La Velocidad de la Confianza (2)

La confianza que depositamos en las personas y las organizaciones
surge, en parte, al creer que se preocupan de verdad. Recuerdo que
cuando era niño y mis padres me castigaban por alguna cosa u otra
siempre lo hacían con amor. No me gustaba la disciplina. A menudo, me
molestaba. Pero nunca cupo ninguna duda en mi corazón o en mi mente
de que mis padres lo hacían porque se preocupaban por mí. Siempre
supe que podía confiar en el amor que me profesaban.
Las empresas de todo el mundo reconocen la importancia de preocuparse.
Cuántos anuncios se ven que transmiten —ya sea con palabras o
mediante la asociación de imágenes visuales— mensajes del tipo: «Nos
preocupamos por usted», «Nos importa la calidad», «Nos preocupa el
medio ambiente», «Nos importan las comunidades e introducir cambios
positivos». Las empresas esperan que, al transmitir esta imagen de interés,
se depositará confianza en ellas y se adquirirán sus servicios y productos.
Recientemente, se ha escrito mucho sobre cómo el interés acaba
propiciando un mejor rendimiento. Libros como The Art of Caring Leadership
o Contended Cows Give Better Milk confirman claramente la estrecha
conexión entre la preocupación por los demás y el rendimiento.
El ejecutivo de Yahoo Tim Sanders escribe en términos muy prácticos
sobre las consecuencias de preocuparse en Love Is the Killer App, donde
muestra cómo el interés y la compasión por los demás pueden traducirse
en conductas específicas que constituyen una manera de hacer negocios
mejor para todos. Sostengo que esta indiscutible conexión entre
preocupación y rendimiento existe porque el interés y la preocupación
infunden confianza.
Está claro que la motivación importa y la preocupación como motivación
es más efectiva que cualquier otro factor para generar creatividad
y confianza. Pero ¿qué ocurre cuando uno, sinceramente, no se preocupa?
¿Qué ocurre si la verdadera motivación es el beneficio, la acumulación
o el reconocimiento, y punto? ¿Qué ocurre si no le importan nada
los clientes ni los trabajadores? ¿Debería intentar convencerles de que
sí le importan?
Si realmente no le preocupa —y no quiere que le preocupe—, perfecto.
¡Pero debe entender que pagará un impuesto por culpa de eso! Cual-