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Los salmos imprecatorios claman por juicio contra los enemigos, reflejando la batalla en el mundo

invisible entre las tinieblas y la luz. Aunque los enemigos de David pasaron a ser sus «adversarios»,

siguió orando por ellos (Sal 109.4). Puesto que sus enemigos le pagaron mal por bien y odio por amor, el

rey ora: «Levanta contra él a un impío, y un acusador [satan] esté a su mano derecha» (Sal 109.6 RVA).

Cuando hablaron mal en contra de su alma, David reclama la retribución del Señor para sus «adversarios»

(Sal 109.20) y, finalmente, debido a que los acusadores de David tramaban tanto mal en su contra, pide

que sus acusadores sean vestidos de ignominia y confusión (Sal 109.29). En todos estos pasajes, Dios

actúa indirectamente al permitir que se levanten «adversarios» de su pueblo.

En otro caso, David mostró misericordia con los miembros de la casa de Saúl que le maldijeron y

desearon mala suerte cuando huyó de Absalón (2 S 16.5ss). David impidió que los jefes de su ejército

matasen a los de la familia de Saúl que se arrepintieron de sus delitos. El rey no quiso que sus jefes se

convirtieran en sus «adversarios» en un día de victoria y regocijo (2 S 19.22).

Dios también puede ser «adversario». Cuando Balam fue a maldecir a los hijos de Israel, Dios le

advirtió que no lo hiciera. Cuando el profeta se empeñó en hacerlo, Dios lo disciplinó: «Pero el furor de

Dios se encendió cuando él iba, y el ángel de Jehová se presentó en el camino como un adversario suyo»

(Nm 22.22 RVA). Dios se colocó como un «adversario» porque ninguna maldición podría deshacer los

pactos y acuerdos ya hechos con Israel.

Dios entabló una controversia en contra de Salomón. Cuando este añadió cada vez más mujeres

paganas a su harén, Dios se sintió sumamente molesto (Dt 17.17). Sin embargo, cuando el rey construyó

santuarios paganos para sus mujeres, Dios levantó «adversarios» contra él (1 R 11.14). Esta oposición

directa fue la causante de la insurrección de los edomitas y sirios contra Israel.

Otro caso de intervención especial fue cuando «Satanás [lit. «un adversario»] se levantó contra Israel e

incitó a David a que hiciese un censo de Israel» (1 Cr 21.1 RVA). (Puesto que en hebreo no se encuentra en

este caso un artículo definido, se trata literalmente de «un adversario».) En un pasaje paralelo, fue Dios el

que motivó a David a censar a Israel y Judá (2 S 24.1). Como en los casos en que Dios levanta un

«adversario» en contra de Salomón, aquí también Dios actúa directamente para probar a David con el fin

de enseñarle una lección importante. Dios pone a prueba a creyentes para que puedan tomar decisiones

justas y no depender de sus propias fuerzas.

En el libro de Job, la palabra Satan siempre va precedida del artículo definido (Job 1.6–12; 2.1–7),

por lo que el término aquí enfatiza el papel de Satanás como «el adversario». Dios permitió que Satanás

probara la fe de Job y el adversario impuso muchos males y dolores sobre el patriarca. Satanás no era

todopoderoso puesto que admitió su incapacidad de sobreponerse a la protección de Dios para con Job

(Job 1.10). Penetró la «cerca» solamente con la autorización divina y únicamente en instancias específicas

que demostrarían la justicia de Dios. Job fue el campo de batalla entre las fuerzas de las tinieblas y de la

luz. Aprendió que a Satanás podía derrotar si tomaba buenas decisiones y que Dios se glorifica en cada

circunstancia.

Zacarías narra una visión en que «Josué, el sumo sacerdote … estaba delante del ángel de Jehová y

Satanás estaba a su mano derecha para acusarle [lit. «en calidad de adversario»] (Zac 3.1 RVA). El Señor

reprende al «adversario» (Zac 3.2). Una vez más, Satanás entra en conflicto con los propósitos de Dios y

de sus ángeles, sin embargo el «adversario» no es todopoderoso y está sujeto a la reprensión de Dios

mismo.

Un uso más genérico de satan («adversario») se encuentra en 1 R 5.4 (RVA): «Pero ahora, Jehová mi

Dios me ha dado reposo por todas partes; no existe adversario ni calamidad». En otro caso, David se pasó

al lado de los filisteos; al intentar pelear con ellos en contra de Israel, algunos de los líderes de los filisteos

dudaron de la sinceridad de David, creyendo que sería un «adversario» en cualquier batalla entre los dos

ejércitos (1 S 29.4).

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