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REVISTA TRADUCIENDO KUIR

TKUIR es una publicación de Outburst Americas como parte del proyecto Traduciendo Kuir, realizado con apoyo del Digital Collaboration Fund - British Council Revista TKuir Texto: Liliana Viola Imagen de portada: Transälien Imagen de contraportada: Ali Prando Traducción: Stephanie Reist, Mariana Costa, Lucas Sampaio Costa Souza y Natalia Mallo Identidad Visual TKuir: Leandro Ibarra Diseño gráfico: Bia Lombardi - Marca Viva Equipo TKuir Natalia Mallo / Risco: Co-realizadora, coordinadora editorial, productora ejecutiva Ruth McCarthy / Outburst: Co-realizadora Lisa Kerner / FAQ: Co-realizador Violeta Uman / FAQ: Co-realizadora Adylem de Agosto: Asistente de producción, coordinadora de comunicación Provocadores: Vir Cano, Maoíliosia Scott, Fran Cus, Ali Prando, Raphael Khouri, Marlene Wayar, Transälien, Dominic Montague, Lolo y Lauti. Artkitektes: Ronaldo Serruya y Analia Couceiro Consultores Accesibilidad: Quiplash

TKUIR es una publicación de Outburst Americas como parte del proyecto Traduciendo Kuir, realizado con apoyo del Digital Collaboration Fund - British Council

Revista TKuir
Texto: Liliana Viola
Imagen de portada: Transälien
Imagen de contraportada: Ali Prando
Traducción: Stephanie Reist, Mariana Costa, Lucas Sampaio Costa Souza y Natalia Mallo Identidad Visual TKuir: Leandro Ibarra
Diseño gráfico: Bia Lombardi - Marca Viva

Equipo TKuir
Natalia Mallo / Risco: Co-realizadora, coordinadora editorial, productora ejecutiva Ruth McCarthy / Outburst: Co-realizadora
Lisa Kerner / FAQ: Co-realizador
Violeta Uman / FAQ: Co-realizadora
Adylem de Agosto: Asistente de producción, coordinadora de comunicación
Provocadores: Vir Cano, Maoíliosia Scott, Fran Cus, Ali Prando, Raphael Khouri, Marlene Wayar, Transälien, Dominic Montague, Lolo y Lauti.
Artkitektes: Ronaldo Serruya y Analia Couceiro
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TKUIR

TRADUCIENDO

KUIR


2


Outburst, FAQ Festival de

Arte Queer y Risco Festival

presentan

TKUIR

TRADUCIENDO

KUIR

Un proyecto de colaboración entre los festivales OUTBURST (Irlanda del Norte) FAQ - Festival de

Arte Queer (Argentina) y RISCO (Brasil). Con el apoyo del DIGITAL COLLABORATION FUND del

British Council, los festivales se unieron en un proyecto de investigación, reflexión y creación

sobre los diferentes procesos de traducción involucrados en la producción y circulación del arte

Kuir / Queer: Traducción lingüística, cultural y digital. El proyecto ofreció una serie de talleres

realizada con la colaboración de artistes, pensadores, activistes y especialistes en accesibilidad.

La investigación enfocó la traducción lingüística (terminologías, lenguajes hegemónicos,

procesos interpretativos), la traducción cultural (desafíos y potencialidades para expresar

experiencias y cosmologías singulares) y la traducción digital (entendiendo el medio digital

como un lenguaje que requiere procesos de transcreación a propuestas artísticas y políticas).

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TKUIR es una publicación de Outburst Americas como parte del proyecto Traduciendo Kuir,

realizado con apoyo del Digital Collaboration Fund - British Council

Revista TKuir

Texto: Liliana Viola

Imagen de portada: Transälien

Imagen de contraportada: Ali Prando

Traducción: Stephanie Reist, Mariana Costa, Lucas Sampaio Costa Souza y Natalia Mallo

Identidad Visual TKuir: Leandro Ibarra

Diseño gráfico: Bia Lombardi - Marca Viva

Equipo TKuir

Natalia Mallo / Risco: Co-realizadora, coordinadora editorial, productora ejecutiva

Ruth McCarthy / Outburst: Co-realizadora

Lisa Kerner / FAQ: Co-realizador

Violeta Uman / FAQ: Co-realizadora

Adylem de Agosto: Asistente de producción, coordinadora de comunicación

Provocadores: Vir Cano, Maoíliosia Scott, Fran Cus, Ali Prando, Raphael Khouri, Marlene Wayar,

Transälien, Dominic Montague, Lolo y Lauti.

Artkitektes: Ronaldo Serruya y Analia Couceiro

Consultores Accesibilidad: Quiplash

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TRADUCIR PRESENCIAS,

PALABRAS Y CULTURAS:

A LA BÚSQUEDA DE UN

CONCEPTO IMPAR

Por Liliana Viola

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Durante el mes de agosto de 2021 se llevaron a cabo 3 encuentros online bajo el título

TRADUCIENDO KUIR, organizados por 3 festivales con sede en 3 países: FAQ (Argentina), Risco

(Brasil) y OUTBURST (Irlanda del Norte).

En cada encuentro 3 provocadores invitades reflexionaron sobre 3 ejes: TRADUCIR PALABRAS

(Cus Cus, Vir Cano, Maoilíosa Scott) TRADUCIR CULTURA (Ali Prando, Marlene Wayar, Raphael

Kouri) TRADUCIR PRESENCIAS (Transalien, Lolo y Lauti, Dominic Montague).

¿La insistencia del número 3 será mera casualidad, o marca de una búsqueda por fuera del

binario obligatorio, del bien y del mal, de lo verdadero y lo falso?

Aquí, siguiendo ese número impar: algunas impresiones sobre 1) lo que se dijo 2) lo que se

alcanzó a escuchar 3) lo que está por ser dicho.

VIDEOS DE LOS TALLERES

PALABRAS

CULTURA

PRESENCIA

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1. LA CORDIALIDAD

COMO TERRITORIO

Asombrará que el primer concepto elegido en esta crónica de los hechos y de los dichos que se

sucedieron durante los encuentros “Traduciendo Kuir”, sea la cordialidad. Un término en desuso

que se rescata del olvido muy cada tanto, y, generalmente, en ocasión de cometer una ironía.

