La Velocidad de la Confianza (2)

Otros, en cambio, tienen buenas intenciones —sinceramente, quieren
hacer lo correcto y buscan el bienestar de los demás—, pero expresan
o ejecutan sus intenciones de forma deficiente.
Aunque tal vez no nos demos cuenta de ello, la mayoría de nosotros
se enfrenta a, como mínimo, cierto grado de desafío en los dos ámbitos.
Si somos realmente honestos, debemos admitir que, en ocasiones, los
motivos que nos impulsan no son completamente puros. En ocasiones,
abordamos situaciones con intenciones ocultas —incluso insignificantes—
que nos impiden ser totalmente francos con los demás. Otras veces,
manifestamos conductas que no demuestran interés, apertura y
preocupación. Sea cual sea el grado que tengan estos desafíos en nuestra
vida, nos gravan con impuestos, tanto en el terreno personal como
en el profesional.
El reto, por lo tanto, es mejorar las intenciones. Estos son los tres
mejores aceleradores que le recomiendo para lograrlo.
1. Examine sus motivaciones y perfecciónelas
Es una tendencia humana suponer que albergamos buenas —o, por
lo menos, justificables— intenciones. A veces, nos mueven unas intenciones
sinceramente buenas; otras veces, racionalizamos (nos decimos a nosotros
mismos «mentiras racionales») para justificar nuestras intenciones
ante nosotros mismos y los demás. Entonces, ¿cómo llegamos al nivel más
profundo para examinar realmente las motivaciones, descubrir por qué
hacemos realmente lo que hacemos y cambiar lo que sea necesario?
Una buena manera es plantearse con regularidad preguntas que exijan
un examen de conciencia, como las siguientes: •
• En una interacción con un hijo: ¿Mis actos están motivados por
interés y amor auténticos? ¿Pretendo realmente lo mejor para el
niño? ¿Soy lo suficientemente humilde como para admitir que
estoy equivocado? ¿O estoy tratando de imponer mi voluntad al
niño?