La Velocidad de la Confianza (2)

luciamarquez9
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14.03.2022 Views

mismo o, lisa y llanamente, fe. En la época moderna, se ha popularizado gracias al musical My Fair Lady, la historia de un Pigmalión moderno donde las expectativas de un profesor de fonética se convierten en el catalizador que inspira la transformación de una florista cockney en una dama. El principio, sencillamente, es éste: tendemos a conseguir lo que esperamos, tanto de nosotros mismos como de otras personas. Cuanto mas esperamos, más solemos conseguir; y cuanto menos esperamos, menos solemos conseguir. Este fenómeno se manifestó con toda claridad en un estudio de 1968 realizado por el doctor Robert Rosenthal,10donde dijeron a unos profesores que, en función de los tests de CI, los alumnos de un grupo de control sacaban buenas notas, aunque en realidad estaban agrupados de forma aleatoria. Cuando examinaron a los alumnos varios meses después, los estudiantes del grupo de control obtuvieron unos resultados sensiblemente mejores que los demás. Las elevadas expectativas de los profesores con respecto a los alumnos se habían traducido en un mayor aprendizaje por parte de estos últimos. En nuestras propias vidas, tener una mentalidad donde se espera ganar incrementa las probabilidades de hacerlo. Nos ayuda a lograr mejores resultados; y los mejores resultados contribuyen a aumentar la credibilidad y la confianza en nosotros mismos, lo que suscita una expectativa más positiva sobre nosotros mismos y mayores probabilidades de ganar; y el ciclo ascendente continúa. Se convierte en una profecía que se cumple por su propia naturaleza. Como ha observado la catedrática de la Harvard Business School y escritora Rosabeth Moss Kanter: «La confianza consiste en expectativas positivas sobre resultados favorables [...], el ganar propicia ganar, porque genera confianza en cuatro niveles». El primero de estos niveles, según esta autora, es la «confianza en uno mismo: un clima emocional de elevadas expectativas». El segundo nivel es la «confianza mutua». 1 Por consiguiente, si desea mejorar sus resultados, espere ganar, no sólo por usted mismo, sino también por su equipo; no a cualquier precio, sino honradamente; no a costa de otros, sino junto con otros. Espe-

ar ganar —y esperar que los demás ganen— constituye un planteamiento esencial para contribuir a que se cumpla. 3. Manténgase firme hasta el final Un año, mi hijo Stephen, destacado jugador de fútbol americano y capitán del equipo de su instituto, decidió que quería pasarse al baloncesto. Formó un equipo pero, para gran desilusión suya, no pasaba de mediocre, por lo que estuvo casi todo el año en el banquillo. Un mes antes de finalizar la temporada, se lesionó el hombro y el médico le dijo que no iba a jugar más en lo que quedaba del año. Su respuesta inicial fue abandonar el equipo. Estaba lesionado y no iba a jugar, por lo que pensaba que no había motivo para seguir con el equipo. Pero Jeri y yo pensábamos de otra manera. Para nosotros, había un principio en juego. Stephen era miembro de un equipo y el equipo seguía jugando; que jugara o no era indiferente, el equipo necesitaba su apoyo. En un primer momento, Stephen se quejó y dijo que iba a ser una pérdida de tiempo. Incluso recurrió a donde más nos duele a los padres: «¡Pero, papá, podría estar estudiandol». Sin embargo, al final aguantó y se quedó en el equipo hasta que finalizó la temporada. Ayudaba en los entrenamientos; apoyaba al equipo, y tanto sus entrenadores como sus compañeros lo elogiaban por ello. Tras graduarse en el instituto, pronunció un discurso donde agradeció a sus entrenadores y afirmó que, gracias al deporte, había aprendido dos grandes lecciones en la vida: la primera era trabajar duro, la segunda era mantenerse firme hasta el final. Y hemos visto cómo influyen los resultados positivos de esas lecciones en todo lo que ha emprendido desde entonces. Los resultados están estrechamente relacionados con terminar. Seguro que es muy consciente del viejo dicho: «Muchos son los que empiezan y pocos los que acaban». Parece que, cada vez más, vivimos en una sociedad de víctimas y personas poco perseverantes. La mera canti-

ar ganar —y esperar que los <strong>de</strong>más ganen— constituye un p<strong>la</strong>nteamiento<br />

esencial para contribuir a que se cump<strong>la</strong>.<br />

3. Manténgase firme hasta el final<br />

Un año, mi hijo Stephen, <strong>de</strong>stacado jugador <strong>de</strong> fútbol americano y<br />

capitán <strong>de</strong>l equipo <strong>de</strong> su instituto, <strong>de</strong>cidió que quería pasarse al baloncesto.<br />

Formó un equipo pero, para gran <strong>de</strong>silusión suya, no pasaba <strong>de</strong><br />

mediocre, por lo que estuvo casi todo el año en el banquillo. Un mes antes<br />

<strong>de</strong> finalizar <strong>la</strong> temporada, se lesionó el hombro y el médico le dijo<br />

que no iba a jugar más en lo que quedaba <strong>de</strong>l año. Su respuesta inicial<br />

fue abandonar el equipo. Estaba lesionado y no iba a jugar, por lo que<br />

pensaba que no había motivo para seguir con el equipo.<br />

Pero Jeri y yo pensábamos <strong>de</strong> otra manera. Para nosotros, había un<br />

principio en juego. Stephen era miembro <strong>de</strong> un equipo y el equipo seguía<br />

jugando; que jugara o no era indiferente, el equipo necesitaba su<br />

apoyo.<br />

En un primer momento, Stephen se quejó y dijo que iba a ser una<br />

pérdida <strong>de</strong> tiempo. Incluso recurrió a don<strong>de</strong> más nos duele a los padres:<br />

«¡Pero, papá, podría estar estudiandol». Sin embargo, al final aguantó y<br />

se quedó en el equipo hasta que finalizó <strong>la</strong> temporada. Ayudaba en los<br />

entrenamientos; apoyaba al equipo, y tanto sus entrenadores como sus<br />

compañeros lo elogiaban por ello.<br />

Tras graduarse en el instituto, pronunció un discurso don<strong>de</strong> agra<strong>de</strong>ció<br />

a sus entrenadores y afirmó que, gracias al <strong>de</strong>porte, había aprendido<br />

dos gran<strong>de</strong>s lecciones en <strong>la</strong> vida: <strong>la</strong> primera era trabajar duro, <strong>la</strong> segunda<br />

era mantenerse firme hasta el final. Y hemos visto cómo influyen los<br />

resultados positivos <strong>de</strong> esas lecciones en todo lo que ha emprendido<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces.<br />

Los resultados están estrechamente re<strong>la</strong>cionados con terminar. Seguro<br />

que es muy consciente <strong>de</strong>l viejo dicho: «Muchos son los que empiezan<br />

y pocos los que acaban». Parece que, cada vez más, vivimos en<br />

una sociedad <strong>de</strong> víctimas y personas poco perseverantes. <strong>La</strong> mera canti-

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