Siegel 2015 -La-Disciplina-Sin-Lagrimas LIBRO (1)

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perjudicara estos vínculos.Esta parte de la discusión sobre la relación se centra en laintegración, la conexión de diferentes partes. La integración permiteque el todo sea mayor que la suma de sus partes y crea amor en unarelación. Por tanto, centrar la atención en la percepción y la empatía, yluego en su relación condujo de forma natural al tercer resultadointegrador deseado: la reparación. En cuanto se produce una grietaen una relación, con independencia de lo pequeña que sea, hemos derepararla lo antes posible. Los padres de Nila necesitaban darle estaoportunidad. En su conversación acerca de qué medidas podían poneren práctica para regular el uso del móvil a altas horas, formularonpreguntas que ayudaron a su hija a plantearse los efectos relacionalesde no atenerse a los compromisos. También procuraron no manipularlaemocionalmente haciendo que se sintiera culpable, sino que lehicieron preguntas de buena fe como: «¿Qué podrías hacer paraayudarnos a sentirnos seguros de la confianza que tenemos en ti?»Tenían que «guiar al testigo» un poco, ayudar a Nila a pensar enacciones generadoras de confianza que ella pudiera emprender, comousar el móvil solo para llamar a sus padres de vez en cuando, o dejarlofuera del cuarto por la noche sin tener que pedírselo. Al hacerlo así,Nila se planteaba formas de ser intencional en la reconstrucción de laconfianza de sus padres en ella.Fijémonos en que este problema de Nila se inscribe en la categoríade conductas típicas que los padres deben afrontar con caráctercotidiano. A veces, no obstante, hay desafíos conductuales en los quepuede ser útil contar con profesionales. Cuando se producenconductas más extremas difíciles de manejar que duran períodos máslargos, estas pueden ser una señal de que está pasando algo más. Si

tu hijo experimenta a menudo una reactividad emocional intensa queno responde a esfuerzos reparadores, acaso sea conveniente hablarcon un psicoterapeuta pediatra o un especialista en desarrollo infantilque sepa explorar la situación contigo para ver si tú y tu hijo podéissacar algún provecho de cierta intervención. Según nuestraexperiencia, los niños que muestran una reactividad frecuente eintensa quizá se estén enfrentando a problemas más innatosrelacionados con la integración sensorial, la atención y/o laimpulsividad, o a algunos trastornos del estado de ánimo. Además, unhistorial de traumas, una experiencia realmente dura o ciertosdesequilibrios relacionales entre los padres y el hijo quizádesempeñan un papel en los conflictos conductuales, pues revelan unproblema subyacente en la autorregulación que a veces quizá sea elorigen de rupturas reiteradas en una relación. Te animamos a buscarla ayuda de un especialista que pueda ayudarte a transitar por estascuestiones y orientarte —a ti y a tu hijo— por el camino que lleva aldesarrollo óptimo.De todos modos, en la mayoría de las situaciones disciplinarias, lasimple adopción de un enfoque de Cerebro Pleno da lugar a máscooperación de tu hijo y a más paz y serenidad en tu casa. Ladisciplina 1-2-3 no es una fórmula ni un conjunto de reglas que hayaque seguir de manera rigurosa. No es cuestión de memorizarla yaplicarla de forma inflexible. Nosotros solo te damos unas pautas paraque las tengas presentes cuando llegue el momento de la redirección.Si recuerdas la definición y la finalidad de la disciplina, los principiosque deben guiarla y los resultados deseados, te concederás a ti mismomejores oportunidades para imponer disciplina a tus hijos y enseñarlescon un método que produzca más cooperación por su parte y mejores

perjudicara estos vínculos.

Esta parte de la discusión sobre la relación se centra en la

integración, la conexión de diferentes partes. La integración permite

que el todo sea mayor que la suma de sus partes y crea amor en una

relación. Por tanto, centrar la atención en la percepción y la empatía, y

luego en su relación condujo de forma natural al tercer resultado

integrador deseado: la reparación. En cuanto se produce una grieta

en una relación, con independencia de lo pequeña que sea, hemos de

repararla lo antes posible. Los padres de Nila necesitaban darle esta

oportunidad. En su conversación acerca de qué medidas podían poner

en práctica para regular el uso del móvil a altas horas, formularon

preguntas que ayudaron a su hija a plantearse los efectos relacionales

de no atenerse a los compromisos. También procuraron no manipularla

emocionalmente haciendo que se sintiera culpable, sino que le

hicieron preguntas de buena fe como: «¿Qué podrías hacer para

ayudarnos a sentirnos seguros de la confianza que tenemos en ti?»

Tenían que «guiar al testigo» un poco, ayudar a Nila a pensar en

acciones generadoras de confianza que ella pudiera emprender, como

usar el móvil solo para llamar a sus padres de vez en cuando, o dejarlo

fuera del cuarto por la noche sin tener que pedírselo. Al hacerlo así,

Nila se planteaba formas de ser intencional en la reconstrucción de la

confianza de sus padres en ella.

Fijémonos en que este problema de Nila se inscribe en la categoría

de conductas típicas que los padres deben afrontar con carácter

cotidiano. A veces, no obstante, hay desafíos conductuales en los que

puede ser útil contar con profesionales. Cuando se producen

conductas más extremas difíciles de manejar que duran períodos más

largos, estas pueden ser una señal de que está pasando algo más. Si

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