La Velocidad de la Confianza (2)
Son materia de juicio. (Se pueden poner en práctica inmediatamente.) Son universales. (Se pueden aplicar a cualquier tipo de relación: con el jefe, los iguales, los socios, clientes, esposa, hijos, familiares o amigos. También se pueden aplicar a cualquier tipo de organización: negocios, gobierno, educación, medicina u organizaciones sin ánimos de lucro; y en cualquier entorno cultural, aunque las aplicaciones prácticas específicas pueden variar.) Les puedo prometer que estas trece conductas incrementarán considerablemente su capacidad de establecer confianza en todas las relaciones, tanto personales como profesionales.
LAS TRECE CONDUCTAS No puedes convencerte para salir de un problema en el que te has metido solo. ¡No, pero puedes «sacarte» del problema en el que te has metido solo... y, a menudo, más rápido de lo que te crees! S t e p h e n R. C o v e y Pocos años después de casarnos, Jeri y yo nos mudamos a Boston, donde yo iba a la escuela de administración de empresas. Nuestro hijo Stephen tenía un año de edad entonces. Una semana mis padres vinieron en avión para visitarnos. Nos invitaron a cenar a un buffet libre, y yo estaba tan contento de estar con ellos que me temo que volví a mi infancia. Rápidamente llené mi plato de comida, me senté y empecé a reír y a recordar los viejos tiempos con mis padres, que se habían adelantado para ocupar una mesa. Al hacerlo, prácticamente dejé de lado a Jeri, que todavía estaba en la cola viéndoselas con nuestro bebé de un año y su bolsa de pañales, e intentando servir su plato y el suyo. Finalmente se reunió con nosotros, pero a lo largo de toda la tarde siguió centrada en el bebé y no habló mucho. Cuando volvimos a casa, suspiré con satisfacción y dije: —Es genial tener a mis padres aquí, ¿verdad? —Entonces me giré hacia ella y añadí—: ¡Cuánto te quiero! —No, no me quieres —dijo ella. Sorprendido, repliqué: —¡Claro que sí! —¡No me quieres..., Freddy!
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LAS TRECE CONDUCTAS<br />
No pue<strong>de</strong>s convencerte para salir <strong>de</strong> un problema<br />
en el que te has metido solo.<br />
¡No, pero pue<strong>de</strong>s «sacarte» <strong>de</strong>l problema en<br />
el que te has metido solo... y, a menudo, más<br />
rápido <strong>de</strong> lo que te crees!<br />
S t e p h e n R. C o v e y<br />
Pocos años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casarnos, Jeri y yo nos mudamos a Boston,<br />
don<strong>de</strong> yo iba a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> <strong>de</strong> administración <strong>de</strong> empresas. Nuestro hijo<br />
Stephen tenía un año <strong>de</strong> edad entonces. Una semana mis padres vinieron<br />
en avión para visitarnos. Nos invitaron a cenar a un buffet libre, y yo<br />
estaba tan contento <strong>de</strong> estar con ellos que me temo que volví a mi infancia.<br />
Rápidamente llené mi p<strong>la</strong>to <strong>de</strong> comida, me senté y empecé a reír<br />
y a recordar los viejos tiempos con mis padres, que se habían a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntado<br />
para ocupar una mesa. Al hacerlo, prácticamente <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> <strong>la</strong>do a Jeri,<br />
que todavía estaba en <strong>la</strong> co<strong>la</strong> viéndose<strong>la</strong>s con nuestro bebé <strong>de</strong> un año y<br />
su bolsa <strong>de</strong> pañales, e intentando servir su p<strong>la</strong>to y el suyo. Finalmente se<br />
reunió con nosotros, pero a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> toda <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> siguió centrada en<br />
el bebé y no habló mucho.<br />
Cuando volvimos a casa, suspiré con satisfacción y dije:<br />
—Es genial tener a mis padres aquí, ¿verdad? —Entonces me giré<br />
hacia el<strong>la</strong> y añadí—: ¡Cuánto te quiero!<br />
—No, no me quieres —dijo el<strong>la</strong>.<br />
Sorprendido, repliqué:<br />
—¡C<strong>la</strong>ro que sí!<br />
—¡No me quieres..., Freddy!