2022-07-29 Ella vino a pensar esta noche
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Ella vino a pensar esta noche
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Raúl Ariel Victoriano
Este cuento pertenece al libro Escarcha cuyo cuadro
de catalogación es el siguiente:
Victoriano, Raúl Ariel
Escarcha / Raúl A. Victoriano. 1a ed.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Autores de Argentina, 2018.
150p.; 20 x 14 cm
ISBN 978-987-761-450-3
1.Narrativa Argentina. 2. Cuentos I. Título.
CDD A863
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina.
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el permiso previo por escrito, del autor.
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Ella vino a pensar esta noche
A Liliana:
Por ser la esencia, el origen y el sostén de todas las
palabras.
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Raúl Ariel Victoriano
Ella vino a pensar esta noche
Por suerte esta patria magnífica es una dama en plenitud
siempre dispuesta a extender su mano a los
expulsados de las delicias del mundo, a los que tienen
vedada la fiesta de la vida y llegan a sus orillas
con los sueños húmedos en la mano.
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Ella vino a pensar esta noche
Mi fealdad me lleva a esconderme de las luces del
día. Desde hace centurias vivo en las catacumbas
construidas por los soldados, en una red de túneles
que se conectan como venas subterráneas.
Llevo máscara y sombrero en esta noche clara. El
cielo estrellado permite este mínimo disfraz para
ocultarme.
Vengo hasta el espigón de pescadores a mirar cómo
se refleja la luna en el agua, cómo conversan olas y
gaviotas antes del amanecer. Hay veleros dormidos
que se hamacan en los embarcaderos, río arriba. Las
chatas areneras se deslizan en las sombras como cocodrilos
de ojos encendidos, bajando hacia el
puerto, por los canales abiertos en el cauce que se
derrama con paciencia.
Soy la historia de mi patria. En el corazón llevo las
circunstancias felices. Las deformidades del cuerpo
muestran el padecimiento de las desgracias. Mi extraña
cabeza está modelada, capa tras capa de piel,
por la angustia de los sucesos salvajes, de los acontecimientos
aciagos. Tengo arrugas, heridas, tajos,
secuelas de las luchas del pueblo dividido, manchas
de mucha sangre derramada, y una brecha profunda,
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Raúl Ariel Victoriano
enorme, la cual siempre ha separado a los hombres
que han habitado este suelo.
Estas luchas intestinas me han convertido en un
monstruo y prefiero esconderme en el afecto de la
penumbra, en esta noche de dolorosas confidencias.
He visto hombres y mujeres feroces, enloquecidos,
extraviados, tratando de imponer al resto el mejor
destino. Y he observado a la multitud silenciosa mirar
espantada las atrocidades cometidas, velando la
estatua de la verdad, magnífica y nívea en medio de
los jardines.
He conocido próceres ruines y héroes iluminados,
matanzas, genocidios, cabezas ensartadas en picas
tenebrosas, cuerpos desollados, el olor picante de la
pólvora, la sangre en los cuchillos, fusilamientos, el
horror de las torturas, persecuciones, desaparecidos,
discursos, llantos, mazmorras, todo lo guardo
en la memoria. Lo he visto todo.
Y el dolor sigue en mi vientre. Percibo viento de
odio por debajo de las nubes, veo rejas que se cierran
bajo los aplausos. Y aunque hay fiestas, guitarras
y canciones, y niños que nacen, mujeres que
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Ella vino a pensar esta noche
sonríen, también hay ancianos que mueren por desidia.
Y el miedo, otra vez el miedo, sopla en las
calles y en las copas de los árboles.
Los pobladores de este suelo no han ido por el
mundo librando batallas. No. Se han matado aquí,
entre ellos. Las balas, los alambres, la intolerancia,
han avanzado por el cauce de los arroyos, los valles
y montañas del territorio, en forma de masacres y
ciudades muertas, arrasadas.
No puedo salir así, con el rostro sombrío, a mostrar
el horrible aspecto a los que me miran desde otros
países. Porque aquí también hay flores, árboles y
pájaros de colores. Hay sencillez y paz en los parques
cuando el otoño apacigua todo. Los niños recogen
castañas, se trepan a los troncos de los nogales,
los fresnos verdes dan sombra fresca en los veranos.
Y miles de amantes, cuando cae la tarde, se
regalan besos furtivos en los umbrales de cada
puerta cerrada.
He venido a oír la música nocturna del río. Pesan
sobre mi espalda tantas hogueras, cárceles, cruces y
cementerios. Quiero disipar los oscuros presagios
que noto allí, suspendidos, sobre el follaje de las
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Raúl Ariel Victoriano
plantas. Deseo pergaminos de paz, voces pacientes,
esperanza.
Porque también el orgullo es un brillo que llevo en
mi pupila.
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Ella vino a pensar esta noche
Raúl Ariel Victoriano nació en la ciudad de Lanús,
provincia de Buenos Aires, Argentina.
Ha obtenido diversos premios en concursos literarios
y algunos de sus trabajos han sido incluidos en
antologías y revistas de distintos países de habla
hispana.
Ha publicado los libros: El sonido de la tristeza,
Páginas barrocas, Escarcha, Cielo rojo, La rotación
de las cosas, Azul profundo y Fotos viejas.
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Raúl Ariel Victoriano
Una imagen abstracta se acerca a los márgenes de
Buenos Aires a evocar, a dejarse llevar por los dictados
de su memoria. Se trata de una figura de mujer.
Es nada menos que la encarnación de La Historia
Argentina. Ha dejado por un rato los signos escritos
en los libros, y sin fechas ni nombres, apela a
la lírica expresando sus emociones encendidas bajo
la gama de oscuridades de la noche.
Y en este vertedero de pensamientos recuerda los
crueles procesos de colonización de los pueblos originarios;
la rotura de lazos y posterior emancipación
del centro de poder de ultramar; las épicas
disputas intestinas entre caudillos; las defensas heroicas
ante las invasiones de la corona británica; el
laborioso aglutinamiento federal en nación independiente
y autónoma; las dictaduras abominables;
el escarnio de las proscripciones.
Gracias a la magia de la narrativa, es posible dejar
hablar a esta dama como si se tratase de un alma
dolorida, animada por el rumor acogedor de la orilla
del río, a realizar un repaso de las alegrías y sufrimientos
padecidos a lo largo de los siglos, en un
rapto por poner a salvo el orgullo: el valor de mayor
peso para todos nosotros y el único permitido en el
injusto haber de los más humildes de la patria.
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