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hombres (Gl 3.15); (5) una ilustración no tomada de las Escrituras (1 Co 9.8); (6) probablemente = «para

utilizar una expresión figurada», según unos expositores, o «por motivos meramente humanos», según

otros; en el primer caso, se referiría al hecho de hablar mal de los hombres, con los que había contendido

en Éfeso como contra «bestias», cf. 1 Co 4.6 (1 Co 15.32); Lightfoot prefiere la segunda opción, pero

parece que la que tiene más sentido es la Nº (4). Véase también Ro 6.19, donde, sin embargo, el griego es

ligeramente diferente, anthropinos, «perteneciente a la humanidad»» (de Notes on Galatians, por Hogg

y Vine, p. 139); el significado es como en los Nº (5) y (6).

(g) en la frase «el hombre interior», la naturaleza espiritual personificada de los regenerados, el ser

interior del creyente (Ro 7.22), deleitándose en la Ley de Dios; en Ef 3.16, como la esfera del poder

renovador del Espíritu Santo; en 2 Co 4.16 (donde anthropos no se repite), en contraste con «el hombre

exterior», la estructura física, el hombre conocible por los sentidos; el hombre «interior» es idéntico al

«interior del corazón» (RVR; VM: «el hombre interior del corazón», 1 P 3.4).

(h) en las expresiones «el hombre viejo», «el hombre nuevo», que se hallan solo en las Epístolas de

Pablo, significando la primera la naturaleza irregenerada personificada como el yo anterior de un

creyente, que, habiendo sido crucificado con Cristo (Ro 6.6), tiene que ser considerado en la práctica

como tal, y del que tenemos que «despojarnos» (Ef 4.22; Col 3.9), siendo la fuente y el asiento del

pecado; la segunda, en cambio, «el nuevo hombre», significa la nueva naturaleza personificada como el

yo regenerado del creyente, naturaleza esta «creada según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Ef

4.24), y habiendo sido «puesta» en la regeneración (Col 3.10); siendo «conforme a la imagen del que lo

creó», teniendo entonces el creyente que «vestirse» de ello en una realización práctica de estos hechos.

(i) a menudo unido con otro nombre (p.ej., Mt 11.19, lit., «un hombre, un glotón»; 13.52, lit., «un

hombre, un dueño de casa»; 18.23: «un rey», lit., «un hombre, un rey»).

(j) como equivalente simplemente a «una persona», o «uno» o «una» (p.ej., Hch 19.16; Ro 3.28; Gl

2.16; Stg 1.19; 2.24; 3.8, como el pronombre tis, alguno).

(k) definidamente, con el artículo, de alguna persona en concreto (Mt 12.13; Mc 3.3,5); o con el

pronombre demostrativo y el artículo (p.ej., Mt 12.45; Lc 14.30). Para la frase «el Hijo del Hombre»,

véase Hijo del Hombre en HIJO, A, Nº 1. Para el «hombre de pecado» (2 Ts 2.3), véase anomia, en

INICUO, INIQUIDAD.

(l) en la frase «el hombre de Dios» (2 Ti 3.17), no utilizada como una designación oficial, ni

denotando una clase especial de creyentes; especifica lo que debiera ser cada uno de ellos, esto es, una

persona cuya vida y conducta representen la mente de Dios y cumpla su voluntad; lo mismo en 1 Ti 6.11:

«Mas tú, oh hombre de Dios». Los hay que lo consideran en el sentido en que se halla en el AT,

refiriéndose a un profeta actuando con un carácter distintivo, ostentando la autoridad divina; pero el

contexto es de un carácter tan general que confirma que aquí la designación es más inclusiva.

Notas: (1) En cuanto a filanthropia (Tit 3.4: «su amor para con los hombres»), véase AMAR, AMOR,

B, Nº 2. (2) En Ap 9.20, la RV y RVR traducen el genitivo plural de anthropos con el artículo: «los otros

hombres»; la VHA traduce «el resto de los hombres», y la VM: «el residuo de los hombres».

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