Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
—Yo también. Me gustaría tanto ser un estúpido...—No sé si un
estúpido. Por lo menos, un inconsciente.
—Yo no nací para esto —dijo Facundo, con una media sonrisa—. Nací
para ser una puta hermosa, para estrella de Hollywood, no para andar
amargándome la existencia.
Narval se rio y después se abrazó más fuerte a las rodillas de Facundo.
Sin mirarlo, susurró:
—¿Vas a escucharme?
Facundo no le contestó, pero respiró hondo.
—Bueno —dijo Narval—, Da igual. ¿Sabés?, me estoy creando
situaciones y perdí totalmente; quiero decir, está fuera de mi control
darme cuenta de que yo me las invento y supuestamente puedo
manejarlas. Son como alucinaciones. Incluso, de vez en cuando, tengo
ganas de que vengan... Me olvido de que soy yo el que las provoca.
Parecen de verdad, que suceden, que son ajenas a mí. Mirá cómo será que
hasta dudo de que me imagine todo. No puede ser de otra manera, pero
concretamente no sé. ¿Entendés algo de lo que te digo?
—Dejame contarte una cosa. De chico, yo no tenía amigos. No era
tímido: era huraño, la gente no me interesaba. Y me inventaba
compañeros imaginarios, como amigos invisibles y eso, pero a lo bruto.
No quería estar con nadie más que con ellos. ¿Sabías que soy hijo único?
Bueno, mi mamá me traía nenitos para jugar, pero yo los echaba
enseguida. Me pasaba horas encerrado, hablando solo, jugando solo. Mis
«amiguitos» me ayudaban a dormir también porque tenía unas pesadillas
horrorosas. Las tengo todavía, pero nada que ver. Cuando era pendejo,
gritaba, me enloquecía, eran más vividas. Hasta que llegó un momento en
que decidí parar. No podía seguir viviendo así. Fue un enorme esfuerzo
dejar a esos fantasmas y no volver a llamarlos para ahuyentar el miedo. En
un momento, hasta los veía, tan reales se me habían hecho. Pero tenía que
parar. Y paré.
—Lo mío es distinto —dijo Narval.
—Nadie dice que no sea distinto. Te conté algo, nada más. No fue para
comparar.
Pero Narval siguió hablando; no había escuchado a Facundo.
—Es distinto porque vos buscabas a esos fantasmas, vamos a decirles
así; yo no. Ellos vinieron a mí. Yo no puedo saber si son reales. Yo no
puedo echarlos. Y quiero estar con Ellos. No todo el tiempo, porque les