La cordialidad es un gesto vintage. Al menos en la Argentina - lugar desde donde escriboel

término ya pertenece al archivo del siglo pasado donde han ido quedando las palabras

permitidas, las ominosas por incorrectas, o aquellas en las que ya no se puede confiar. El

“trato cordial” pertenece, por ejemplo, a una batería de las buenas maneras y, lo que es peor,

de consejos útiles emitidos por el área de autoayuda empresarial, dirigidos a conservar las

buenas maneras para conservar al cliente que “siempre tiene razón”, aunque la razón no sea

complacerlo sino mantenerlo cautivo. Justamente por esta relación estrecha con una ética

capitalista de segunda, de la cordialidad ya no se habla, y mucho menos en un contexto de

crítica cultural, de arte, de activismo.

Pero ocurre que, de pronto, en estos encuentros a los que asisto con el cometido de producir

un registro más acá y más allá del material que quedará registrado tal cual fue dicho con su

condición de “pura verdad” o de “verdad en bruto” que el dispositivo digital nos provee, el

sentido de “la cordialidad” regresa con su etimología intacta e imprecisa: ¡de corazón!

Los latidos no se traducen

Y en este punto justamente reside la originalidad del caso: la cordialidad en estos tres

encuentros ha aparecido ya no como un recurso de venta sino como condición de posibilidad:

porque si estamos en países diferentes, si hemos vivido experiencias que se parecen pero no

son etiquetables, si tenemos una posición tomada frente al arte y su relación con el activismo

que no necesariamente coincide con las de les otres ni con lo que pensaremos dentro de unos

días, el punto de encuentro no puede ser un territorio, ni una nación, ni siquiera un idioma.

¡Tampoco alcanza con una palabra instalada en el diccionario o en las jergas locales!

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Lo primero que impacta de “Traduciendo Kuir” es el modo en que se produce la circulación de

los discursos, completamente fuera de la norma a la que nos tiene acostumbradas la temática

queer: ni las maneras de la academia, ni las del confesionario, ni las de la asamblea.

¿Cuáles son las maneras de la cordialidad? Las intervenciones, aunque responden al género

de la “exposición”, implican siempre un diálogo, una conversación imaginaria con les otres.

Comienzan todas in media res (en plena acción). Van a contar algo de sus trabajos, de sus vidas

o van a reflexionar sobre una palabra precisa. Y aunque es evidente que les participantes no se

conocen entre sí, hablan con la confianza de que digan lo que digan y como lo digan, van a ser

decodificades. No se necesita poner en contexto porque, el contexto es justamente lo que se

comparte. Tiene algo de otros tiempos el encuentro a pesar de que se produce entre pantallas

de computadora, más próximo a ese tiempo imaginado de las tertulias, donde se escucha con

la convicción de que algo interesante aparecerá de un momento a otro. Sin prisa. Y que, si no

resuena en el momento, resonará después. En este sentido, la cordialidad en la escucha y en

el relato de las experiencias parece ser una respuesta tácita a la imposición e impostura de la

velocidad y de las soluciones express.

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Este ejercicio viene a sugerir que algo ha cambiado o por lo pronto, que se vuelve necesario

un corrimiento, ya entrado el siglo XXI. Estos festivales parecen estar buscando el punto de

encuentro en un contexto de odio que ha aprendido a camuflarse y que hoy es capaz de celebrar

bodas gays y usar pronombres neutros a la perfección. Recordaremos que en tiempos nada

remotos, el punto de encuentro de las disidencias era la injuria, la herida en común, la expulsión

como destino que describió largamente Didier Eribon en La cuestión gay. El punto de encuentro

era, a su vez, la experiencia del closet que incluye un secreto obligado y aglutinador, un secreto

a voces. La salida traumática, violenta de ese closet de la heterosexualidad obligatoria cristal

que tan bien describió Eve Kosofsky Sedgwic, ha sido la gran sala de estar (¿malestar?) donde

se gestaban reflexiones, reacciones y nuevos lenguajes. El punto de encuentro era ese closet de

cristal construido desde el exterior de las familias, las amistades y las instituciones guardianas

de que mantener en ese “hacer como si no” lo que todos saben y volviendo el peligro de ser

descubiertos como un límite existencial.

Las referencias a este territorio común aparecen en casi todas las intervenciones. Pero el closet

ha quedado en la prehistoria de cada une y de una comunidad y eso tiene su marca diferencial

en estos encuentros. Tal vez en esta arqueología de la oscuridad y ya no su llaga, se encuentren

las condiciones de posibilidad de las expresiones artísticas del presente. Porque si bien no

podemos hablar de que la persecución tan asesina como simbólica haya quedado en el pasado

como una etapa atroz pero superada, sabemos que los avances reales en las mentalidades y en

las prácticas, gracias a las luchas feministas, anti raciales, activismos disidentes y, así como

también fruto de las engañosas bondades de la tolerancia, han provocado un cambio. Es otro el

contexto, aun en espacios donde la violencia sigue matando, las perspectivas, los marcos legales

se van modificando y por ende, los posibles puntos de confluencias y de luchas, también. En

este contexto, uno de los grandes impulsos creativos y políticos del ciclo “Traduciendo Kuir” es,

por fuera de los relatos que describen esa injuria, el ejercicio de la cordialidad como plataforma

de producción de saberes.

Entonces, ¿qué quiere decir aquí y ahora, lo que siguiendo el rumbo que propone este laboratorio

de pensamientos llamaremos una Kordialidad Kuir?

Ni cortesía, ni buena

educación, ni buenas maneras.

