Papá, dibújame un cuento

Una recopilación de cuentos muy especial para niños y niñas intrépidos, repleta de ilustraciones que te dejarán con la boca abierta Escritos con un ritmo trepidante y un toque de humor, los cuentos están protagonizados por Emma, Mario y Trapito, su inseparable perrito. Se encontrarán con pterodáctilos, alocados monos blancos, misteriosas aventuras en una isla de letras, una curiosa jirafa negra y muchos más increíbles compañeros de viaje. Una recopilación de cuentos muy especial para niños y niñas intrépidos, repleta de ilustraciones que te dejarán con la boca abierta

Escritos con un ritmo trepidante y un toque de humor, los cuentos están protagonizados por Emma, Mario y Trapito, su inseparable perrito. Se encontrarán con pterodáctilos, alocados monos blancos, misteriosas aventuras en una isla de letras, una curiosa jirafa negra y muchos más increíbles compañeros de viaje.

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PapÁ, <strong>dibújame</strong> <strong>un</strong> <strong>cuento</strong><br />

Antonio Santamaría<br />

Editorial el Pirata


1a edición: septiembre de 2016<br />

© Antonio Santamaría, 2016<br />

© Editorial el Pirata<br />

C/ Consell de Cent, 224-228, 6º 3ª<br />

08011, Barcelona<br />

info@editorialelpirata.com<br />

www.editorialelpirata.com<br />

A mis tres deseos concedidos:<br />

Cecilia, Mario y Emma.<br />

ISBN: 978-84-944548-4-4<br />

Depósito legal: B 17204-2016<br />

Impreso en IMPULS 45<br />

El papel utilizado en este libro procede de fuentes responsables.<br />

Editorial el Pirata apoya la protección del copyright.<br />

El copyright protege la creación de las obras literarias; por lo tanto, es <strong>un</strong> elemento importante para estimular<br />

la creatividad de los artistas y la creación de conocimiento. Les damos las gracias por respaldar a<br />

los autores, al haber comprado <strong>un</strong>a edición autorizada de este libro, y por respetar las leyes del copyright<br />

al no reproducir, escanear ni distribuir ning<strong>un</strong>a parte de esta obra por ningún medio sin permiso.<br />

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o<br />

escanear algún fragmento de esta obra.


ndice<br />

Prólogo 8<br />

La isla de las letras 11<br />

Las flores de colores 25<br />

Un pterodáctilo en Cadaqués 31<br />

Contra el aburrimiento, <strong>un</strong> mono<br />

blanco y <strong>un</strong>a botella de anís 37<br />

El último cromo 47<br />

Jesús, susjé 55<br />

Las sombras de tiza<br />

no pueden dormir 59<br />

La Jirafa Negra 67<br />

Cello-Boy y Giravolta 77<br />

6<br />

7


PrÓlOGO<br />

Antoine de Saint-Exupéry describió en El Principito su sorpresa cuando, al romper el<br />

día, <strong>un</strong>a extraña vocecita despertó al protagonista diciéndole: «Por favor… ¡Dibújame <strong>un</strong><br />

cordero!». Pues bien, algo parecido me sucedió a mí.<br />

Mario y Emma son hermanos. De Badalona. Se llevan cinco años de edad. Son alegres,<br />

creativos, imaginativos, sorprendentes, son mil cosas a la vez, pero sobre todo son mis<br />

hijos. Los <strong>cuento</strong>s que recoge este libro tienen <strong>un</strong>a base real; son trocitos de nuestro día<br />

a día con <strong>un</strong>a pizca de imaginación. Comenzó siendo <strong>un</strong> entretenimiento entre ellos y yo.<br />

Inventar historias, dibujarlas y escribirlas con ellos era <strong>un</strong>a vía de escape para mí, que por<br />

mi profesión me paso <strong>un</strong> montón de horas dibujando historias de otros.<br />

