La Velocidad de la Confianza (2)

o» entre sus amigos). Sin saberlo, también puso en práctica algunas de
las trece conductas: enfrentar la realidad, corregir los errores, lograr resultados,
cumplir los compromisos y mejorar. Al hacerlo, reforzó su propio
núcleo y también su relación con nosotros.
Después de ver el avance de Stephen (porque él se puso a prueba
y nuestra relación también, y logró salir airoso), siento realmente que
nuestra cuenta de confianza es mucho más rica que nunca. Aunque resultó
dolorosa, la situación nos proporcionó la oportunidad de aprender,
mejorar y fomentar la confianza.
Uno de los mayores obstáculos para fomentar y recuperar la confianza
es el paradigma superficial y bidimensional de que la vida ideal
está libre de retos. No es así. Todos vamos a tener que enfrentarnos a retos.
Vamos a cometer errores. Y otros cometerán errores que nos afectarán
a nosotros. Así es la vida. La cuestión es cómo respondemos a
todo eso, si decidimos priorizar los enormes dividendos a largo plazo de
la confianza por encima de las posibles satisfacciones temporales que
podamos obtener de actos que rompen esa confianza, de intentar justificar
la conducta de escasa confianza, de albergar rencor o de negarnos
a perdonar.
Estoy plenamente convencido de que en la mayoría de los casos,
priorizar la confianza (intentar fomentarla, hacerla crecer, recuperarla y
ampliarla) aporta dividendos personales y organizacionales que superan
con creces cualquiera otra elección. Por tanto, aunque intentar recuperar
la confianza puede resultar difícil, merece la pena. Incluso aunque
no se logre restaurar en la relación concreta en la que esté trabajando,
sus esfuerzos aumentarán su capacidad para infundir confianza en otras
relaciones.
Como ocurre en tantos otros aspectos de la vida, los fracasos pueden
crear oportunidades. Los retos y los errores pueden convertirse en
nuestras mejores oportunidades de aprender, crecer y mejorar. Con
esa idea en mente, vamos a ver qué podemos hacer para recuperar la
confianza: primero, cuando somos nosotros quienes la hemos traicionado,
y después cuando son los otros quienes lo han hecho. En ambos
casos, la clave se encuentra en los cuatro núcleos y las trece conductas.