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Mucho menos el ocultamiento de las resistencias, de la insurgencia o, por decirlo con conceptos

de difícil traducción: sin dejar a un lado las luchas por la “visibilidad lésbica”, la “furia trava” ni

tampoco el “orgullo gay”. (Traduzca cada quien lea estas páginas estos conceptos que parecen

incompatibles, aunque complementarios dentro de una historia común). Sin dejar de lado estas

históricas y genuinas alianzas, pero sin someternos al etiquetado en el que corren el riesgo

de convertirse. Esta cordialidad, a su vez, lleva el signo de una negación a lo Bartleby: No lo

queremos traducir, no lo queremos reducir. Hay un riesgo con esta postura, y aquí está el desafío.

Volverse completamente ininteligibles y como tales ser considerados menos humanos. ¿No es

acaso de ese mismo lugar desde donde venimos? La propuesta general de las intervenciones

parece ser no olvidar esos orígenes comunes, rehabitarlos, transitarlos con estas nuevas luces

y herramientas del presente y recoger de allí mismo los materiales de trabajo.

Un arte capaz de recorrer con otros

ojos el campo del dolor.

¿Y entonces? ¿Qué es KUIR KORDIAL? Resulta muy difícil de explicar un concepto que late y

que a la vez representa un lazo invisible.

Lolo y Lauti

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2. LA HOSTILIDAD

TIENE CUERPO SOCIAL

Busquemos ahora, en el otro extremo de la cordialidad, su reverso, y aparecerá “la hostilidad”.

He aquí otra palabra borrada del elenco oficial contemporáneo, probablemente en este caso,

porque resulta demasiado leve comparada con otros términos más contundentes (violencias,

bullying, crimen de odio, discriminación, abusos, violación) que circulan en los discursos de

las militancias y, desde hace un tiempo también, en los medios de comunicación progresistas

y no tanto.

Pero la hostilidad es mucho más que un gesto vintage e inofensivo en comparación con el

disparo a quemarropa o la persecución orquestada desde el mismo Estado. La “hostilidad”

está en la plataforma de todas esas palabras. Se diría que sin existir hostilidad, no habría

posibilidad para las otras. La hostilidad consiste en la negativa categórica a aceptar una

evidencia. La hostilidad no es una cuestión de malas maneras, es el enemigo mayor de la

verdad. Porque, “más que reconsiderar la propia opinión, un individuo hostil se empeña en

convencer y en forzar al mundo para ajustarlo a su manera de pensar, sin importar el coste o

el esfuerzo.” Un mundo ortopédico para una marcha dirigida hacia un punto único, es el mundo

construido desde la hostilidad.

En el extremo opuesto a la paciencia de la escucha, opuesto sobre todo a la curiosidad, la

hostilidad propone un pensamiento único y por fuera de todas las verdades. Y entonces aquí

es cuando en TRADUCIENDO KUIR aparece la circulación de un saber específico con una gran

capacidad de multiplicarse.

Nueve invitades a dar un aporte al problema de la traducción en sus diferentes espacios, les

provocadores hablan desde un saber “privilegiado” sobre esa hostilidad. La hayan sufrido o no

personalmente, saben de un modo único sus formas, sus lenguajes, sus estrategias de necedad.

Y de algún modo este saber compartido es revelador. Ya no como lágrima, tampoco como

revuelta, ni como orgullo, sino como materia prima. Punto de partida para el acontecimiento

artístico. Desde Argentina, por ejemplo, Lolo y Lauti analizan el lugar del sentido del humor ya

no como una virtud de “reírse de o reírse con” sino como una posibilidad de adoptar un punto

de vista completamente corrido de la perspectiva heteronormada. Marlene Wayar desenvuelve

lo que ella misma llama una teoría trans latinoamericana.

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Marlene Wayar

Cada relato va dejando al descubierto hasta qué punto, este saber compartido y vivido en

cada cuerpo se ha vuelto parte de las prácticas artísticas. El tono de la conversación se

mantiene concentrado en aquello que no se puede traducir, en contar una historia que bordea

la palabra única.

Desde Brasil, enunciado como “el país que mata la mayor cantidad de travestis en el mundo”,

Transalien historiza su experiencia como quien canta una nueva canción: “Cuando era joven no

tenía autoestima, siempre apurada con miedo, pero nunca fue una opción pasar inadvertida. No

tenemos derecho a ser invisibles… me miran por la calle, pero ahora soy yo la que los miro. La

única libertad que tenemos es elegir en qué prisión nos encerramos, eso traen las categorías,

términos que limitan la experiencia.”

Una pregunta insoslayable: ¿Es gratis la cordialidad? Tomando nota de que el proyecto ha

recibido un apoyo económico, que se ha podido llevar a cabo en medio de la pandemia gracias

a una perfecta conexión de internet, y que cada intervención se hizo bajo el amparo y el confort

de un techo seguro, se podría concluir que resulta relativamente sencillo prodigar cordialidad

cuando nuestras vidas se encuentran protegidas, y nuestra posibilidad de reflexionar, sostenida

con algo más que el dinero básico para sobrevivir. Y es cierto. Y no es menor. Pero esto no

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Transälien

hace más que reafirmar la necesidad de aquel cuarto propio que se viene reclamando desde

el feminismo desde hace más de un siglo. No sólo para la mujer (o feminidades) en un sentido

de individuo postergado, sino para lograr una producción en comunidad. ¿Se puede ser kuir en

zonas poco privilegiadas del mundo sin un rescate internacional? Provocadora desde Argentina,

Vir Cano, agrega a esta cuestión el dato elemental de que

“las traducciones no son

reversibles, no podemos negar

hasta qué punto el inglés se

impone en los mercados

académicos, políticos

y hasta artísticos.”

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Vir Cano

La advertencia va más allá: ¿hasta qué punto el pensamiento, se produzca donde se produzca,

irremediablemente se vuelve anglosajón? Y a su vez: ¿hasta qué punto nuestros propios relatos

no tienen ya una marca de traducción formateada por la escucha? El desde afuera nos traduce

antes de que abramos la boca, va armando una rutina aceptable y digerible de cómo se deben

narrar las experiencias diversas. No es casual que el relato del closet o el de la peripecia travesti

desde la expulsión del hogar pasando por la vivencia carcelaria y de prostitución resulta mucho

más esperable que cualquier relato que se desvíe o que saltee esos pasos de dolor admitidos

por la escucha.

