La Velocidad de la Confianza (2)
céptica y cínica (de forma muy parecida a la reacción de mucha gente ante los políticos y sus constantes evasivas). Entonces, cuando tiene lugar el duro cambio (despido, reestructuraciones o fusiones), la gente no concede el beneficio de la duda a aquello que dice o hace la dirección. En cambio, pone trabas a todo lo que venga de arriba. A veces prácticas enteras quedan secuestradas por culpa de un ciclo descendente de rodeos y actuaciones de cara a la galería, lo que reduce la confianza y crea un «gravamen de retención» allá donde la gente oculta información y «se guarda ases en la manga». Como resultado, las empresas a menudo realizan tres reuniones en vez de una: las prerreuniones (para prepararse y establecer posturas), las reuniones en sí (donde, a causa de todos los rodeos y ocultación de información, se discuten muy poco los temas que convendría tratar) y, finalmente, las «reuniones después de las reuniones» (reuniones más pequeñas en las que tiene lugar la verdadera discusión y en las que se abordan los temas que realmente conviene tratar). Cuando una práctica queda atrapada en un ciclo descendente de rodeos y ocultación de información, se requiere mucho valor para hablar con franqueza. Quizá recuerde el cuento de Hans Christian Andersen, El nuevo vestido del emperadord Un emperador cae en el juego de dos charlatanes que dicen que pueden tejer una tela mágica que es invisible para todos aquellos que son tontos o que son unos ineptos para la posición que ocupan. Como no quieren parecer tontos o ineptos, a todos los que les muestran la tela (incluido el emperador) les da por elogiar su calidad. Pronto (a pesar de lo que resulta obvio) todo el mundo queda atrapado en una sarta de adulaciones y falsedades, siguiendo las «directrices de la compañía». Cuando el emperador finalmente se pone el «vestido» elaborado con esta tela en un desfile público, toda la gente que llena las calles empieza a decir: «oooh» y «ahhh». Hasta que un niño dice: «¡Pero si no lleva nada puesto!». Y cuando la gente se da cuenta de la verdad, todos empiezan a gritar: «¡Pero si no lleva nada puesto!». Cuando la gente tiene el valor de romper el ciclo de rodeos y en cambio habla claro, tienen lugar cosas sorprendentes. La comunicación es clara; las reuniones, escasas, breves y concisas. La confianza aumen-
Como todas las otras conductas, hablar con franqueza se puede llevar demasiado lejos. Conocí un líder que, en nombre de hablar con franqueza, justificaba la comunicación cruel y brutal. O bien no sabía el daño que su actitud tenía sobre los demás y sobre la confianza depositada, o bien lo sabía y lo hacía igualmente (y en este caso, su «hablar con franqueza» se convertía en una enorme debilidad). Mientras que hablar con franqueza es vital para establecer la confianza, en la mayor parte de las situaciones hace falta suavizarlo mediante un poco de mano izquierda, tacto y buen criterio. Esto se me quedó grabado indeleblemente en mi cabeza en una ocasión, cuando nuestra familia estaba de vacaciones en la playa y decidí tomar un baño. Cuando me quité la camisa, mi hija de tres años exclamó: «¡Hala, papá! ¡Vaya barrigota que tienes!». Desgraciadamente, eso fue hablar con franqueza... pero ¡sin suavizarlo con un poco de tacto ni una pizca de consideración! Estos sencillos ejemplos afirman que las conductas necesitan equilibrarse las unas con las otras y que los cuatro núcleos proporcionan un criterio que lo mantendrá en el «punto óptimo» de la curva de campana. Cuando se mezcla el valor (la integridad) con una agenda que proporciona verdaderos beneficios comunes (las intenciones), con la habilidad para afrontar situaciones directamente (las capacidades) y un núcleo con el cual crear la confianza (los resultados), se cuenta con el criterio que le permite hablar con franqueza de modo que aumente la confianza considerablemente. H A B LE C O N FR A N Q U EZA EN EL H O G A R Hablar sin rodeos es importante no sólo en la vida empresarial, sino en las relaciones personales y familiares. Sobre todo en estas relaciones íntimas a menudo es útil dar pie a la discusión declarando sus intenciones; especialmente si ha de decir o escuchar cosas desagradables. Buenos ejemplos de hablar con franqueza en casa son:
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Cuando una práctica queda atrapada en un ciclo <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> ro<strong>de</strong>os<br />
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con franqueza. Quizá recuer<strong>de</strong> el cuento <strong>de</strong> Hans Christian An<strong>de</strong>rsen, El<br />
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Pronto (a pesar <strong>de</strong> lo que resulta obvio) todo el mundo queda atrapado<br />
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