03.08.2022 Views

Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

Libro de autoayuda

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—El tipo al que le compro merca me regaló un poco.

—Con razón. Es porro de ricos.—Te traje algo más —dijo Armendáriz,

y abrió su portafolio. Sacó un libro envuelto en papel de regalo que

Facundo destrozó enseguida al desenvolverlo y tiró al piso lleno de cosas.

Todavía no se había resuelto a ordenar su departamento.

—Guau —dijo—. Shelley, ¿cómo sabías que me gusta?

—Miré la biblioteca y tenías unos libros de él. Este te faltaba.

—Qué bueno. Gracias, Luisito —dijo Facundo—. ¿Esto es a manera de

pago por el polvo de recién?

—No, es un regalo.

—Qué bueno porque ando corto de guita. —Facundo dejó el libro a su

lado, después de hojearlo, y dijo—: Luis, es raro fumar con un tipo sin

pantalones y con camisa y corbata. Y zapatos —empezó a reírse con los

ojos enrojecidos—. ¿Por qué nunca te sacás los zapatos hasta el final?

—No sé —dijo Armendáriz, y Facundo siguió riéndose. Armendáriz

sonrió. Se estaba acostumbrando a la risa de Facundo, que al principio le

había desagradado porque no era especialmente alegre, sino más bien seca

y hasta forzada en apariencia.

—Estoy re—loco. Qué bárbaro —dijo Facundo, y Armendáriz lo besó

sonoramente en la boca.

—Qué lindo es verte así, contento.

—Ay, Luis —dijo Facundo—, No estoy para nada contento.

—¿Qué te pasa?

—Nada importante, pavadas —Facundo suspiró—. Es que me aburro.

Antes me divertía tanto...

—¿Antes, cuándo?

Facundo suspiró y dijo:

—La primera época de la calle no, porque siempre me cagaban a palos.

Hay tipos que se ponen... no sabés. Y minas también. A mí me pega

cualquiera, igual. Por ahí impresiono por mi tamaño, pero, cuando vamos

a los bifes, siempre pierdo. No tengo fuerza. Te contaba: al principio no

era divertido; pero, cuando conseguí que alguien me cuidara, qué buena

estuvo esa época. Era emocionante. Había que huir de la cana, contar la

guita cuando terminaba la noche, qué sé yo. Igual, siempre aparecía

alguno que te rompía el culo. Pero pintaban tipos increíbles. Eduardo, por

ejemplo, ése me bancaba fuerte, era un viejo dandy, un «petitero», según

él, muy loco. Se vestía como en la década del cuarenta, tenía un montón de

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!