“Cuando utilizo la lengua irlandesa me siento más segure, siento que puedo ser más yo misme”

afirma le provocadore Maoilíosa Scott. Aquí se abre la ventana al tema de las lenguas borradas,

reprimidas, como es el caso del irlandés, que bajo el debido al colonialismo británico le fue

negada su entidad institucional. La hostilidad ante una lengua es espejo de una hostilidad hacia

ciertos cuerpos y hacia ciertas formas de construir vínculos y familias. “No hay disponible

material queer en irlandés prácticamente, yo escribo en ambas lenguas, pero lo más lindo de lo

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que hago está escrito en irlandés donde, por ejemplo, los pronombres son mucho más suaves,

menos dolorosos. Pero lo cierto es que, en las escuelas nacionales bajo la ocupación británica,

se enseñaba inglés y no se permitió el uso del irlandés, podías hablarlo en familia, claro, pero

inglés era el idioma para ganarse la vida.”

Maoilíosa Scott

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La pregunta va creciendo a medida que los discursos de les provocadores se ponen en relación

unos con otros. Y entonces la cuestión toma su dimensión concreta y política: ¿Puede construirse

un campo cordial por fuera de las exigencias de una agenda impuesta siempre desde los

mercados y las tolerancias de turno si entre nosotres mismos proliferan las discusiones sobre

el mismo concepto de quiénes somos, qué deseamos, ¿qué queremos ser en el marco de esta

humanidad? ¿Es posible elegir? ¿Hasta qué punto?

Por lo pronto, la experiencia de TRADUCIENDO KUIR nos permite

ensayar una respuesta transitoria: solo una razón conversación

cordial, sostenida por la vivencia del sufrimiento, impulsada por la

búsqueda de amor y de felicidad, asombrada por el absurdo de la

injusticia, tiene fuerza suficiente como para desentrañar la lógica o

su falta de lógica, que corre por las venas de este misterioso ámbito.

Allá vamos.

3. ZONA DE RIESGO

Las teorías sobre la traducción y, sobre todo, la advertencia sobre sus límites y sus resoluciones

engañosas, llevan siglos. Se diría que comienza cuando el acto de “hablar por otro para otros”

se manifiesta como un acto fundamental en la lucha de poderes. ¿Quién dijo qué? Y para

empezar por arriba: ¿Qué dijo Dios?

Con la traducción del antiguo testamento al idioma alemán por Martín Lutero y otros teólogos,

quedan sentados los pilares de este Imperio del sentido. Ante el peligro de la interpretación

libre, se hace imprescindible, más que descifrar: clausurar y decidir. La colonización en América

latina es otro vasto ejemplo de esta evangelización de saberes y de prácticas. Más allá del lema

más popular que iguala al traductor con el traidor, es preciso admitir, que en la traducción

también corre sangre. El texto de Lutero que sirve como fundamento a la Reforma protestante,

se convierte en una de las más contundentes herejías dentro de la iglesia católica y mucho más

allá. La protesta, la expulsión, la lucha, son tres componentes que vuelven una y otra vez en las

reflexiones de les provocadores: “Traducción es vehículo y es un arma…. En contextos donde

se nos exige la velocidad vale preguntarnos, qué sería una traducción lenta, discapacitada, más

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Fran Cus

allá de la condición física…. (Fran Cus)

Otro gran obstáculo: la distancia. ¿Es posible traducir un texto de griego antiguo cuando

todo ese mundo sostenido por esa lengua ha desaparecido? La distancia entre los cuerpos, la

distancia entre territorios y, en definitiva, la distancia que construye la hostilidad, son realidades

que ponen en evidencia los problemas que implica el acto de la traducción. Aún, y mucho más,

cuando el intento sea el de traducirse a une misme.

La mirada panorámica

En los manuales más básicos sobre traducción aparece la advertencia sobre la necesidad de

una mirada amplia capaz de ir más allá del “palabra por palabra” e incluso capaz de sobrevolar

el miedo a cometer el error: “para traducir un texto no basta conocer las palabras, hay que

conocer además las cosas a las que hacen relación. Hay que conocer por lo tanto el idioma y la

cultura, es decir, la vida, la civilización, la etnografía del pueblo que se sirve de este medio de

expresión.” Y a su vez: “cabe esperar del traductor una transformación legítima del original, del

mismo modo que del autor exigimos una expresión artística y a la vez legítima de la realidad.

Para ello el traductor tendrá que buscar aquellos sistemas comunicativos comunes a ambos

idiomas con los que se puedan intercambiar idénticas informaciones.” Aquí podríamos agregar:

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Dominic Montague

Traducir kuir es

volverse kuir.

Uno de les provocadores, Dominic Montague, acude a la metáfora del agua. El agua circula de

diversas formas y en diversos envases. En ese paso entre la fuente y el envoltorio para que no

se derrame y para que pueda circular, está el primer acto de traducción. “A menudo hemos

tenido que construir, pasar por receptáculos que no encajan con nosotros, estamos todo el

tiempo traduciendo, y también es una traducción en el cuerpo. Elegir que las cosas privadas

sean públicas, es un modo de decidir los cauces de esa corriente de agua. Porque antes de

empezar a hablar, tenemos que ver cómo sumamos músculos y neuronas, analizar qué es

seguro, qué puedo decir. Una vez que nos hacemos públiques, nos traducimos en presencia.

Ser queer es muy diferente según en qué lugar estemos, y también lo será de aquí a 5 años.”

Tal vez la realidad sea esta: como seres queer compartimos una experiencia en el tiempo y a

la distancia. “Pensaba que el último umbral de la libertad era decir lo que queremos. Y ahora

pienso que el último umbral es cuando uno se traduce a sí mismo.”

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Vuelve aquí el manual del buen traductor, con otra definición que TRADUCIENDO KUIR pone

en juego: “La función del traductor consiste, pues, en descifrar la comunicación cifrada y

transponerla por medio de una nueva clave a su propia lengua.”

Traducir Kuir es

negarse a construir

una lengua única.

