todavía, cosa

que para Narval resultaba poco probable. Bajó del colectivo en marcha,

volvió a resbalarse y caer, esta vez dándose la rodilla contra el cordón.

Rengueando, se levantó el cuello de la campera y por un momento una

idea lo dejó paralizado: por qué no estaba yendo para la casa de Facundo

en vez de buscarlo en la esquina; con semejante lluvia, era más probable

que estuviera adentro que en la calle. Corrió un poco y, aliviado, vio a

Facundo parado bajo el toldo de un negocio, con otros dos chicos,

fumando, vestido de negro.

Facundo había visto venir a Narval; cuando lo tuvo cerca, tiró el

cigarrillo y le dijo:

—Un palo todo completo, setenta el polvo, cincuenta la mamada y lo

mismo si me la querés chupar. No hago...

—Basta, Facundo —dijo Narval, agitado por la carrera y rascándose

desesperadamente la cabeza—. Basta.

—¿Qué querés, entonces? ¿Levantar algo? ¿No tenés plata? No creo que

tengas suerte con esa barba y esa pinta de reviente.

Juani se acercó, sonriendo, con sus enormes ojos azules.

—¿Uno nuevo, Facun? —preguntó.

Facundo rio.

—Por ahora no; es un amigo, nomás.

—Qué aburrido —dijo Juani—. Siempre somos los mismos.

Facundo agarró del brazo a Narval, que se estaba empapado, y lo puso

debajo del toldo. En ese momento paró un auto. Narval quiso de tener a su

amigo, pero Facundo se desprendió violentamente de su brazo, sin

mirarlo. Habló unos minutos con el tipo que manejaba y se volvió hacia

Juani.

—Dice que soy caro el guacho. Andá vos, quiere un completo y paga

hasta ochenta. Está un poco caliente porque no quise rebajar, pero, bueno,

no necesito tanto la plata. Puedo esperar.

—Gracias —dijo Juani— Odio que siempre te elijan primero a vos.

El auto se perdió con Juani bajo la lluvia. Joaco, el chico de rasgos

aindiados, bostezó en silencio.

—Narval, si no querés que nadie te levante, andate de acá —dijo

Facundo.

—Con vos —dijo Narval—. Para eso vine.

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