La Velocidad de la Confianza (2)

luciamarquez9
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14.03.2022 Views

que el mejor enfoque consiste en no traicionar nunca la confianza. No debemos darla por hecho: es algo que hay que desarrollar, valorar, cuidar, proteger y conservar con esmero. Sin embargo, todos nosotros tendremos que vernos expuestos en algún momento (o en más de uno) a una confianza rota. En ocasiones hacemos estupideces. Cometemos un error en una relación personal o profesional, y nos enfrentamos a una cuenta de confianza casi vacía o incluso en números rojos. De pronto, la sospecha sustituye a la sinergia. Se rompe una asociación. Ya no se hacen negocios. Se divide una familia. Se busca la venganza. En otras ocasiones, podemos cometer un error desde la honestidad o demostrar alguna carencia en cuanto a nuestras capacidades, para descubrir después que nuestro comportamiento se está interpretando como una vulneración del carácter (que resulta mucho más difícil de recuperar). «¡Mira lo que has hecho!» «Pero no era mi intención...» «Pero sólo estaba intentando...» Como ya dije en el capítulo de introducción a las trece conductas, nuestro comportamiento no es lo único que influye en la confianza: también influyen las interpretaciones que los demás hacen de esas conductas y las conclusiones que sacan de las mismas. De nuevo, como dijo Nietzsche, «no existen los hechos, sólo interpretaciones». Recuerde que la gente tiende a juzgar a los demás basándose en la conducta y que se juzga a sí misma basándose en las intenciones. Así, la conducta mala pero bienintencionada puede llevar a los demás a adoptar una mala intención, lo que aumenta de manera significativa las pérdidas y la dificultad de recuperar la confianza. En la otra cara de la moneda, existen ocasiones en las que los demás rompen la confianza con nosotros y nos vemos enfrentados a la decisión de qué hacer al respecto. Por ejemplo, un socio que maneja mal los fondos, un miembro de un equipo que no cumple con sus responsabilidades, un proveedor que nos habla mal de otros del sector, un cónyuge que utiliza la tarjeta de crédito de manera impulsiva, un hijo que no respeta el horario... Nuestra respuesta a estas transgresiones de la confian-

za puede influir en las relaciones y las oportunidades empresariales, en las asociaciones cívicas, en nuestra felicidad personal y en la de nuestra familia... incluso en las generaciones sucesivas. Por tanto, ¿qué debemos hacer? ¿Es posible recuperar la confianza? ¿Es acertado, o una tontería, intentarlo siquiera? E l r e t o e s l a o p o r t u n i d a d Como dije en el capítulo 1, la idea de que la confianza no se puede recuperar una vez perdida es un mito. Aunque resulte difícil, en la mayoría de los casos se puede recuperar la confianza perdida (¡e incluso mejorarla!). Veamos un ejemplo: la noche que recibí la llamada de la policía para que fuese a recoger a mi hijo, detenido por exceso de velocidad, mi confianza en él cayó en picado. Jeri y yo habíamos dejado muy claras las condiciones para permitir a Stephen que condujese el coche familiar. Y el se mostró conforme con ellas. Lo que hizo fue transgredir conscientemente una de las condiciones más importantes: respetar las leyes. No obstante, la confianza que deseábamos ampliar con respecto a Stephen antes de su infracción no sólo se ha recuperado, sino que ha aumentado. Puedo decir honestamente que mi confianza en Stephen es infinitamente más grande hoy que antes de la experiencia. Y ello se debe, en gran parte, a lo que ocurrió durante el proceso posterior al episodio. Cuando Stephen admitió su transgresión, pidió disculpas e invirtió varios meses en superar los retos de pagar la multa y sufrir las consecuencias de sus actos, ganó en conocimiento y madurez y decidió no volver a adoptar esa posición nunca más. Su credibilidad personal aumentó. Reforzó su integridad y mejoró sus intenciones. Aumentó sus capacidades al hallar más formas maduras de enfrentarse a las decepciones. Logró resultados (actitudes mejores, hábitos mejores, conducir mejor hasta el punto de pasar a ser conocido como el conductor «segu-

que el mejor enfoque consiste en no traicionar nunca <strong>la</strong> confianza. No<br />

