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mundo (Job 38.17) como el cielo, la morada de Dios (Gn 28.17), se describen como ciudades con

«pórticos».

Las «puertas» de las ciudades antiguas a veces encerraban plazas públicas o se situaban frente a ellas

(2 Cr 32.6). Las entradas (2 Cr 23.15) podían asegurarse con puertas pesadas que se sostenían con

bisagras bien afianzadas en pilares y reforzadas con barrotes (Jue 16.3; cf. Sal 147.13; Neh 3.3). Los

palacios llegaban a ser ciudadelas con sus propias «puertas» bien fortificadas de tamaño suficiente como

para que cupieran encima de ellas espaciosos recintos que los guerreros ocupaban durante los sitios.

También servían para acuartelar a los guardianes de la ciudad (Ez 40.7). A un cuarto como este ascendió

David para llorar la muerte de su hijo Absalón (2 S 18.33). Los cuartos contiguos a las «puertas» podían

usarse como almacenes de víveres para los sitios (Neh 12.25).

Los tribunales locales se convocaban ante las «puertas» de las ciudades: «Si tal hombre no quiere

tomar a su cuñada, entonces su cuñada irá a los ancianos, a la puerta de la ciudad, y dirá: Mi cuñado

rehúsa» (Dt 25.7 RVA). A veces era ante las «puertas» que se dictaminaban las sentencias: «Los aventaré

con aventador en las puertas del país; los privaré de hijos. Destruiré a mi pueblo» (Jer 15.7 RVA). En este

pasaje toda la tierra de Israel se trata como una ciudad a cuyas «puertas» Dios llevó a los culpables para

juicio, sentencia y castigo.

La frase «dentro de las puertas» significa «dentro del recinto». Por tanto, «el forastero que está dentro

de tus puertas» es un extranjero que vive permanentemente en una de las ciudades de Israel (Éx 20.10).

En pasajes como Dt 12.15 (LBA), esta misma frase quiere decir «dondequiera que vivas»: «Sin embargo,

podrás matar y comer carne dentro de todas tus puertas».

petaj ( 6607 , ), «puerta; abertura; entrada». Este vocablo aparece 164 veces en hebreo bíblico y

en todos los períodos.

Petaj se refiere básicamente a la «abertura por la que se entra en un edificio, una tienda, torre

(fortaleza) o ciudad». Abraham estaba sentado a la «puerta» de su tienda resguardándose del calor del día

cuando sus tres visitantes celestiales aparecieron (Gn 18.1). Lot se encontró con los hombres de Sodoma a

la «puerta, y cerró la puerta tras sí» (Gn 19.6). Los edificios mayores tenían puertas más grandes, por lo

que en Gn 43.19, petaj puede traducirse con el término más general de «entrada». Asimismo, en Gn

38.14: «Se puso [Tamar] a la entrada». Por eso, petaj se refería tanto a un lugar donde sentarse

(ubicación) como al espacio por donde entrar (un pasaje): «El altar del incienso y sus varas; el aceite de la

unción y el incienso aromático; la cortina de la puerta para la entrada del tabernáculo» (Éx 35.15).

Hay unos cuantos ejemplos de petaj que son dignos de mención. Por lo general, el término se refiere

a una parte planificada de alguna construcción, morada, casa o edificio; sin embargo, en Ez 8.8 se indica

una «entrada» que no estaba en los planes originales: «Y cavé en la pared, y he aquí una puerta».

Obviamente, no se trata propiamente de una puerta. El vocablo puede referirse a la «entrada» de una

cueva, como cuando Elías oyó el suave soplo que señalaba el fin de un violento fenómeno natural:

«Cubrió su cara con su manto, y salió y estuvo de pie a la entrada de la cueva» (1 R 19.13 RVA). En plural,

petaj a veces indica las mismas «puertas de una ciudad»: «Sus puertas [de Sion] lamentarán y se

enlutarán» (Is 3.26 RVA). Esta forma del nombre se usa también para denotar los labios; por ejemplo, en

Miq 7.5 el profeta lamenta la pésima moral de su pueblo y aconseja a sus oyentes a no confiar en nadie,

aconsejándoles a guardar sus labios (lit., las «aberturas» de sus bocas).

La primera vez que se usa, petaj sirve de metáfora. El corazón de los hombres se describe como una

casa o edificio a cuya «entrada» acecha el diablo listo para subyugarlo totalmente y destruir a su morador

(Gn 4.7).

פֶתַח

B. Verbo

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