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ofrenda alzada, el muslo derecho de vuestros sacrificios de paz» (Lv 7.32 RVA; cf. Lv 10.14–15; Nm 6.20).

Sobra decir que estas contribuciones a los sacerdotes se daban para suministrar los alimentos básicos para

ellos y sus familias, puesto que su tribu, Leví, no recibió tierra donde pudieran cultivar su propio sustento.

Aunque todos los sacerdotes debían pertenecer a la tribu de Leví, por herencia paterna, no todos los

levitas ejercían el sacerdocio. Por una parte, eran demasiado numerosos. Es más, se requería que una parte

de ellos trabajara en el tabernáculo y después en el templo, en oficios de mantenimiento y limpieza. Es

fácil de entender el porqué cuando se piensa en todo lo que estaba involucrado en el sistema de sacrificios

(Dt 14.28–29). A decir verdad, los levitas vivían en diferentes partes de Israel, con la responsabilidad

social de las comunidades israelitas en que moraban. Al igual que las viudas, los huérfanos y los

residentes extranjeros, los levitas debía recibir el diezmo de lo que ofrendaba el pueblo para el Señor. Una

parte de los diezmos consistía del t e rûmah u «ofrenda alzada» para los sacerdotes, descendientes de

Aarón (cf. Nm 18.25–32).

Segundo, con el objeto de conseguir los materiales necesarios para la construcción del tabernáculo en

el desierto, se manda a Moisés recibir una «ofrenda» o t e rûmah. Dicha «ofrenda» consistiría de toda

suerte de metales y piedras preciosas, así como de materiales más corrientes de construcción como

madera y pieles (Éx 25.3–9). Cuando Moisés lo anunció al pueblo de Israel, dijo: «Tomad de entre

vosotros ofrenda para Jehová; todo generoso de corazón la traerá a Jehová; oro, plata, bronce» (Éx 35.5).

Y sigue una lista de los materiales que necesitarían (Éx 35.6–8). Las implicaciones de esta situación son

dos: el t e rûmah pertenece en realidad al Señor y debe ofrendarse libremente, de buena voluntad y con

corazón generoso. Durante el período del segundo templo, posterior al cautiverio, las contribuciones de

plata y oro y los vasos del templo se denominan «ofrenda para la casa de nuestro Dios» (Esd 8.25).

Tercero, el t e rûmah a veces era una «ofrenda» que cumplía la función de impuesto: la tasa

obligatoria que se cobraba a todo varón israelita mayor de veinte años de edad. El tributo era para el

mantenimiento del tabernáculo y posteriormente el templo (Éx 30.11–16). El monto del impuesto era el

mismo sin importar la situación económica del contribuyente:«Ni el rico pagará más de cinco gramos ni el

pobre menos cuando den el tributo al Señor como rescate de sí mismos» (Éx 30.15 NBE; «expiación por

vuestras personas» RVR). El impuesto se demandó como castigo por el censo de población masculina que

David hizo en contra de la voluntad de Dios (2 S 24.1). La función práctica de todo esto es que el tributo

brindaba el sustento que el santuario necesitaba. Otro ejemplo de t e rûmah con el sentido de impuesto se

encuentra en Pr 29.4: «Con justicia el rey da estabilidad al país; cuando lo abruma con tributos, lo

destruye» (NVI). Los duros impuestos de Salomón, que condujo a la division del reino pueden ser un caso

de este tipo (1 R 12).

Finalmente, encontramos un uso muy diferente de t e rûmah en Ez 45.1; 48.9, 20–21, donde se llama

«oblación» al pedazo de terreno sobre el que se construiría el templo del poscautiverio, junto con las casas

para sacerdotes y levitas. Esta extensión de terreno se denomina «ofrenda santa reservada» (Ez 48.20 BJ; o

«porción sagrada» LBA; cf. «coto sagrado» NBE; «zona sagrada» BPD) puesto que pertenece a Dios tanto

como el t e rûmah que se le entregaba en sacrificio.

qorban ( 7133 , ), «ofrenda; oblación; sacrificio». Qorban se encuentra en varias lenguas

semíticas como derivado del verbo «venir o acercar». Además de encontrarse en antiguo acádico con la

connotación de un «presente», hay una modalidad del verbo en ugarítico que indica la ofrenda de un

sacrificio. Se halla a lo largo de la historia del hebraico; en hebreo tardío o moderno tiene el significado

de «ofrenda» o «consagración». En la Septuaginta a menudo se traduce como «don».

Aunque la raíz, «venir o acercar», se encuentra prácticamente centenares de veces en el Antiguo

Testamento, el nombre derivado, qorban, aparece solamente unas 80 veces. Todos los casos excepto dos

se encuentran en Números y Levítico. Las dos excepciones están en Ezequiel (20.28; 40.43), un libro que

tiene mucha preocupación por lo litúrgico. El vocablo se usa por primera vez en Lv 1.2.

קָרְבָן

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