<strong>de</strong>bemos dar<strong>la</strong> por hecho: es algo que hay que <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>r, valorar, cuidar,<br />

proteger y conservar con esmero.<br />

Sin embargo, todos nosotros tendremos que vernos expuestos en algún<br />

momento (o en más <strong>de</strong> uno) a una confianza rota. En ocasiones hacemos<br />

estupi<strong>de</strong>ces. Cometemos un error en una re<strong>la</strong>ción personal o profesional,<br />

y nos enfrentamos a una cuenta <strong>de</strong> confianza casi vacía o<br />

incluso en números rojos. De pronto, <strong>la</strong> sospecha sustituye a <strong>la</strong> sinergia.<br />

Se rompe una asociación. Ya no se hacen negocios. Se divi<strong>de</strong> una familia.<br />

Se busca <strong>la</strong> venganza.<br />

En otras ocasiones, po<strong>de</strong>mos cometer un error <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> honestidad o<br />

<strong>de</strong>mostrar alguna carencia en cuanto a nuestras capacida<strong>de</strong>s, para <strong>de</strong>scubrir<br />

<strong>de</strong>spués que nuestro comportamiento se está interpretando como<br />

una vulneración <strong>de</strong>l carácter (que resulta mucho más difícil <strong>de</strong> recuperar).<br />

«¡Mira lo que has hecho!»<br />

«Pero no era mi intención...»<br />

«Pero sólo estaba intentando...»<br />

Como ya dije en el capítulo <strong>de</strong> introducción a <strong>la</strong>s trece conductas,<br />

nuestro comportamiento no es lo único que influye en <strong>la</strong> confianza: también<br />

influyen <strong>la</strong>s interpretaciones que los <strong>de</strong>más hacen <strong>de</strong> esas conductas<br />

y <strong>la</strong>s conclusiones que sacan <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mismas. De nuevo, como dijo<br />

Nietzsche, «no existen los hechos, sólo interpretaciones». Recuer<strong>de</strong> que<br />

<strong>la</strong> gente tien<strong>de</strong> a juzgar a los <strong>de</strong>más basándose en <strong>la</strong> conducta y que se<br />

juzga a sí misma basándose en <strong>la</strong>s intenciones. Así, <strong>la</strong> conducta ma<strong>la</strong><br />

pero bienintencionada pue<strong>de</strong> llevar a los <strong>de</strong>más a adoptar una ma<strong>la</strong> intención,<br />

lo que aumenta <strong>de</strong> manera significativa <strong>la</strong>s pérdidas y <strong>la</strong> dificultad<br />

<strong>de</strong> recuperar <strong>la</strong> confianza.<br />

En <strong>la</strong> otra cara <strong>de</strong> <strong>la</strong> moneda, existen ocasiones en <strong>la</strong>s que los <strong>de</strong>más<br />

rompen <strong>la</strong> confianza con nosotros y nos vemos enfrentados a <strong>la</strong> <strong>de</strong>cisión<br />

<strong>de</strong> qué hacer al respecto. Por ejemplo, un socio que maneja mal los<br />

fondos, un miembro <strong>de</strong> un equipo que no cumple con sus responsabilida<strong>de</strong>s,<br />

un proveedor que nos hab<strong>la</strong> mal <strong>de</strong> otros <strong>de</strong>l sector, un cónyuge<br />

que utiliza <strong>la</strong> tarjeta <strong>de</strong> crédito <strong>de</strong> manera impulsiva, un hijo que no respeta<br />

el horario... Nuestra respuesta a estas transgresiones <strong>de</strong> <strong>la</strong> confian-

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