Tomando riesgos

Desde la convocatoria se ha planteado una pregunta, que a medida que tantea respuestas,

se va reformulando y deja en evidencia un tremendo problema. Tan tremendo, que incluso

podría poner en juego la viabilidad de la misma convocatoria. Natalia Mallo, Lisa Kerner,

Violeta Uman y Ruth MacCarthy, anfitrionas cada une desde su espacio, son conscientes de la

encrucijada que están señalando con su invitación: “El tema central de estos encuentros es

lo intraducible”. ¿Con qué palabras nos hablamos? ¿Cuál es el tono? Desde un comienzo se

asume la imposibilidad del mismo objeto que vamos a tratar de descubrir. La gran cuestión es

cómo hablar por y desde un colectivo, cómo dirigirse a una comunidad en búsqueda de rumbos

compartidos sin “limar la diferencia”. ¿Existe tal comunidad? Y si asumimos qué sí, ¿qué es lo

que la aglutina? ¿Cómo no nombrarse limitándose el lugar de la reacción, de lo que no es, de

lo opuesto?

La idea original de armar una red de festivales de arte desde países diferentes profundiza

la cuestión. El llamado ha sido claro: “Se trata de un proyecto de investigación, reflexión y

creación sobre los diferentes procesos de traducción. Talleres de pensamiento y discusión

que implica el intercambio, la producción y la circulación del arte Kuir / Queer/ Cuir.” Esta

triplicación en el modo de enunciar un mismo sonido (kuir) ya nos está anunciando lo dislocado

del problema. Y también su esperanza. Un sonido común, como una música que no se somete

a traducción alguna, nos convoca. Y acudimos.

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El concepto “queer” ha traído en el siglo XX cierta viabilidad al discurso de las diferencias,

pero también, como ya se ha señalado largamente en este encuentro y en las infinitas

discusiones sobre el tema, lo ha puesto al límite de lo insípido, lo normalizable. Queer, que fue

un insulto, insignia fundamental de la injuria donde nacimos, también aparece como un objeto

tranquilizador y difuso.

Pero, además, ¿qué significa reconocerse queer aquí y ahora? Y aquí está el centro de las

reflexiones: ¿acaso no cambia según desde qué idioma se diga, en qué momento de la vida

y del siglo se pronuncie, y según en qué situación concreta nos encuentre esa palabra? Ante

un entrevistador de televisión o ante un agresor en la calle ¿es lo mismo decir “soy queer”?

¿Se puede traducir o urge defender palabras no reversibles? La experiencia de ser una artista

lesbiana o trans en Irlanda del Norte, ¿es equiparable a la de dos artistas gays que desarrollan

su trabajo en la ciudad de Buenos Aires? ¿Es lo mismo tener 20 años que tener 60 para habitar

un cuerpo y una humanidad que no coincida con la norma avalada por la moral y el mercado?

Por otro lado, ¿cómo no volverse una de las opciones de una góndola que ese mismo mercado

ya no sólo permite sino promueve mientras el odio sigue tomando sus cauces, se atrinchera en

su violencia e incluso encuentra nuevas formas?

La propuesta de TRADUCIENDO KUIR apunta al grado cero de esa imposibilidad. El primer paso

ha sido la decisión de acudir a una grafía ficticia. El siguiente, la cuestión sobre si existe una

nostredad que no pase por arriba de la singularidad de las experiencias individuales, locales,

regionales, etarias, de clase. ¿Cómo lograr que la singularidad no se agote en solipsismo y, por

el contrario, construya redes, resistencias, teorías propias?

En palabras de les organizadores: “Si tus palabras son mis palabras… ¿qué palabras nos

nombran o no nos nombran? Tenemos cada vez más preguntas. Por eso invitamos a personas

diversas desde diversas culturas y perspectivas a pensar juntes. Trabajando internacionalmente,

como un colectivo que tiene más de 4 años, nos encontramos varias veces en situaciones en

que nos tuvimos que preguntar sobre qué hacemos en relación con la traducción.”

Desde el comienzo, el problema toma tres rumbos guiados por tres preguntas que quedarán

indefectiblemente abiertas: cómo traducir cuerpos/presencias, cómo traducir palabras y cómo

traducir culturas. Cada festival, desde su país y desde su realidad ha elegido a sus invitades

a quienes llama significativamente “provocadores”. ¿Qué tienen en común les participantes

de estos encuentros? Ni saberes, ni lenguajes, ni edades, ni orígenes. La función de les

provocadores, adelantan les anfitriones, “es tener una participación en el proceso, no tiene que

ver con los resultados, esperamos, simplemente, que suceda.” Liberades de la necesidad de

esgrimir conclusiones les provocadores comparten sus pequeños hallazgos, sus intuiciones e

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incluso sus dudas. Por momentos la exposición toma la forma de la confidencia, del curriculum

vitae, del discurrir, el manifiesto, la obra poética. Es a partir de esta “falta” que la invitación

a “provocar” da por sentado un terreno de intercambio de perspectivas y de teorizaciones

inconclusas. “La traducción quiere respuestas rápidas para problemas complejos, ¿qué tal

seguir buscando antes de declararnos impotentes?

