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todas las cosas que les he mandado, y conforme a toda la ley que les mandó mi siervo Moisés» (2 R 21.8

RVA).

Se dice en sentido antropomórfico que Dios tiene «pies». Dios se reveló a si mismo con un pavimento

de zafiro tan claro como el cielo debajo de sus «pies» (Éx 24.10). Los autores de las Escrituras hablan de

Dios como aquel que tiene las tinieblas (Sal 18.9) y «nubes son el polvo de sus pies» (Nah 1.3 RVA), y que

envía una plaga desde sus «pies» (Hab 3.5). Se dice que sus «pies» reposan sobre la tierra (Is 66.1); el

templo es también donde descansan sus pies: «Yo haré glorioso el lugar de mis pies» (Is 60.13 RVA). En

forma similar, los serafines tienen «pies» que cubren con alas cuando están delante de la presencia de

Dios (Is 6.2); Ezequiel describe los «pies» de los serafines (Ez 1.7).

La Septuaginta ofrece las siguientes traducciones: pous («pie») y skelos («pierna»).

PIEDRA

˒eben ( 68 , ), «piedra». Una comparación entre las antiguas lenguas semíticas muestra que todos

tenían un término común para indicar «piedra»: ˒eben. Hay cognados filológicos (gramática) y

semánticos exactos (significados) en acádico, ugarítico, fenicio, arameo, antiguo arábigo meridional y en

varios dialectos etiópicos. El Antiguo Testamento griego (la Septuaginta) traduce ˒eben con lƒthos. El

vocablo se usa casi exclusivamente para indicar piedras movedizas, a diferencia de sela, «roca» y shûr

«peñasco» o «acantilado».

El nombre ˒eben se encuentra en el Antiguo Testamento 260 veces, alrededor de la misma cantidad

de veces en singular (y colectivo) como en plural. Aparece con más frecuencia en prosa que en poesía.

Palestina siempre ha sido famosa por las «piedras» que están en todas partes. Tan marcada en la mente

de los autores bíblicos estaba «piedra» que se usaba como símil (Éx 15.5), metáfora (Ez 11.19) e

hipérbole (1 R 10.27; 2 Cr 1.15; 9.27). En Palestina, la construcción en piedra era la regla y no la

excepción; tal es así que el autor bíblico hace alusión a la costumbre mesopotámica de usar ladrillos de

barro (Gn 11.3). Sin embargo, parece que los canteros en los tiempos de David estaban rezagados en su

arte porque en la construcción del palacio real se emplearon artesanos de Tiro (2 S 5.11).

Además de servir de material de construcción, las «piedras» eran usadas para cubrir pozos (Gn

29.3ss), depósitos de agua (Éx 7.19); se usaban además como pesas (Dt 25.13; Pr 11.1), para tirar con la

honda(1 S 17.49), plomadas (Is 34.11) y a veces para pavimentar (2 R 16.17). La Biblia habla también de

«piedras» de granizo (Jos 10.11; Ez 13.11ss). La costumbre israelita de enterrar en cuevas supone tumbas

de piedra (Is 14.19); en 3 ocasiones, cuando no fue posible enterrar cadáveres, se cubrieron con «piedras»

(Jos 7.26; 8.29; 2 S 18.17).

Las leyes del Pentateuco relacionadas con conceptos de pureza e impureza estipulaban que el castigo

por ciertos crímenes era el apedreamiento. La fórmula que se usaba al imponer el castigo incluía el verbo

ragam o saqal seguido por una preposición y el nombre ˒eben. Dentro de esta categoría de penas se

encuentran los crímenes de blasfemia (Lv 24.23; Nm 15.35–36), culto a Moloc (Lv 20.2), idolatría (Dt

13.10) y prostitución (Dt 22.21, 24). En sus orígenes, el apedreamiento fue simplemente un medio para

expulsar a delincuentes de la comunidad; sin embargo, en el antiguo Israel llegó a ser una forma de

imponer la pena de muerte con el fin de que la comunidad se librara del infractor, que se consideraba

impuro, sin necesidad de entrar en contacto físico con él.

Dentro del culto, se les prohibió estrictamente a Israel las pequeñas imágenes talladas en «piedra»

adoradas comúnmente en todo el Medio Oriente antiguo (Lv 26.1). Tallar una «piedra» para usos cúlticos

equivalía a profanarlo (Éx 20.25). Los altares y memoriales que se acostumbraba construir durante el

período patriarcal y de la conquista eran de «piedra» no labrada (Gn 28.18ss; 31.45; Jos 4.5; 24.26–27).

Al mismo tiempo, entre los objetos cúlticos en el tabernáculo en el desierto se encuentran que solo las

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