03.08.2022 Views

Bajar es lo peor - Mariana Enriquez

Libro de autoayuda

Libro de autoayuda

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Por eso estabas enamorado de él, porque nunca te dio bola.

—Yo no dije eso y estás portándote definitivamente como un imbécil, y

con algo que me duele mucho más de lo que te podés imaginar —dijo

Facundo, enfurecido, y tomó a Narval de un hombro con fuerza,

zamarreándolo—. ¿Qué querés saber? ¿Que con él pasé lo mejor de todo

en mi vida? ¿Que siempre estuvo ahí, aguantándome? ¿Que era capaz de

quedarse días al lado de mi cama si me enfermaba o algún tipo me hacía

algo? ¿Que ya no soy el mismo desde que él no está?

Facundo soltó a Narval y se tiró sobre los almohadones. La furia parecía

habérsele pasado de pronto.

—No sé —susurró—. Yo no estaba solo entonces.

Después de un rato dijo, sin abrir los ojos:

—Val, te sangra la pera.

—Ya sé —dijo Narval—, ¿Por qué no me hablaste de esto antes?

—Porque me duele, pedazo de estúpido. No es ningún secreto. Estás

celoso.

Facundo encendió un cigarrillo y se metió en la cocina; Narval lo siguió

con la mirada: tenía una rara sensación en la boca del estómago, como si

estuviera a punto de llorar o de tener un ataque de furia.

—Supongo que esto cambia las cosas —dijo.

Facundo se asomó. Tenía los ojos húmedos y se había acomodado el

pelo detrás de las orejas.

—No. Sólo que fue estúpido. No tengo tantos secretos con vos. Claro

que hay cosas que no te digo, pero uno jamás cuenta todo. No tenés más

que preguntarme, en serio —dijo, y volvió a meterse en la cocina.

Narval se quedó donde estaba, pasándose la mano por el pelo. De pronto,

como si un relámpago hubiera iluminado su cerebro, se dio cuenta de qué

era lo que le molestaba y, furioso, entró en la cocina. Facundo estaba

preparándose un café y la pava silbaba bajito sobre la hornalla. Lo agarró

de la nuca con fuerza, hasta clavarle las uñas.

—Me dejaste encerrado a propósito —gritó—. Lo hiciste porque sabías

que yo iba a revisar. No te hagas el inocente, quisiste probarme —empujó

a Facundo contra la pared y gritó—: Vamos, decilo.

—Hay un par de llaves colgadas en el lugar de siempre —dijo Facundo

lentamente, conteniéndose—. Creo que ya estuviste acá suficientes

oportunidades como para saber dónde las pongo. Podés ir a ver, si querés.

Las llaves que me llevé están en el living.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!