La Velocidad de la Confianza (2)

Cuanta más experiencia tengo, tanto en el ámbito profesional como
en el personal, más convencido estoy de la importancia que tiene establecer
compromisos con nosotros mismos y cumplirlos. Pueden ser
grandes, como el de mi bisabuelo, o pequeños, incluso muy pequeños,
como levantarse cuando se apaga la alarma del despertador, no comer
en exceso o hablar a los demás de forma respetuosa, aunque nos provoquen
para que hagamos lo contrario. Cada vez que establecemos un compromiso
con nosotros mismos —grande o pequeño— y lo cumplimos,
ampliamos la confianza en nosotros mismos. Vamos construyendo una
reserva. Aumentamos la capacidad de establecer y cumplir compromisos
más importantes, tanto ante nosotros mismos como ante los demás.
Cuando reflexione sobre el modo de intensificar su capacidad de establecer
y cumplir compromisos consigo mismo, permítame sugerirle
unas cuantas cosas importantes que debe recordar.
En primer lugar, no establezca demasiados compromisos. Si lo hace,
acabará fracasando. Diferencie lo que son metas, una orientación, un
centro de atención, de los compromisos en sí. Cuando establezca un compromiso
consigo mismo, hágalo con el pleno convencimiento de que
está comprometiendo su integridad.
En segundo lugar, considere los compromisos establecidos consigo
mismo con el mismo respeto que concedería a los que establece con
otras personas. Ya sea un compromiso de tiempo (una cita consigo mismo
para hacer ejercicio, leer o dormir) o el compromiso de priorizar su
energía y atención, considérelo —al compromiso y a usted mismo— con
respeto.
En tercer lugar, no se comprometa a algo de forma impulsiva. Esta
lección la aprendí en mis propias carnes en una ocasión, durante una
conversación familiar sobre la salud. Se acercaba Año Nuevo y, durante
la conversación, decidimos que todos debíamos beber más agua y menos
refrescos. Empecé a sumirme de verdad en el espíritu de mejorar y,
sin dejar de lanzar bravatas (y sin humildad ninguna), dije: «Os diré lo
que voy a hacer. Voy a comprometerme conmigo mismo a beber sólo
agua durante todo el año. Nada de refrescos y nada de zumos; ¡sólo
agua!». Bueno, era una locura y acabé arrepintiéndome. Logré mantener