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Notas: (1) Para los sinónimos teknon y teknion véase Nº 2 más adelante. La diferencia entre los

creyentes como «niños, teknon, de Dios» e «hijos, huios, de Dios» se hace patente en Ro 8.14-21. El

Espíritu da testimonio a su espíritu que son «hijos de Dios», lit. «niños», teknon, y, como tales, son

herederos y coherederos con Cristo. Ello pone el acento sobre su nacimiento espiritual (vv. 16-17). Por

otra parte: «todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos, juios, de Dios», esto es,

«estos y no otros». La conducta de ellos da evidencia de la dignidad de su relación y semejanza con su

carácter. (2) Pais se traduce «hijo» en Jn 4.51; Hch 3.13,26; 4.27,30; véase más abajo, y Nº 3.

El Hijo de Dios

En este título, la palabra Hijo se usa en ocasiones (a) de relación, en ocasiones (b) de la expresión del

carácter. «Así, p.ej., cuando los discípulos se dirigieron a Él de este modo (Mt 14.33; 16.16; Jn 1.49),

cuando el centurión se refirió a Él de esta manera (Mt 27.54), probablemente querían decir que (b) Él era

una manifestación de Dios en forma humana. Pero en pasajes como Lc 1.32, 35; Hch 13.33, que se

refieren a la humanidad del Señor Jesús … la palabra se usa en el sentido (a).

»El mismo Señor Jesús usaba el título íntegro en ocasiones (Jn 5.25; 9.35; 11.4), y en las más

frecuentes ocasiones en que se refería a sí mismo como «el Hijo», se debe entender esta apelación como

una abreviación de «el Hijo de Dios», no de «el Hijo del Hombre». Este último título siempre es

expresado íntegramente (véase Lc 10.22; Jn 5.19, etc).

»Juan utiliza tanto la forma larga como la corta del título en su Evangelio (véase 3.16-18; 20.31, p.ej.)

y en sus Epístolas; cf. Ap 2.18. Lo mismo hace el escritor de Hebreos (1.2; 4.14; 6.6, etc.). Se debe

entender con ello la existencia de una relación eterna entre el Hijo y el Padre en la Deidad. Es decir, el

Hijo de Dios, en su relación eterna con el Padre, no posee este título porque hubiera empezado en algún

punto en el tiempo a derivar su ser del Padre (en cuyo caso no podría ser co-eterno con Él), sino debido a

que Él es y siempre ha sido la expresión de lo que el Padre es; cf. Jn 14.9, «el que me ha visto a mí, ha

visto al Padre». Las palabras de Heb 1.3, «el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de

su sustancia (la de Dios)», constituyen una definición de lo que se expresa con el título «Hijo de Dios».

Así, con este título lo que se expresa es la Deidad absoluta, no la Deidad en ningún sentido secundario ni

derivado» (de Notes on Galatians, por Hogg y Vine, pp. 99-100).

Otros títulos de Cristo como Hijo de Dios son: «su Hijo» (1 Ts 1.10; en Hch 3.13,26: «su Hijo» es

traducción de pais, véase Nº 3); «su propio Hijo» (Ro 8.32); «mi Hijo amado» (Mt 3.17); «su Hijo

unigénito» (Jn 3.16); «el Hijo de su amor» (Col 1.23, VM).

«El Hijo es el objeto eterno del amor del Padre (Jn 17.24), y el único Revelador del carácter del Padre

(Jn 1.14; Heb 1.3). Las palabras «Padre» e «Hijo» nunca se usan en el NT como sugerentes de que el

Padre existiera antes que el Hijo; el prólogo al Evangelio según Juan afirma de una manera distintiva que

el Verbo era ya «en el principio», y que este Verbo es el Hijo, que «fue hecho carne, y habitó entre

nosotros»» (de Notes on Thessalonians, por Hogg y Vine, pp. 46-47).

Al dirigirse al Padre en su oración en Juan 17, dice: «Me has amado desde antes de la fundación del

mundo». Así, en el pasado intemporal el Padre y el Hijo existían en esta relación, una relación de amor,

así como de absoluta Deidad. En este pasaje el Hijo da evidencia de que no había una mejor alegación en

la estimación del Padre que la del amor coeterno existente entre el Padre y El mismo.

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