La aventura continúa

Valga como advertencia o conclusión, como sombra bajo la cual reposar alerta, el grito crítico

que lanzaba el español Paco Vidarte ante la avanzada del concepto queer, de la teoría queer y

de sus consecuencias en la vida cotidiana:

“Lo queer, además de muchas otras cosas, cuando se convierte en teoría, dígase chewing gum /

goma de mascar, se hace tan hegemónico y colonial como cualquier otra forma de pensamiento,

creando sus castas, jerarquías, especialistas, papas, conflictos de coronas, disputas intelectualafectivas,

yo estaba primero, yo mucho antes que tú, ése es un recién llegado, sabrás tú de

nada, aquélla no es nuestra amiga, he roto contigo, círculos esotéricos, bandas de iniciados,

peña emocionada, sonrisas autosatisfechas, hordas de prosélitos y no pocas dosis de buena

conciencia, espíritu salvífico y evangelizador. La insólita exigencia de autenticidad (¡menudo

valor más poco queer!) que se detecta a veces entre nosotros con acusaciones explícitas de

cinismo o fraude lleva a demasiada gente a la destrucción personal, a caballo entre el deja

todo, coge tu cruz y sígueme y el iluminado chispazo de un cruce de cables burgués sucedáneo

posmoderno de la antigua revelación: si eres queer por decisión propia, asumes una cierta

condición desgraciada, no recurres a la ley ni a ningún tipo de autoridad, colectivizas el trabajo

personal, renuncias al nombre propio, a tener un empleo, tiendes a sobrevivir miserablemente,

a hacer cosas raras, a vivir en una cierta indefensión, te aficionas a la provocación, a ocupar

voluntariamente esferas de marginalidad, a vestir extrañamente, a coquetear con actitudes

pelín autodestructivas a veces, a caer en fantasías de descasamiento, a mostrarte indulgente

con sinvergüenzas y canallas sólo porque también ellos/ellas son queer y a asumir un páthos

que algunos calificarían sin dudarlo de egodistónico. Yo disuado a todo el mundo de tomar este

camino de bautismo queer por inmersión.“

TRADUCIENDO KUIR abre un camino que desanda la idea de la pureza

queer, la autenticidad queer, su necesidad de dar respuestas a todos

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22

los males del mundo y de agachar la cabeza convirtiéndose en lo más

raro del planeta, en lo más sufriente. «No, no, no estoy donde ustedes

tratan de descubrirme sino aquí, de donde los miro, riendo». Más que

la palabra justa para traducir, o la imagen más veraz, la búsqueda

de esta comunidad provisoria es desviada. Un arte que no se hace

arte para encontrarnos a nosotres mismos, ni para definir, ni para

traducir, sino para perderse.


TRADUCIR CULTURAS

Por Raphael Khouri

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Este texto forma parte de la videoarte creada por une de les panelistes de Traduciendo Kuir.

Raphael discurre poeticamente sobre memória, cultura queer y espacio público.

Vivo en el centro de El Cairo, en la única zona peatonal disponible. Casi todas las tiendas

y cafés dentro de la zona peatonal están cerradas. Hace un par de meses, la zona se

volvió maravillosamente viva con les adolescentes que venían aquí para patinar o andar

en bicicleta. En una región árabe donde vivimos sin esperanza y sin espacio público, fue

algo hermoso de ver. Les jóvenes que vienen de todo El Cairo se alegran. Niñas y mujeres

jóvenes que se sienten libres y disfrutan de sus cuerpos. Niñes reunidos, enseñándose unos

a otros a patinar y a hacer trucos. Niñes interactuando de formas no tóxicas. Haciendo

algo de la nada.

Cuando la escena se volvió demasiado alegre, llegó la seguridad para dispersarlos. ¡El

hombre enojado con la pistola, el uniforme y el walkie talkie exigió que todos se fueran

ahora! Dijo que le estaban “causando dolor de cabeza”. Incluso pusieron barreras de

cemento y se colocaron cadenas para mantenerles fuera. El callejón volvió a estar muerto.

Yo quedé devastado. Eses chiques nos dieron vida en una situación cotidiana que pondría

celoso a Pinochet.

No hace mucho, escuché a jóvenes queer susurrando sobre la zona peatonal en la que

vivo. Se decían a sí mismes con incredulidad cómo hace diez años, justo después de la

revolución, solía estar lleno de cafés queer donde la gente lgbt pasaba el rato y podia ser

completamente extravagante. El Cairo era un lugar diferente en ese entonces con locas

fiestas legendarias queer. Tampoco puedo imaginarme que mi barrio haya estado lleno de

bares queer. Es realmente un lugar diferente ahora.

Muchas de las generaciones mayores de personas lgbt han dejado de ir al centro porque

los recuerdos duelen. Todos sus antiguos lugares de reunión están cerrados. Los cafés y la

animación se han ido. Sus amigues han abandonado el país o están en prisión o murieron

o están clínicamente deprimides.

Pienso mucho en cómo una de las primeras cosas que los nazis quemaron infamemente

en Berlín fue la investigación y los libros del Instituto Magnus Hirschfeld. El instituto fue

un centro innovador que apoyó a las personas queer y trans. El propio fundador Magnus

Hirschfeld era queer y trabajó muy duro para tratar de cambiar las leyes homofóbicas

en Alemania. Su instituto ayudó a las personas trans a cambiar su género en sus

identificaciones. Hicieron que cambiar oficialmente de género fuera aún más fácil de lo

que es ahora en Alemania. Berlín era un lugar loco en ese entonces. Tenías más de 100

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bares lgbt, muchos de las cuales eran exclusivamente bares trans. Ni siquiera tienes un

bar trans en Berlín ahora.

Ayer, cuando pasé la cadena para entrar en la zona peatonal y en casa, me di cuenta de

que algunos niñes habían comenzado a regresar lentamente.

En el umbral

de lo intraducible:

llamarnos lesbianxs.

por Vir Cano

A. El olor de los nombres: lesbianx se dice de muchas maneras

Lesbiana, lesbianx, lesbiano, tortillera, marimacho, camionera, bombera, torta, tortillita, travo,

trola, chonga, transbiana, chonguito, chongo, chongazo, fem y tortillerx son algunos de los

nombres con los que delineamos algunos de los contornos de nuestras existencias lésbicas.

Estas palabras portan las huellas de lo que se ha dicho de (y por) nosotres, al tiempo que

acercan algunas de las formas en que nos hemos nombrado a nosotres mismes. Constituyen,

en ese sentido, algunos de los insumos con los que hemos construído una trinchera discursiva,

un rulo en los cabellos de un lenguaje que guarda algo de lo que hemos llegado a ser, de lo que

hemos resistido, de lo que hemos perdido y también de lo que hemos construido. En nuestras

bocas, esas palabras saben a lucha, a goce, a tristeza y a vida-muerte compartida. Hablan de

nuestros territorios existenciales, de las redes que hemos tejido y de las maneras en que el

lenguaje ha sido, como dice val flores, un territorio en disputa al que no podemos renunciar.

