Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva- Stephen R.Covey
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Los</strong> 7 <strong>hábitos</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>gente</strong> <strong>altamente</strong> <strong>efectiva</strong><br />
<strong>Stephen</strong> R. <strong>Covey</strong><br />
La capacidad para subordinar los impulsos a los valores es <strong>la</strong> esencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> persona proactiva. Las<br />
personas reactivas se ven impulsadas por sentimientos, por <strong>la</strong>s circunstancias, por <strong>la</strong>s condiciones, por el<br />
ambiente. Las personas proactivas se mueven por valores: valores cuidadosamente meditados, seleccionados<br />
e internalizados.<br />
También <strong>la</strong>s personas proactivas se ven influidas por los estímulos externos, sean físicos, sociales o<br />
psicológicos. Pero su respuesta a los estímulos, consciente o inconsciente, es una elección o respuesta basada<br />
en valores.<br />
Como observó Eleanor Roosevelt: «Nadie pue<strong>de</strong> herirte sin tu consentimiento». Y Gandhi dijo: «Ellos no<br />
pue<strong>de</strong>n quitarnos nuestro autorrespeto si nosotros no se lo damos». Para empezar, lo que nos daña, mucho<br />
más que lo que nos suce<strong>de</strong>, es nuestro permiso, nuestro consentimiento a lo que nos suce<strong>de</strong>.<br />
Admito que esto es muy difícil <strong>de</strong> aceptar emocionalmente, en especial si durante años y años hemos<br />
explicado nuestra <strong>de</strong>sdicha ape<strong>la</strong>ndo a <strong>la</strong>s circunstancias o a <strong>la</strong> conducta <strong>de</strong> algún otro. Pero has ta que una<br />
persona no pueda <strong>de</strong>cir, profunda y honestamente, «Soy lo que soy como consecuencia <strong>de</strong> mis elecciones <strong>de</strong><br />
ayer», tampoco podrá <strong>de</strong>cir «Elijo otra cosa».<br />
Una vez, en Sacramento, cuando hab<strong>la</strong>ba sobre el tema <strong>de</strong> <strong>la</strong> pro actividad, una mujer <strong>de</strong>l público se puso<br />
<strong>de</strong> pie en medio <strong>de</strong> mi disertación y empezó a <strong>de</strong>cir algo muy excitada. El público era muy numeroso, y cuando<br />
algunas personas se volvieron a mirar<strong>la</strong>, el<strong>la</strong> <strong>de</strong> pronto tomó conciencia <strong>de</strong> lo que estaba haciendo, se azoró y<br />
volvió a sentarse. Pero parecía resultarle difícil contenerse, y siguió hab<strong>la</strong>ndo con <strong>la</strong> <strong>gente</strong> que tenía alre<strong>de</strong>dor.<br />
Se <strong>la</strong> veía muy feliz.<br />
Aguardé una pausa con impaciencia para po<strong>de</strong>r averiguar qué ha bía sucedido. En cuanto tuve <strong>la</strong><br />
oportunidad me acerqué a el<strong>la</strong> y le pedí que contara su experiencia.<br />
«No pue<strong>de</strong> imaginar lo que me ha ocurrido» —dijo—. «Trabajo como enfermera para el hombre más<br />
miserable e ingrato que pueda imaginarse. Nada <strong>de</strong> lo que haga es suficiente para él. Nunca lo aprecia, ni<br />
siquiera me lo reconoce. Constantemente me acosa y encuentra <strong>de</strong>fectos en todo lo que hago. Por culpa <strong>de</strong><br />
este hombre mi vida es <strong>de</strong>sgraciada y a menudo <strong>de</strong>scargo mi frustración sobre mi familia. Las otras enfermeras<br />
sienten lo mismo. Casi rezamos para que lo echen.<br />
»Y usted tuvo el <strong>de</strong>scaro <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ntarse allí y <strong>de</strong>cir que nada pue<strong>de</strong> herirme, que nadie pue<strong>de</strong> herirme sin mi<br />
consentimiento, y que yo elijo mi propia vida emocional <strong>de</strong> infelicidad... Bien, en modo alguno podía yo aceptar<br />
esa i<strong>de</strong>a.<br />
»Pero seguí pensando sobre ello. Realicé una verda<strong>de</strong>ra intros pección, y empecé a preguntarme: ¿Tengo<br />
el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> elegir mi res puesta?<br />
»Cuando por fin comprendí que en realidad tengo ese po<strong>de</strong>r, cuando me tragué esa amarga píldora y<br />
comprendí que yo había elegido ser <strong>de</strong>sgraciada, también comprendí que podía elegir no serlo.<br />
»En ese momento me puse <strong>de</strong> pie. Me sentía como si me estuvieran <strong>de</strong>jando salir <strong>de</strong> San Quintín. Quería<br />
gritarle a todo el mundo: "¡Soy libre! ¡Salgo <strong>de</strong> <strong>la</strong> cárcel! ¡Nunca más voy a <strong>de</strong>jarme contro<strong>la</strong>r por el trato que me<br />
dispense otra persona!".»<br />
Lo que nos hiere o daña no es lo que nos suce<strong>de</strong>, sino nuestra res puesta a lo que nos suce<strong>de</strong>. Des<strong>de</strong><br />
luego, <strong>la</strong>s cosas pue<strong>de</strong>n dañarnos físicamente o perjudicarnos económicamente, y producirnos dolor por ello.<br />
Pero nuestro carácter, nuestra i<strong>de</strong>ntidad básica, en modo alguno tiene que quedar herida. De hecho, nuestras<br />
experiencias más difíciles se convierten en los crisoles don<strong>de</strong> se mol<strong>de</strong>a nuestro carác ter y se <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>n <strong>la</strong>s<br />
fuerzas internas, <strong>la</strong> libertad para abordar circunstancias difíciles en el futuro y para inspirar a otros <strong>la</strong> misma<br />
conducta.<br />
Frankl es uno <strong>de</strong> los muchos que pudieron <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>r su libertad personal en circunstancias difíciles, para<br />
animar e inspirar a otros. <strong>Los</strong> re<strong>la</strong>tos autobiográficos <strong>de</strong> los prisioneros <strong>de</strong> guerra en Vietnam aportan<br />
convincentes testimonios adicionales sobre el po<strong>de</strong>r trans formador <strong>de</strong> esa libertad personal y sobre el efecto <strong>de</strong>l<br />
uso responsable <strong>de</strong> esa libertad en <strong>la</strong> cultura <strong>de</strong> <strong>la</strong> prisión y en los reclusos, tanto en aquel entonces como<br />
ahora.<br />
Todos hemos conocido a individuos que atravesaban circunstancias muy difíciles (tal vez una enfermedad<br />
terminal o una grave discapacidad física) conservando una extraordinaria fuerza emocional. ¡Cuánto nos inspira<br />
su integridad! Nada <strong>de</strong>ja una impresión mayor, más dura<strong>de</strong>ra, en otra persona, que <strong>la</strong> conciencia <strong>de</strong> que<br />
alguien ha trascendido el sufrimiento, que ha trascendido <strong>la</strong> circunstancia y está encarnando y expresando un<br />
valor que inspira, ennoblece y ele va <strong>la</strong> vida.<br />
44