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16. pegnumi (πήγνυμι, 4078), afirmar, fijar (cf. prospegnumi, Hch 2.23, de la crucifixión). Se

usa de levantar una tienda (Heb 8.2), del «verdadero tabernáculo», el celestial y espiritual, que «levantó el

Señor, y no el hombre».

17. jupsoo (ὑψόω, 5312), levantar o alzar (relacionado con jupsos, altura). Se traduce con el verbo

levantar en Jn 3.14, de la serpiente de bronce; de Cristo en crucifixión (mismo pasaje, y 8.28; 12.32, 34);

de Capernaúm (Mt 11.23, TR; Lc 10.15, TR); véanse ENALTECER, EXALTAR.

LEVE

elafros (ἐλαφρός, 1645), de peso ligero, fácil de llevar. Se usa de la carga puesta por Cristo (Mt

11.30); de aflicción (2 Co 4.17).

LEY

A. Nombres

1. nomos (νόμος, 3551), relacionado con nemo, dividir, distribuir; significaba primariamente

aquello que es asignado; de ahí, uso, costumbre, y luego ley, ley prescrita por costumbre, o por estatuto.

El término ethos, costumbre, se retuvo para la ley no escrita, en tanto que nomos vino a ser el nombre

establecido para la ley en tanto que decretada por un estado y establecida como la norma para la

administración de la justicia.

En el NT se usa: (a) de ley en general (p.ej., Ro 2.12,13, expresándose allí un principio general

relacionado con la ley; v. 14b; 3.27: «¿Por cuál ley?», esto es, «¿Por razón de qué tipo de principios, ha

sido excluida la jactancia?»; 4.15b; 5.13, refiriéndose al período entre la transgresión de Adán y la

promulgación de la ley; 7.1a); contra aquellas gracias que constituyen el fruto del Espíritu «no hay ley»

(Gl 5.23). «El objetivo ostensible de la ley es el de reprimir las malas tendencias naturales del hombre en

su estado caído; pero en la experiencia la ley no solo resulta ineficaz, sino que en realidad provoca una

mayor actividad en estas tendencias. La intención del don del Espíritu es impulsar al creyente a una vida

en la que las tendencias naturales no tengan lugar, y producir en él las tendencias contrarias. La ley, por

ello, no tiene nada que decir en contra del fruto del Espíritu; por tanto, el creyente no solo no se encuentra

bajo la ley (v. 18), sino que la ley no halla lugar en su vida, en tanto que, y hasta allí donde, sea conducido

por el Espíritu» (de Notes on Galatians, por Hogg y Vine, p. 298).

(b) de una fuerza o influencia conduciendo a la acción (Ro 7.21,23a), «otra ley» (jeteros, en el

sentido de «diferente»);

(c) de la ley de Moisés, la ley del Sinaí: (1) con el artículo determinado (p.ej., Mt 5.18; Jn 1.17; Ro

2.15,18,20,26,27; 3.19; 4.15; 7.4,7,14,16,22; 8.3,4,7; Gl 3.10,12,19,21, 24; 5.3; Ef 2.15; Flp 3.6; 1 Ti 1.8;

Heb 7.19; Stg 2.9); (2) sin el artículo, destacándose con ello la ley de Moisés en su carácter como ley

(p.ej., Ro 2.14a; 5.20; 7.9, donde el acento en la cualidad recae en el hecho de que «el mismo

mandamiento que era para [que él creía que sería un medio de] vida», en realidad era «para [tenía el

efecto de revelar su verdadero estado de] muerte»; 10.4; 1 Co 9.20; Gl 2.16,19,21; 3.2,5,10a,11,18,23;

4.4,5,21a; 5.4,18; 6.13; Flp 3.5,9; Heb 7.16; 9.19; Stg 2.11; 4.11). Con relación a la afirmación de Gl 2.16

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