Estos términos hablan de los matices y los trayectos de nuestras maneras de ver y sentir el

mundo, de habitar sus sentidos y sus posibilidades.

Si tuviera que traducir cada una de esas palabras a otros idiomas, estoy segurx que rápidamente

trastabillaría con la dificultad de “pasar esos matices y regiones de la lengua lesbiana local a

idiomas que proponen -y obturan- sus propios relieves y miradas de mundo. ¿Cómo dar cuenta

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de la historia particular y situada que portan, en mi rincón del mundo, las palabras “lesbianx”,

“transviano” o “trola”? ¿Cómo hacerle justicia, en otros idiomas, a la historia de la injuria y la

reapropiación que se juega -y se arriesga- en estos términos? ¿Qué une y qué separa a nuestro

“tortillera” con los términos en inglés “dyke” o “lezzy”, con la expresión en portugés “sapatao”,

con el alemán “lesbiche” o el francés “gouine”? ¿Cómo acercar en otras lenguas el olor dulce

a la tortilla de maíz que evoca el “arepera” o “cachapera” de Colombia y Venezuela? ¿Cómo

narrar en otros idiomas la genealogía sudaca que liga a las putas con lxs lesbianxs en nombres

como “trola” o “degeneradx”? ¿Cómo contar esa historia de profesiones malditas y vedadas

para quienes fueron asignadas al género mujer que liga a las “camioneras” locales con los

“camiones” mexicanos o ecuatorianos y el “tractor” de Costa Rica?

B. La preciosa im/posibilidad de la traducción

Quizás venga a cuento recuperar esa distinción que propone Jacques Derrida a propósito de

la lengua. Para el filósofo franco-argelino, en sentido estricto, la “lengua” se refiere al idioma;

pero en su sentido amplio, la lengua se vincula con el éthos, es decir, con eso que lxs griegos

entendieron como un “modo de ser”, es decir, de actuar, de sentir y de habitar el mundo:

“En sentido amplio, la lengua, ésa en la cual uno se dirige al extrajero o en la cual uno lo escucha,

si lo escucha, es el conjunto de la cultura, son los valores, las normas, las significaciones que

habitan la lengua. Hablar la misma lengua no es sólo una operación lingüística. Está en juego

el ethos en general. (...)”

En todo idioma yace (o se adhiere) una lengua, más aún, muchas lenguas. Entre uno y otro,

entre la lengua y el idioma, advierte el filósofo, “la diferencia y la adherencia”, la separación y la

superposición. Por eso eso traducir supone siempre enfrentarse con un doble desafío: el pasaje

(im/posible) de un idioma a otro, y la tarea compleja de dar cuenta de una lengua (esa que

carga consigo todo idioma) que es siempre una mirada de mundo, no asimilable ni equiparable

plenamente a la lengua “de destino”. Pero es también esta adherencia de lengua -que la une

y la separa de los distintos idiomas- lo que hace posible pensar la traducción (en un mismo

idioma que puede ser muchas lenguas) de la lesbi-lengua argenta a la lesbi-lengua colombiana,

chilena o mexicana. Es esta adherencia la que nos permite pensar, sentir y oler los matices

que unen y separan a toda esa tradición pastelera que va de la “arepera” colombiana al “bollo”

español o nuestro ya mítico “tortón patrio”.

Quizás sea por esto que traducir supone no sólo un desafío, sino también un riesgo: el de pasar,

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habitar, y conectar dos idiomas, así como también las lenguas que anidan en ellos. La cuestión

ya no sería tanto la fiabilidad o corrección del pasaje, sino la hospitalidad -como también

acertaba Derrida- de la traducción, es decir, la capacidad que tenemos de dejar llegar, darle

lugar o la bienvenida a todo ese ethos que habita en nuestras lenguas, allí donde ellas no sólo

dicen el mundo, sino que también lo producen, lo moldean, lo posibilitan.

C. El umbral de lo intraducible: zona de contagios

En el umbral de lo intraducible, circulan los matices y las rugosidades de nuestras existencias,

así como una zona de tráfico de experiencias y maneras de ser que pueden resultar contagiosas,

inspiradoras, productivas.

Lo intraducible es, de algún modo, una zona de tráfico de lenguas (en sentido amplio) con un

potencial creativo y contaminante. Allí donde no parece haber traducción adecuada, donde no

encontramos las palabras o incluso surge el malentendido, allí está la zona de promesas: la

de un encuentro inesperado que hace colapsar las fronteras entre mundos, quizás incluso la

posibilidad de la mezcla, como reivindicaba Silvia Molloy:

“La mezcla, el ir y venir, el switching pertenece al dominio de los unheimliche que es,

precisamente lo que sacude la fundación de la casa”.

Es en esa mezcla, en ese contacto que nos saca de lo familiar y nos arroja al espacio siniestro de

lo otro que irrumpe en la propia casa, donde, quizás, lo in/traducible se torna zona de promesas.

“Lo distinto siempre se da- si es que se da- peligrosamente en traducción”, dice también

Molloy. Y es esta potencia de introducir la diferencia en la casa de la lengua (de partida o de

destino) lo que hace de la traducción un acto de riesgo creativo, incluso de producción de la

diferencia, de la reverberación de otros mundos, de sentidos contaminados que traspasan las

fronteras del idioma y hacen eco en nuestras palabras.

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Traducir CRIP

(con el corazón en la mano)

por Fran Cus

No hay lugar en un círculo perfecto.

Susana Thénon

Escribí un texto breve para compartir algunas preguntas, intuiciones e impresiones con

ustedes. Me gustaría traer una palabra: crip. Una palabra también puede ser una experiencia.

