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La Septuaginta contiene las siguientes traducciones de mô˓ed: kairos («tiempo»), eorte («fiesta;

festival»). Las traducciones católicas usan: «tienda del encuentro» (NBE, cf. LVP), «tienda de reunión» (BJ),

«tienda de las citas divinas» (BLA).

CONOCER, SABER

nakar ( 5234 , ), «conocer, considerar, reconocer, atender». Este verbo, que se encuentra tanto en

hebreo moderno como antiguo, aparece aproximadamente 50 veces en el Antiguo Testamento hebraico.

La primera vez es en Gn 27.23: «No lo reconoció» (LBA).

El significado básico del término tiene que ver con percepción mediante la vista, el tacto o el oído. A

veces la oscuridad hace imposible el reconocimiento (Rt 3.14). A menudo se reconocen a las personas por

sus voces (Jue 18.3). Nakar a veces tiene la acepción de «prestar atención a»; es una forma especial de

reconocimiento: «¡Bendito sea el que se haya fijado en ti!» (Rt 2.19 RVA).

El verbo puede significar «reconocer» una especie de percepción intelectual: «Ni su lugar lo volverá a

reconocer» (Job 7.10 RVA; cf. Sal 103.16). El sentido «distinguir» se encuentra en Esd 3.13: «Y por causa

del griterío, el pueblo no podía distinguir la voz de los gritos de alegría de la voz del llanto del pueblo»

(RVA).

נָכַר

yada˓ ( 3045 , ), «saber, entender, comprender, conocer». Este verbo aparece en ugarítico,

acádico, fenicio, arábigo (infrecuentemente) y en hebreo en todos los períodos. En la Biblia, el vocablo

aparece unas 1.040 veces (995 en hebreo y 47 en arameo).

En esencia, yada˓ significa: (1) saber por observación y reflexión, y (2) saber por experiencia. Un

ejemplo de la primera acepción sería Gn 8.11, donde Noé «comprendió» que las aguas habían disminuido

después de ver la hoja de olivo en el pico de la paloma; lo «supo» después de observar y reflexionar sobre

lo que había visto. En efecto, no vio ni experimentó personalmente que las aguas habían menguado. En

contraste con este «saber» que es fruto de la reflexión, encontramos el «saber» que viene de la experiencia

con los cinco sentidos, de examinar y demostrar, de reflexionar y considerar (saber de primera mano). Por

tanto yada˓ se usa como un paralelismo sinónimo de «oír» (Éx 3.7), «ver» (Gn 18.21), «percibir» y

«ver» (Job 28.7). José informó a sus hermanos que uno de ellos tendría que permanecer en Egipto para

que él pudiera «saber» si ellos eran o no hombres honrados (Gn 42.33). En el huerto de Edén, a Adán y

Eva se les prohibió comer del árbol cuyo fruto les daría la experiencia del mal y, por ende, el

conocimiento del bien y del mal. Por lo general, el corazón juega un papel importante en «saber»

(comprender). Debido a que experimentaron la presencia sustentadora de Dios durante su peregrinaje en

el desierto, los israelitas «comprendieron» en sus corazones que Dios les estaba disciplinando y cuidando

como un padre vela por un hijo (Dt 8.5). Un corazón desviado puede estorbar esta comprensión (Sal

95.10).

Hay un tercer significado que apunta al tipo de «saber» que uno aprende y puede expresar. Por

ejemplo, Caín dijo que no «sabía» que era guarda de su hermano (Gn 4.9) y Abram le dijo a Sarai que

«reconocía» que ella era una mujer hermosa (Gn 12.11 RVA). Uno puede llegar a «saber» cuando se lo

cuentan, en Lv 5.1 un testigo ve o de alguna manera «sabe» (porque se lo contaron). En esta acepción

«saber» tiene un sentido paralelo a «reconocer» (Dt 33.9) y «aprender» (Dt 31 12–13). De ahí que los

niños pequeños que aún no saben hablar no «distinguen» (RVA; «conocen» LBA; «saben» RV) el bien y el

mal (Dt 1.39), porque no lo han aprendido de modo que lo puedan comunicar a otros. En otras palabras,

su conocimiento no es tal como para distinguir entre el bien y el mal.

Además del «saber» esencialmente cognoscitivo ya discutido, el verbo tiene un lado que es puramente

empírico. El que «sabe» se involucra con (o en) el objeto de este «saber». Este es el caso de Potifar que

«no se preocupaba de nada» (LBA) (literalmente no «sabía de nada» (RV) acerca de lo que había en su casa

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