Entre guion y guion me sentaba con ellos y jugábamos a inventarnos<br />

personajes, a hacer nuestros propios cromos,<br />

incluso a imprimirlos y ponerlos en <strong>un</strong> álbum.<br />

Recuerdo que <strong>un</strong> día Mario me enseñó <strong>un</strong><br />

<strong>cuento</strong> que se había inventado para el colegio,<br />

se llamaba La isla de las letras y me gustó tanto,<br />

que le prometí hacer mi versión, en la que los<br />

personajes serían ellos mismos. Así surgió<br />

el primero de los <strong>cuento</strong>s. Después de enseñárselo<br />

a los dos, ya no pararon de pedirme<br />

más historias y, lo que es más divertido, los<br />

recuerdo constantemente aparecer ante<br />

mí diciendo «<strong>Papá</strong>, <strong>dibújame</strong> <strong>un</strong> <strong>cuento</strong>»,<br />

o hazme «<strong>un</strong>a Emma», en el caso<br />

de la pequeña, o a Mario dándome<br />

ideas para que le dibujara <strong>un</strong>o y<br />

otro <strong>cuento</strong>... Esto, afort<strong>un</strong>adamente,<br />

ya no tenía freno.<br />

He tardado mucho tiempo en acabar este libro. Lo he tenido que ir haciendo a ratos,<br />

ya que por el trabajo no podía dedicarme por entero a ello. Lo notarás porque durante<br />

estos años, obviamente, los niños han crecido y, por ejemplo, la Emma de Las flores de<br />

colores se ve mucho más pequeña que la Emma de La Jirafa Negra. He querido respetar<br />

estos cambios ya que la construcción de estas historias va totalmente ligada a sus vidas<br />

y por tanto a su crecimiento.<br />

A través de los <strong>cuento</strong>s verás referencias a lugares de Badalona, como la<br />

playa con sus barcas, el tren, el monumento de Roca y Pi, Can Casacuberta<br />

o el Puente del Petróleo. También a personajes reconocibles<br />

como el mono de Anís del Mono (de color blanco como<br />

homenaje al conejo de Alicia en el País de las Maravillas), la<br />

Jirafa Negra que da nombre a la librería especializada en<br />

literatura infantil y juvenil de la ciudad o el quiosquero<br />

más famoso de la Rambla, que es el Avelino. A sus palomas,<br />

a sus cotorras…<br />

Un ap<strong>un</strong>te sobre Trapito. El fiel amigo de Mario<br />

existe en realidad, sí… Pero no es <strong>un</strong>a mascota<br />

de carne y hueso. Trapito es el primer muñeco<br />

que tuvo y con el que durmió desde<br />

pequeño. En los <strong>cuento</strong>s se ha transformado<br />

en <strong>un</strong> perrito que les acompaña arriba<br />

y abajo, y ellos, tan contentos.<br />

Sin más, agradezco enormemente el<br />

tiempo que puedes dedicar a leer estas historias,<br />

deseando, simplemente, que os hagan<br />

sonreír al menos <strong>un</strong>a sola vez.<br />

Antonio Santamaría<br />

8<br />

9


LA ISLA<br />

de lAs letrAs<br />

Basado en el <strong>cuento</strong> «La isla de las letras», de Mario Santamaría<br />

Todo comenzó <strong>un</strong>a noche en la que su madre les llamó a cenar. Mario, que<br />

estaba haciendo los deberes, corrió a preg<strong>un</strong>tarle:<br />

—¿Hoy qué has hecho?<br />

—Sopa, pero <strong>un</strong>a sopa muy especial… —le contestó la madre.<br />

Emma estaba acabando de colocar los vasos para el zumo cuando escuchó<br />

esas palabras y no pudo más que contener su gesto de disconformidad:<br />

—¿Otra vez sopa? Es que no me gusta la sopa…<br />

Una vez sentados alrededor de la mesa y habiéndose deseado buen provecho,<br />

los niños acercaron sus miradas a los platos intentando adivinar por<br />

qué era especial.<br />

—Mmm… —se regocijó Mario—. Buenísima. ¡Es sopa de letras con<br />

pedazos de pan! ¡Y está calentita! —Y tan pronto acabó su frase, el humo de<br />

la sopa le empañó las gafas y le cegó durante <strong>un</strong> instante.<br />

Cuando el vaho se desvaneció, todo lo que tenía ante él había cambiado.<br />

A pesar de que <strong>un</strong>a espesa niebla no le permitía distinguir con claridad,<br />

Mario se vio, de repente, dentro de <strong>un</strong>a pequeña barca roja j<strong>un</strong>to a Emma<br />