Me gustaría pensar la experiencia crip, el habitar un cuerpo crip -cuerpo un tanto monstruoso

e impredecible- como quien se da a la tarea de construir una balsa en medio de un mar

muchas veces adverso y desbocado. No termino de saber muy bien cómo está hecha la balsa,

mi balsa: hay unos huesos, tejidos anudados frágilmente entre ellos, de tal forma que a veces

quedan sueltos. A veces también se pegan, a los músculos, a los huesos; se hinchan, aúllan,

duelen, arden, tiemblan, reposan, duermen, obligan a un descanso impostergable. A estos

huesos y tejidos míos, les caen vientos, tormentas, borrascas, tierra, yodo, oxido, lluvias, aires

desconocidos, que pasan a través de sus agujeros y sus cicatrices, más o menos visibles: me

marcan la piel. Mi piel parece que no olvida nunca, y a veces me cuesta y me incomoda esa

insistencia, pero está bien. Con el tiempo voy haciéndole lugar y disfrutando de las visitas y los

huéspedes inesperados.

Pero una balsa, en este caso una balsa crip, mi balsa, no es ni de cerca un barco o una nave.

Quiero decir: a veces no hay salvavidas y tengo que aprender y reaprender a nadar. Que mi

balsa no se hunda ni se la lleve el mar. Dicho de otro modo, y como escribió una amiga que ya

no está pero que a veces cuando la extraño me visita, hundirme para perder peso, encontrar

y viajar junto a otras balsas, ganar delicadeza, algo de profundidad. El nudo secreto que creo

encuentra y une a estas balsas crip viene de ligámenes muy precarios y creo que las personas

crip hacemos lo mejor que podemos, incluso cuando nos hundimos y tenemos que barrenar

largos trechos con viento en contra y sin superficie ni costas a la vista. Escribe Deligny -otro

maestro- en su maravillosa autobiografía que “(…) Cuando llueven las preguntas, cuando

arrecian las dificultades, nosotrxs no juntamos nuestras carnes para constituir una plataforma

bien articulada. Muy por el contrario. Del vivir juntxs tan sólo retenemos lo que nos liga y lo

que nos suelta. Pueden ver así la importancia de nuestros vínculos y el modo un tanto extraño

de juntarnos y de agruparnos, la distancia que nuestros cuerpos puedan guardar entre sí. Los

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vínculos nos cuidan, nos protegen, a condición de que sean lo bastante sueltos y que no nos

suelten (…)”

Me gustaría aprovechar estos minutos para seguir pensando con ustedes la traducción de

esta palabra: crip. Vidas crip: arrastradas, rotas, lisiadas, cojas, locas, ansiosas, obsesivas,

brotadas, disfuncionales, doloríficas, fatigosas, desechables, discas, depresivas, insuficientes…

Pronuncio crip sin el acento sajón original, con la intención de aproximarme a sus vibraciones

y a sus movimientos sutiles, de transformar esta palabra en un cuerpo tocable y tocante: me

arrastro en mi balsa precaria hasta allí, empujo la pronunciación hacia el barro de esta lengua

hibrida y minada que hablo y escucho todos los días. Intuyo que ese acto de desobediencia

lingüística y somática puede ser un comienzo. Traducir una palabra, obsesionarme por sus

elusiones, sus fintas, sus resistencias y sus derivas misteriosas es para mí mucho más que

poder encontrar adecuaciones idiomáticas más o menos precisas: tiene efectos de mundo. Al

mismo tiempo que traduzco siento que puedo hacerme una tierra más habitable. En diversas

circunstancias de mi vida, y por distintas razones, he debido hacerme un mundo tan solo con

algunas pocas palabras que en esos momentos estaban a mi alcance, que me preocupaban, me

conmovían, me abrigaban, me daban energía, me acompañaban.

Crip, entonces: monosílabo un tanto zumbón, si se quiere, que hace tiempo me viene inquietando

y me convoca al tráfico, a la reapropiación, a las resonancias compartidas. Trafico que en mi caso

resulta casi siempre disperso, incompleto, inestable. Pensaba también al escribir estas líneas que

las palabras monosilábicas no tienen demasiado valor ni estatus idiomático: las vidas crip tampoco.

Se arrastran, arrastramos nuestras osamentas encarnadas, con sus cicatrices al aire. Hacemos

este trabajo de arrastre, de embarramiento y de nado como podemos y nos sale, siempre al borde

del agotamiento - a veces ni siquiera eso. Habitar un cuerpo crip en un mundo que parece querer

admitir solo cuerpos productivos, capaces, veloces, resolutivos, competentes, erguidos, rectos,

íntegros, me implica y nos implica a muches en una tarea política, de supervivencia. Hay trabajos

esenciales, hay cuerpos esenciales, palabras que también lo son: reconocerlos, dignificarlos,

hacerles lugar también es una tarea crip. Decir crip (con el corazón en la mano) no siempre es

bienvenido. No ser bienvenidxs a veces también puede ser una suerte, una fuerza desconocida,

a partir de la cual estimulamos las chispas de la escritura, del pensamiento, de los apoyos,

mutuos y comunes. Tramado entre cuerpos y habitares que arribamos, nos movemos y nos

sentimos no siempre de las maneras más esperadas ni adecuadas. Las vidas crip hablamos en

lenguas barrosas, inagotables. Hablar en lenguas, escribía Gloria Anzaldúa, nos hace de tiempos

y de latitudes donde estimular el florecimiento mutuo. Tiempo, lugar, tierra. Crip: una vida, vidas

que se quiebran; ritmos, velocidades, lazos que ya no están disponibles ni nos son posibles. A

veces tampoco hay remedio al quebranto. Buscamos apoyo ante lo que se nos presenta como

irremediable: decir crip se nos antoja frágil, vibrátil, aún intraducible.

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Encontramos lenguas amigas, construimos precarias balsas en el mar, remansos para

nuestros cuerpos desgastados, para nuestras vidas lentas, agujereadas; creamos cobijos en la

intemperie, abrazamos lo irreparable, curamos las llagas con la mayor delicadeza. Sobrevivimos

así, habitando, afrontando y resistiendo el colapso de nuestra tierra, entramados a su irresistible

promesa de ser para todxs lugar.


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TKUIR

TRADUCIENDO

KUIR

©Outburst Americas 2022

Apoyo

Digital Collaboration Fund

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