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La Velocidad de la Confianza (2)

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Jeri y yo habíamos sido c<strong>la</strong>ros con Stephen sobre <strong>la</strong>s expectativas:<br />

«Si no respetas <strong>la</strong>s normas, per<strong>de</strong>rás el privilegio <strong>de</strong> conducir». Ahora<br />

era cuestión <strong>de</strong> hacer que se responsabilizara <strong>de</strong> <strong>la</strong> situación. Y no era<br />

fácil, como sabrá cualquier padre <strong>de</strong> un adolescente. Nos dimos cuenta<br />

<strong>de</strong> que <strong>la</strong> vida era mucho más sencil<strong>la</strong> ahora que Stephen disponía <strong>de</strong> su<br />

propio medio <strong>de</strong> transporte y co<strong>la</strong>boraba <strong>de</strong> vez en cuando en algún recado.<br />

Si manteníamos el acuerdo, íbamos a per<strong>de</strong>r todos esos beneficios.<br />

A<strong>de</strong>más, sentía un poco <strong>de</strong> lástima por él. Sólo tenía dieciséis años.<br />

<strong>La</strong> multa era enorme. ¿Cómo iba a pagar<strong>la</strong>? ¿Qué iba a significar este<br />

episodio para su reputación y su re<strong>la</strong>ción con sus amigos? ¿Y para su re<strong>la</strong>ción<br />

con nosotros?<br />

Entendí que, en realidad, no teníamos opción. Stephen tenía que<br />

responsabilizarse hasta <strong>la</strong>s últimas consecuencias. Y nosotros teníamos<br />

que hacer que cumpliese con esa responsabilidad. Si no, ¿cómo iba a<br />

sentir que podía confiar en nosotros? ¿Y cómo lograríamos que nuestros<br />

otros hijos confiasen también en nosotros? Sin duda, esta cuestión<br />

no sólo afectaba a Stephen, sino a toda <strong>la</strong> familia.<br />

Al final, Stephen pagó <strong>la</strong> multa. Le costó 555 dó<strong>la</strong>res, casi todos sus<br />

ahorros <strong>de</strong> su trabajo <strong>de</strong> verano. Aunque <strong>la</strong>s autorida<strong>de</strong>s no le retiraron<br />

el permiso <strong>de</strong> conducir, lo hicimos nosotros (no para siempre, sino durante<br />

los meses que acordamos). Fue durísimo para él, pero aprendió<br />

una lección. Des<strong>de</strong> entonces es un conductor modélico. De hecho, se ha<br />

ganado fama <strong>de</strong> conductor pru<strong>de</strong>nte entre sus amigos. Cuando éstos<br />

van a salir y sus padres les dicen que tengan cuidado, los chicos siempre<br />

contestan medio en broma: «No se preocupen: ¡vamos con Covey!». Y<br />

eso es sinónimo <strong>de</strong> respetar los límites <strong>de</strong> velocidad, llevar puestos los<br />

cinturones y obe<strong>de</strong>cer <strong>la</strong>s normas.<br />

Un gran ejemplo sobre <strong>la</strong> responsabilidad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más en el trabajo<br />

es Ursu<strong>la</strong> Burns, presi<strong>de</strong>nta <strong>de</strong> Business Group Operations <strong>de</strong> Xerox.<br />

Burns es una parte indispensable <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> Anne Mulcahy, directora<br />

general, y <strong>de</strong>l progreso <strong>de</strong> <strong>la</strong> empresa. En análisis <strong>de</strong> operaciones, su<br />

estilo ha consistido en requerir a <strong>la</strong>s personas que no cumplen sus objetivos.<br />

Como Mulcahy explicó en Fortune, «Burns <strong>de</strong>cía: “Jim, has fal<strong>la</strong>do;<br />

explícanos qué ha pasado”».* Burns no era cruel, pero sí imp<strong>la</strong>cable.

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