Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva- Stephen R.Covey
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<strong>Los</strong> 7 <strong>hábitos</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>gente</strong> <strong>altamente</strong> <strong>efectiva</strong><br />
<strong>Stephen</strong> R. <strong>Covey</strong><br />
paseo verda<strong>de</strong>ramente completo.<br />
En medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> pelícu<strong>la</strong>, Sean, que en aquel entonces tenía cuatro años, se quedó dormido. Su hermano<br />
mayor, <strong>Stephen</strong>, <strong>de</strong> seis permaneció <strong>de</strong>spierto hasta el final. A <strong>la</strong> salida cogí a Sean en brazos, lo llevé al coche<br />
y lo tendí en el asiento trasero. Era una noche muy fría, <strong>de</strong> modo que lo cubrí con mi chaqueta.<br />
Al llegar a casa, volví a llevar a Sean en brazos y finalmente lo arropé en <strong>la</strong> cama. Después <strong>de</strong> que<br />
<strong>Stephen</strong> se pusiera su pijama, se cepil<strong>la</strong>ra los dientes y también se acostara, me tendí junto a él para hab<strong>la</strong>r<br />
sobre el paseo.<br />
«¿Te ha gustado, <strong>Stephen</strong>?»<br />
«Mucho», contestó.<br />
«¿Te has divertido?»<br />
«Sí.»<br />
«¿Qué te ha gustado más?»<br />
«No sé. Me parece que <strong>la</strong> acrobacia sobre <strong>la</strong> cama elástica.»<br />
«Extraordinario, ¿no es cierto? Todas esas volteretas y cabrio<strong>la</strong>s en el aire...»<br />
No existió una respuesta a<strong>de</strong>cuada <strong>de</strong> su parte. Me encontré tratando <strong>de</strong> hacer avanzar <strong>la</strong> conversación.<br />
Me preguntaba por qué <strong>Stephen</strong> no se abría más. Por lo general lo hacía cuando sucedían cosas que le<br />
entusiasmaban. Yo me sentía un poco <strong>de</strong>fraudado. Me pa recía que algo andaba mal; él había estado muy<br />
cal<strong>la</strong>do mientras volvíamos a casa y, <strong>de</strong>spués, mientras se preparaba para acostarse.<br />
De pronto <strong>Stephen</strong> me dio <strong>la</strong> espalda, poniéndose <strong>de</strong> cara a <strong>la</strong> pared. Preguntándome por qué lo hacía, me<br />
puse <strong>de</strong> pie lo bastante <strong>de</strong> prisa como para ver lágrimas en sus ojos.<br />
«¿Qué es lo que anda mal, hijo? ¿Qué es?»<br />
Se dio <strong>la</strong> vuelta, y advertí que se sentía algo azorado por <strong>la</strong>s lágrimas y el temblor <strong>de</strong> sus <strong>la</strong>bios y barbil<strong>la</strong>.<br />
«Papá, si yo tuviera frío, ¿también a mí me cubrirías con <strong>la</strong> chaqueta?»<br />
De todos los acontecimientos <strong>de</strong> aquel especial paseo nocturno, lo más importante para él había sido un<br />
pequeño acto <strong>de</strong> cariño: una <strong>de</strong>mostración momentánea e inconsciente <strong>de</strong> amor a su hermano pequeño.<br />
Para mí, aquello supuso entonces una lección personal y po<strong>de</strong>rosa, y sigue siéndolo todavía. Por <strong>de</strong>ntro,<br />
<strong>la</strong>s personas son muy tiernas y sensibles. No creo que <strong>la</strong> edad o <strong>la</strong> experiencia <strong>de</strong>terminen una diferencia<br />
importante. Por <strong>de</strong>ntro, incluso <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l exterior más rudo y duro, están los sentimientos y afectos tiernos <strong>de</strong>l<br />
corazón.<br />
Mantener los compromisos<br />
Mantener un compromiso o una promesa es un <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> suma importancia; romperlos representa un<br />
importante reintegro. De hecho, probablemente no haya reintegro <strong>de</strong> más peso que hacer una promesa<br />
importante y <strong>de</strong>spués no cumplir<strong>la</strong>. La próxima vez que volvamos a hacer una promesa, no nos creerán. La<br />
<strong>gente</strong> tien<strong>de</strong> a construir sus esperanzas en torno a promesas, en particu<strong>la</strong>r en promesas concernientes a su<br />
subsistencia básica.<br />
Como padre, he tratado <strong>de</strong> llevar a <strong>la</strong> práctica <strong>la</strong> filosofía <strong>de</strong> no hacer nunca una promesa que no pueda<br />
mantener. Por lo tanto, mis promesas son muy cuidadosas, muy pocas, y trato <strong>de</strong> ser consciente <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s<br />
variables y contingencias posibles, <strong>de</strong> modo que no sur ja <strong>de</strong> pronto algo que me impida cumplir<strong>la</strong>s.<br />
A veces, a pesar <strong>de</strong> mis esfuerzos, aparece lo inesperado, creando una situación en <strong>la</strong> que sería insensato<br />
o imposible mantener <strong>la</strong> promesa hecha. Pero valoro esa promesa. De todos modos <strong>la</strong> mantengo o le explico<br />
abiertamente <strong>la</strong> situación a <strong>la</strong> persona involucrada, y le pido que me libere <strong>de</strong> <strong>la</strong> promesa que le hice.<br />
Creo que si el lector cultiva el hábito <strong>de</strong> mantener siempre <strong>la</strong>s promesas que hace, ten<strong>de</strong>rá puentes <strong>de</strong><br />
confianza que pasen sobre <strong>la</strong>s brechas <strong>de</strong> incomprensión que puedan existir entre él y su hijo. Entonces,<br />
cuando el pequeño quiera hacer algo que uno no quiere que haga, y cuyas consecuencias pue<strong>de</strong> prever una<br />
persona madura, pero no el niño, po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cirle: «Hijo, si haces esto, te aseguro que esto otro será el<br />
resultado». Si en ese niño se ha cultivado <strong>la</strong> confianza en <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> los padres, en sus promesas, seguirá el<br />
consejo.<br />
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