La Velocidad de la Confianza (2)
Decidí que íbamos a colaborar en las negociaciones. Teníamos entre manos un asunto cordial, y no había ninguna razón para no poner las cartas sobre la mesa. Llamé a una persona en la que tanto Jim como yo confiábamos: Rajat Gupta, jefe de McKinsey. Instó a Jim a proponerme un planteamiento de libro abierto respecto a las sinergias de costo y a echar un vistazo a la tecnología de Gillette para el futuro. Jim y yo colaboramos sin necesidad de los típicos asesores. En un momento dado, Jim me preguntó: «¿No te acompaña ningún banquero?». «No necesitamos banqueros», respondí. «¿Tampoco traes abogados?», insistió. «No necesitamos abogados», fue mi respuesta [...]. Aquélla fue una señal muy importante de que teníamos confianza mutua.1 Este último punto es un ejemplo de la transferencia de la confianza. Rajat Gupta, de McKinsey, actuó como lo que yo denomino un «puente de confianza» entre las dos partes. Dado que cada una de las partes confiaba en el mismo individuo, y que éste había expresado su confianza en cada parte al otro, las dos partes pudieron transferir su confianza entre sí. No estoy sugiriendo que el modo de obrar de Warren Buffett o de A. G. Lafley en estas fusiones sea el único en el mundo de la empresa. Podría ocurrir que se reúna con alguien, selle su trato con un apretón de manos y prescinda de la diligencia debida para acabar descubriendo que ha comprado un almacén que ni siquiera existe. De hecho, durante una pausa en uno de mis programas, una mujer me dijo que había tenido una experiencia terrible por extender la confianza. «Hace un tiempo, adquirí una empresa. Durante las negociaciones, cuando empecé a hablar sobre la necesidad de un contrato individual de trabajo, el director general de la empresa que iba a comprar me dijo que no quería el contrato. “Mire, usted va a comprar mi empresa. Tiene que confiar en mí. Si no confía en mí, ¿por qué iba a comprar mi empresa?”, me dijo. Me pareció un argumento muy lógico, así que respondí: “De acuerdo, confío en usted”». Según la mujer, sin embargo, cuando cerraron el acuerdo, el director (del que ella necesitaba desesperadamente su experiencia y sus contactos) provocó todo tipo de estragos y ame-
nazó con abandonar si no le pagaba más. El hecho de no haber firmado un contrato estuvo a punto de convertir el acuerdo en un desastre total. Al final, la mujer perdió la esperanza en la ampliación de la confianza. Usted no quiere ser un incauto ni un eterno optimista. No quiere extender la confianza de manera indiscriminada o irreflexiva. Si lo hiciera, le dejarían pelado. Acabaría quemado. Pero tampoco quiere negar la confianza si ampliarla puede reportarle grandes beneficios. La última sección de este libro trata sobre el hecho de inspirar confianza. En ella trataremos en profundidad cuándo y cómo ampliar la «confianza inteligente» para minimizar los riesgos y no verse atrapado en situaciones como la que le ocurrió a la mujer del ejemplo anterior. En este capítulo, sin embargo, sólo quiero señalar que en la mayoría de los casos, extender la confianza ejerce un extraordinario impacto positivo en las relaciones y en la cultura. Si duda, es uno de los mejores métodos, y de los más rápidos, de establecer y desarrollar la confianza, y éste es el aspecto en el que nos centraremos a continuación. Q u é o c u r r e c u a n d o a m p l ía l a c o n f ia n z a Extender la confianza se basa en los principios de facultamiento, reciprocidad y la creencia fundamental de que la mayoría de las personas son dignas de confianza, quieren infundir confianza y actúan con confianza cuando la reciben. Lo contrario de extender la confianza es negarla, lo que provoca un costo enorme en todos los casos, y en especial en las organizaciones. ¿Por qué un porcentaje tan bajo de empleados confían en sus superiores? Sin duda, las razones son muy diversas, pero sostengo que una de las más importantes es que los líderes no confían en su gente, y esta desconfianza genera reciprocidad. Así, los superiores son en realidad coautores de la desconfianza de sus empleados. Se convierte en un círculo vicioso: las personas tienden a no confiar en quienes no confían en ellas.
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Decidí que íbamos a co<strong>la</strong>borar en <strong>la</strong>s negociaciones. Teníamos entre<br />
manos un asunto cordial, y no había ninguna razón para no poner <strong>la</strong>s cartas<br />
sobre <strong>la</strong> mesa. L<strong>la</strong>mé a una persona en <strong>la</strong> que tanto Jim como yo confiábamos:<br />
Rajat Gupta, jefe <strong>de</strong> McKinsey. Instó a Jim a proponerme un<br />
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sin necesidad <strong>de</strong> los típicos asesores. En un momento dado, Jim me preguntó:<br />
«¿No te acompaña ningún banquero?». «No necesitamos banqueros»,<br />
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abogados», fue mi respuesta [...]. Aquél<strong>la</strong> fue una señal muy importante<br />
<strong>de</strong> que teníamos confianza mutua.1<br />
Este último punto es un ejemplo <strong>de</strong> <strong>la</strong> transferencia <strong>de</strong> <strong>la</strong> confianza.<br />
Rajat Gupta, <strong>de</strong> McKinsey, actuó como lo que yo <strong>de</strong>nomino un «puente<br />
<strong>de</strong> confianza» entre <strong>la</strong>s dos partes. Dado que cada una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s partes<br />
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No estoy sugiriendo que el modo <strong>de</strong> obrar <strong>de</strong> Warren Buffett o <strong>de</strong><br />
A. G. <strong>La</strong>fley en estas fusiones sea el único en el mundo <strong>de</strong> <strong>la</strong> empresa.<br />
Podría ocurrir que se reúna con alguien, selle su trato con un apretón<br />
<strong>de</strong> manos y prescinda <strong>de</strong> <strong>la</strong> diligencia <strong>de</strong>bida para acabar <strong>de</strong>scubriendo<br />
que ha comprado un almacén que ni siquiera existe. De hecho, durante<br />
una pausa en uno <strong>de</strong> mis programas, una mujer me dijo que había tenido<br />
una experiencia terrible por exten<strong>de</strong>r <strong>la</strong> confianza. «Hace un tiempo,<br />
adquirí una empresa. Durante <strong>la</strong>s negociaciones, cuando empecé a<br />
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general <strong>de</strong> <strong>la</strong> empresa que iba a comprar me dijo que no quería<br />
el contrato. “Mire, usted va a comprar mi empresa. Tiene que confiar<br />
en mí. Si no confía en mí, ¿por qué iba a comprar mi empresa?”, me<br />
dijo. Me pareció un argumento muy lógico, así que respondí: “De<br />
acuerdo, confío en usted”». Según <strong>la</strong> mujer, sin embargo, cuando cerraron<br />
el acuerdo, el director (<strong>de</strong>l que el<strong>la</strong> necesitaba <strong>de</strong>sesperadamente<br />
su experiencia y sus contactos) provocó todo tipo <strong>de</strong> estragos y ame-