10<br />

11


y Trapito. Ambos llevaban impermeable y botas, y Trapito, sus gafas de<br />

aventurero.<br />

—Bueno. Ya que estamos aquí habrá que remar, ¿no? —comentó Mario<br />

con resignación. Entonces se encogieron de hombros, esbozaron <strong>un</strong>a sonrisa<br />

de medio lado y comenzaron a avanzar con los remos que, por su forma,<br />

parecían cucharas.<br />

Pasaron <strong>un</strong> rato remando, no demasiado largo, pero lo suficiente como<br />

para que los niños estuvieran cansados del esfuerzo. De repente, ante ellos<br />

y entre la niebla, comenzó a adivinarse <strong>un</strong>a silueta, grande, inmensa… Y<br />

cada vez más cercana. Trapito comenzó a ladrar.<br />

—¡Cuidado! —gritó Mario—. ¡Es <strong>un</strong>a roca! —Ambos se agacharon y se<br />

cubrieron la cabeza. Pero a pesar del susto, afort<strong>un</strong>adamente la barca siguió<br />

navegando y pasó por debajo de <strong>un</strong> arco de la roca. Mario, entonces,<br />

reconoció algo extraordinario en esa roca. Sus paredes recordaban a…<br />

Sí, ¡<strong>un</strong>as letras!<br />

—¡Esa roca contiene las letras A, B y C! —Recalcó, pensativo, Mario—.<br />

¡Y acabamos de pasar por debajo de la «A»! —exclamó, entusiasmado.<br />

Los niños alucinaban mientras la barca seguía avanzando mecida por<br />

las olas. La niebla comenzó a disiparse y, curiosamente, la temperatura<br />

también comenzó a bajar. De pronto, a pocos metros por delante, comenzaron<br />

a divisar <strong>un</strong>a gran masa de tierra y <strong>un</strong>a playa; se trataba de <strong>un</strong>a isla.<br />

Pensaron en desembarcar y, bueno, tratar de averiguar dónde estaban y por<br />

qué habían aparecido allí, justo antes de cenar… ¡Con el hambre que tenían!<br />

A medida que se acercaban, pudieron comprobar, extrañados, que en la<br />

estructura de la roca que formaba el perfil de la isla también se podían leer<br />

12<br />

13


diferentes letras. Unas más grandes, otras pequeñitas,<br />

alg<strong>un</strong>as en mayúscula, otras en minúscula…<br />

La barca, finalmente, tomó tierra en la playa y los<br />

niños y el perro bajaron a la arena, curiosos, nerviosos<br />

y con <strong>un</strong> frío que les empezaba a hacer mella; así que<br />

decidieron avanzar mientras buscaban calor frotándose<br />

los brazos con rapidez. Cuando hubieron caminado<br />

<strong>un</strong>os metros, Mario dirigió su mirada hacia el interior<br />

de la isla, preg<strong>un</strong>tando:<br />

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —Pero no obtuvo más<br />

respuesta que la de seis pequeñas criaturas, que alzaron<br />

el vuelo asustadas, y graznaron algo parecido a «Abecé…<br />

Abecé… Abecé…».<br />

—Qué extraño es todo… —dijo Emma—. Aquellas<br />

palmeras parecen hojitas de perejil, y las dos montañas<br />

más altas parecen <strong>un</strong>a «M», en letra de palo…<br />

—Sí —añadió Mario—. Lo mejor será que sigamos<br />

avanzando.<br />

Y j<strong>un</strong>tos se adentraron en la selva, dejando atrás la<br />

playa, esa barquita roja y la incertidumbre de estar viviendo<br />

<strong>un</strong> sueño.<br />

En el camino hacia el interior encontraron letras<br />

por todas partes, cubiertas por vegetación. Como si la<br />

naturaleza hubiera permitido que cada <strong>un</strong>a de las rocas<br />

se asemejara a <strong>un</strong>a letra del abecedario.<br />

14<br />

15


Subiendo <strong>un</strong>a leve colina divisaron, tras <strong>un</strong> desnivel,<br />

