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La Velocidad de la Confianza (2)

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E l i m p u e s t o d e c o n f ia n z a<br />

<strong>La</strong>s importantes consecuencias prácticas que implica <strong>la</strong> dimensión<br />

económica <strong>de</strong> <strong>la</strong> confianza propician que, en muchas re<strong>la</strong>ciones, paguemos<br />

un impuesto oculto por <strong>la</strong> escasa confianza ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento,<br />

sin saberlo siquiera.<br />

Hace tres veranos, cuando mi hijo Stephen cumplió dieciséis años,<br />

consiguió su primer trabajo. Estaba muy emocionado; iba a ser encargado<br />

<strong>de</strong> una he<strong>la</strong><strong>de</strong>ría.<br />

<strong>La</strong>s primeras dos semanas, todo fue muy bien y se puso contentísimo<br />

cuando recibió su primer sueldo. Abrió el sobre y observó con expectación<br />

el cheque. De repente, frunció el entrecejo.<br />

— ¡Papá, se han equivocado! —exc<strong>la</strong>mó pasándome el papel con<br />

brusquedad—. Mira, han contado mal.<br />

—¿Qué quieres <strong>de</strong>cir? —pregunté repasando el papel.<br />

—Mira ahí —dijo señalándolo—. Se supone que gano 8 dó<strong>la</strong>res <strong>la</strong><br />

hora. He trabajado 40 horas; <strong>de</strong>berían ser 320 dó<strong>la</strong>res, ¿no?<br />

Miré el papel y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, había trabajado 40 horas y el cheque<br />

sólo ascendía a 260 dó<strong>la</strong>res.<br />

Yo le dije:<br />

—Es cierto, Stephen; pero mira un poco más arriba. Aquí, en esta<br />

parte <strong>de</strong>l cheque. ¿Ves don<strong>de</strong> dice: «impuesto fe<strong>de</strong>ral sobre <strong>la</strong> renta»?<br />

—¿Cómo? —replicó incrédulo—. ¿Quieres <strong>de</strong>cir que estoy pagando<br />

impuestos?<br />

—Pues sí —contesté—. Y más aún; mira lo que dice aquí: «impuesto<br />

estatal», «seguridad social», «seguro médico Medicare»...<br />

—Pero, papá —protestó casi gimiendo—, ¡si yo no lo necesito!<br />

—No, hijo, tú no —repliqué—, ¡pero el abuelo sí! Bienvenido al<br />

mundo real.<br />

Posiblemente, a nadie le gusta pagar impuestos. Pero lo hacemos<br />

porque prestan un valioso servicio social (y también porque <strong>la</strong> ley nos<br />

obliga). Pero ¿qué ocurriría si ni tan siquiera supieras que estás pagando<br />

impuestos? ¿Qué ocurriría si estuvieran ocultos, si los <strong>de</strong>dujeran ya<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> un principio sin que fuéramos conscientes <strong>de</strong> ello? Y ¿qué ocu-

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