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(Mt 2.22; 1 Ti 6.15), donde «reyes» es, lit. «los que reinan»; (II) metafóricamente: (a) de creyentes (Ro

5.17), donde «reinarán en vida» indica la actividad de la vida en comunión con Cristo en su poder

soberano, que alcanzará su plenitud en el más allá; 1 Co 4.8a, de la soberbia carnal que pretendía un poder

que no debe ser ejercido hasta el más allá; (b) de la gracia divina (Ro 5.21); (c) del pecado (5.21; 6.12);

(d) de la muerte (5.14,17).

2. sumbasileuo (συμβασιλεύω, 4821), reinar juntamente con (sun, con, y Nº 1). Se utiliza del

futuro reinado de los creyentes juntamente y con Cristo en el Reino de Dios en manifestación (1 Co 4.8c:

«para que … reinásemos también juntamente con vosotros»); de aquellos que sufren con Cristo (2 Ti 2.12:

«Si sufrimos, también reinaremos con Él»; cf. Ap 20.6).

B. Nombre

basileia (βασιλεία, 932), es primariamente un nombre abstracto, que denota soberanía, poder

regio, dominio, p.ej., Ap 17.18, traducido «que reina», lit. «tiene (eco) reino (basileia)», como también

se traduce en RV (VM: «tiene el imperio»); luego, por metonimia, un nombre concreto, denotando el

territorio o pueblo sobre el que reina un rey (p.ej., Mt 4.8; Mc 3.24). Este término se utiliza especialmente

del Reino de Dios y de Cristo.

«El Reino de Dios es: (a) la esfera del gobierno de Dios (Sal 22.28; 145.13; Dn 4.25; Lc 1.52; Ro

13.1,2). No obstante, debido a que esta tierra es la escena de una rebelión universal contra Dios (p.ej., Lc

4.5, 6; 1 Jn 5.19; Ap 11.15-18), el Reino de Dios es (b) la esfera en la cual, en cualquier momento dado,

se reconoce su gobierno. Dios no ha cedido su soberanía frente a la rebelión, sea esta demoníaca o

humana, sino que ha declarado su propósito de afirmarla (Dn 2.44; 7.14; 1 Co 15.24,25). En el interim,

buscando obediencia bien dispuesta, Él dio su Ley a una nación y designó reyes para que administraran su

Reino sobre dicha nación (1 Cr 28.5). Israel, sin embargo, aunque declarando todavía una adhesión

nominal, se unió a la rebelión general (Is 1.2-4), y, después de que hubieran rechazado al Hijo de Dios (Jn

1.11; cf. Mt 21.33-43), fueron «excluidos» (véase Ro 11.15,20,25). Desde entonces Dios llama a los

hombres en todos lugares, sin distinción de raza ni de nacionalidad, para que se sometan voluntariamente

a su gobierno. Por ello se dice del Reino ahora que es «en misterio» (Mc 4.11), esto es, no se halla dentro

del campo de los poderes de observación naturales (Lc 17.20), sino que se discierne espiritualmente (Jn

3.3; cf. 1 Co 2.14). Cuando, en el futuro escatológico, Dios afirme su gobierno de una manera universal,

entonces el Reino lo será en gloria, esto es, será manifiesto para todos; cf. Mt 25.31-34; Flp 2.9-11; 2 Ti

4.1,18.

»Así, hablando de una manera general, las referencias al reino caen en dos categorías, la primera, en la

que se lo contempla como presente, e involucrando sufrimiento por parte de aquellos que entran en Él (2

Ts 1.5); la segunda, en la que se lo contempla como futuro y está asociado con recompensas (Mt 25.34), y

gloria (13.43). Véase también Hch 14.22.

»El principio fundamental del Reino es declarado en las palabras del Señor dichas en medio de un

grupo de fariseos: «el Reino de Dios está entre vosotros» (Lc 17.21); esto es, allí donde está el Rey, allí

está el Reino. Así, en este tiempo presente, y por lo que a esta tierra respecta, el lugar donde el Rey se

encuentra y donde se reconoce su gobierno es, primeramente, el corazón del creyente individual (Hch

4.19; Ef 3.17; 1 P 3.15); y luego en las iglesias de Dios (1 Co 12.3,5,11; 14.37); cf. Col 1.27, donde en

lugar de «en» se debe leer «entre».

»Y ahora, siendo que el Rey y su gobierno son objeto de rechazo, aquellos que entran en el Reino de

Dios entran en conflicto con todos los que rechazan adherirse a Él, así como con el deseo de comodidad, y

con la aversión al sufrimiento e impopularidad, consustanciales a todos. Por otra parte, los súbditos del

Reino son objeto del cuidado de Dios (Mt 6.33), y del Rey rechazado (Heb 13.5).

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