<strong>un</strong> pequeño estanque en forma de «O» rodeado de finas<br />

y largas cañas de bambú y, justo en medio, <strong>un</strong> diminuto<br />

islote con <strong>un</strong>a marca en el suelo en forma de «X».<br />

—¡Aaah! ¿Y si se tratara de la marca del tesoro?<br />

—preg<strong>un</strong>tó Emma mientras se le iluminaba la cara.<br />

—¿¡Qué!? —contestó Mario, que no entendía nada.<br />

—Que estamos en <strong>un</strong>a isla extraña y mágica y justo<br />

ahí hay <strong>un</strong>a «X», ¡como la de los mapas de los piratas!<br />

¡Seguro que debajo hay enterrado <strong>un</strong> tesoro! —contestó<br />

Emma, exaltada.<br />

—¡Hala, pues es verdad! —exclamó Mario—. Pero…<br />

¿Cómo llegaremos hasta ahí en medio? Yo, con este frío,<br />

no me meto en el agua ni soñando. ¿Y cómo lo vamos<br />

a desenterrar? ¿Con las manos? Luego tendremos que<br />

lavárnoslas…<br />

Los niños, pensativos, miraron con picardía hacia el<br />

agua del lago, que curiosamente era de color anaranjado.<br />

—Espera… ¿Y si no fuera agua de verdad? —ap<strong>un</strong>tó<br />

Emma, que a su vez cogió <strong>un</strong>a gran caña de bambú y,<br />

sin mayor dilación y como si se dispusiera a beber <strong>un</strong><br />

refresco con <strong>un</strong>a pajita, la introdujo en el agua y dio <strong>un</strong><br />

fuerte sorbo.<br />

16<br />

17


Mario la miró asombrado, pero Emma acabó de beber, se secó la comisura<br />

de los labios con la manga y llena de euforia gritó a su hermano:<br />

—¡Es zumo de melocotón! Ja, ja, ja… Genial, esto nos quitará el hambre.<br />

—Y ambos comenzaron a beberse el estanque de zumo con ansia y sin freno—.<br />

¡Ah!... Qué bueno estaba…<br />

—Mmm… bues yo quiedo debetid —contestó Mario, aún con la boca llena.<br />

Descansaron <strong>un</strong> seg<strong>un</strong>do y cruzaron a pie el estanque, que por fin estaba<br />

seco, hasta el centro donde se encontraba la marca con forma de «X».<br />

—Vale, ¿y ahora qué? ¿Qué se supone que debemos hacer ahora para saber<br />

si hay <strong>un</strong> tesoro aquí debajo? —dijo Mario, reflexionando.<br />

Pero antes de que terminara la frase, Trapito ya estaba escavando <strong>un</strong><br />

prof<strong>un</strong>do agujero. Tras escasos minutos paró de sacar tierra y comenzó<br />

a mover la colita. ¡Había encontrado algo! Mario y Emma se arrodillaron<br />

a su lado y lo apartaron, ansiosos, para poder ver. En el fondo del agujero<br />

había dos monedas.<br />

—¿Dos monedas? —se dijeron a la vez.<br />

18<br />

19


20<br />

21


—¡Pues vaya tesoro! —continuó Emma, decepcionada—. Al menos si<br />

fueran de chocolate…<br />

Y tan pronto dijo esto, el suelo comenzó a temblar, provocando que todos<br />

cayeran y se formara <strong>un</strong>a gran nube de polvo y humo. Una vez disipado<br />

el humo, abrieron los ojos y se encontraron, de nuevo, sentados alrededor<br />

de la mesa con la cena ante ellos: el plato de sopa humeante y calentita,<br />

con sus pedazos de pan y su pasta de letras, su cuchara y su vaso de zumo.<br />

Todo preparado para comenzar a cenar. Con gran asombro alzaron la mirada<br />

hacia su madre, que se estaba acabando su plato de sopa, y les preg<strong>un</strong>tó:<br />

—¿Qué ocurre? Comeos ya la sopa, que se va a enfriar y luego no vale<br />

nada!<br />

—Pero mami —replicó Emma—, es que tú dijiste que era especial y…<br />

—Claro que es especial —contestó su madre sin dejarla acabar—. Es<br />

especial porque le he añadido <strong>un</strong> poquito de jamón serrano en taquitos.<br />

¡Verás qué buena que está! Mario, come poco a poco… Por cierto, de postre<br />

tenéis <strong>un</strong>as chocolatinas. —Y, apartando la barra de pan, dejó ver dos<br />

monedas de chocolate.<br />

Los niños se miraron perplejos y Emma le dijo susurrando a su hermano:<br />

—Pues sí que era especial la sopa, sí… —y se metieron la primera cucharada<br />

en la boca sin rechistar.<br />

Mientras, la madre les miró por encima de las gafas sin poder evitar que<br />

se le escapara <strong>un</strong>a pequeña sonrisa.<br />

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