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Mientras que Adán obedeciera a Dios, la «tierra» rendiría su fruto. Por consiguiente, la «tierra» pertenece

a Dios y estando bajo su autoridad corresponde a los esfuerzos de su siervo (Gn 2.6). Con el pecado se

rompe la armonía entre el hombre y la «tierra», y esta ya no responde a su cuidado. Su vida se mueve

hacia adentro y hacia la muerte en lugar de hacia arriba y hacia la vida. A medida que crece la rebelión

humana disminuye la fertilidad del «suelo» (Gn 4.12, 14; cf. 8.21). En Abraham la redención prometida

(Gn 3.15) se manifiesta mediante una debida relación entre Dios y el hombre y entre este y la «tierra» (Gn

28.14–15). Bajo Moisés la productividad del «suelo» dependía de la obediencia del pueblo de Dios (cf. Dt

11.17).

˒erets ( 776 , ), «tierra (todo el mundo); tierra firme; suelo; entidad política; subsuelo». El

término tiene cognados en ugarítico, fenicio-púnico, moabita, acádico, arameo (donde los radicales son

˒rq o ˒r˓); y arábigo (˒rd). ˒erets aparece en la Biblia hebrea alrededor de 2.504 veces (22 en arameo

bíblico) y en todos los períodos. Expresa una cosmovisión que contradice los mitos antiguos así como las

teorías modernas que intentan explicar el origen del universo y de las fuerzas que los sostienen.

La palabra a menudo representa toda la superficie de este planeta y, junto con el mundo «celestial»,

describe la creación física total y cada cosa en ella. Esto es lo que significa la primera vez que se

menciona en la Biblia: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gn 1.1).

En primer lugar, ˒erets significa «tierra» la escena temporal de la actividad, experiencia e historia

humana. El mundo material comenzó cuando Dios «hizo la tierra con su poder», la «formó» y «extendió»

(Is 40.28; 42.5; 45.12, 18; Jer 27.5; 51.15). Por consiguiente, «de Jehová es la tierra» (Sal 24.1; Dt 10.1;

Éx 9.29; Neh 9.6). Ninguna parte de la «tierra» es independiente de Él porque «los confines de la tierra

son suyos», incluyendo «los montes», «los mares», «la tierra firme», «las profundidades de la tierra» (Sal

2.8; 95.4–5; Am 4.13; Jn 1.9).

˒erets a veces significa «tierra» a diferencia de mar o agua. Este uso se encuentra, por ejemplo, en Éx

20.11: «Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que hay en ellos

hay, y reposó en el séptimo día». El significado más restringido aparece por primera vez en Gn 1.10,

donde «llamó Dios a lo seco Tierra». En este contexto, «tierra» incluye desiertos, suelo de cultivo, valles

y montañas, todo lo que hoy conocemos como islas y continentes.

Dios creó la tierra para que se habitara (Is 45.18). Puesto que «tenía autoridad sobre la tierra», por ser

el Creador, decretó: «Produzca la tierra hierba verde … según su género» (Job 34.13; Gn 1.11). La

«tierra» nunca debía dejar de producir porque «mientras exista la tierra, no cesarán la siembra y la siega,

el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche» (Gn 8.22 RVA). «La tierra está llena de los

beneficios de Dios» y el género humano debía «multiplicarse y llenar la tierra» (Sal 104.24; Gn 1.28; 9.1).

Que nadie se imagine que la tierra es un mecanismo autónomo porque «Jehová reina» y «Él está sentado

sobre el círculo de la tierra», desde donde hace «llover sobre la faz de la tierra» (Sal 97.1; Is 40.22; 1 R

17.14).

Puesto que «los ojos de Jehovah recorren toda la tierra» (2 Cr 16.9 RVA; cf. Zac 4.10), Él observa que

«no hay hombre justo en la tierra» (Ec 7.20). En un principio, Dios se propuso raer «de sobre la faz de la

tierra a los hombres» (Gn 6.5–7). Aunque su ira se aplacó y prometió no volver «más a maldecir la tierra

… ni … a destruir todo ser viviente» (Gn 8.21), podemos estar seguros de que Él viene «a juzgar la tierra»

(Gn 7.16s; Sal 96.13). En aquel momento, a la ira del Señor «tiembla la tierra», la «vacía» y la «beberán

todos los impíos de la tierra» (Jer 10.10; Jl 2.10; Is 24.1; Sal 75.8). Con todo, Dios brinda una alternativa

para todos los que responden a su promesa: «Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra» (Is

45.22).

Lo que el Creador formó «en el principio» también tendrá su fin, porque Él creará «nuevos cielos y

nueva tierra» (Is 65.17; 66.22).

אֶרֶץ

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