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El método Lean Startup

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Y entonces, ¡no pasó nada! Resultó que nuestros miedos eran infundados, porque nadie probó nuestro<br />

producto. Al principio me sentí aliviado, porque al menos nadie había descubierto lo malo que era, pero pronto<br />

esto nos produjo una gran frustración. Después de las horas que habíamos invertido en discutir sobre qué<br />

elementos incluir y qué errores arreglar, nuestra propuesta estaba tan desencaminada que los clientes ni<br />

siquiera lo probaban y, por lo tanto, no llegaban a descubrir lo malas que eran nuestras elecciones sobre el<br />

diseño. Los consumidores no se descargaban nuestro producto.<br />

A lo largo de las siguientes semanas y meses, trabajamos en mejorar nuestro producto. Conseguimos un flujo<br />

constante de clientes a través del registro online y el proceso de descarga. Tratamos a cada cliente diario como<br />

un boletín de notas de la nueva marca que nos permitía saber qué tal lo estábamos haciendo. Finalmente<br />

descubrimos cómo cambiar el posicionamiento del producto para que los consumidores, como mínimo, se lo<br />

descargasen. Constantemente estábamos haciendo mejoras en la versión esencial del producto, arreglando los<br />

errores de programación e introduciendo nuevos cambios. Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos, sólo<br />

pudimos convencer a un número penosamente pequeño de gente para comprar el producto.<br />

Visto en retrospectiva, una buena decisión que tomamos fue establecer objetivos claros sobre ingresos para<br />

esa primera época. En el primer mes pretendíamos obtener unos ingresos totales de 300 dólares y casi lo<br />

conseguimos. Pedimos (bien, rogamos) a muchos amigos y familiares que compraran el producto. Cada mes se<br />

iba incrementando nuestro objetivo de ingresos, al principio hasta 350 y después hasta 400 dólares. A medida<br />

que subía nuestro objetivo, las discusiones fueron en aumento. Pronto nos quedamos sin amigos ni familiares a<br />

quienes convencer; nuestra frustración se incrementó. Estábamos mejorando el producto día a día, pero el<br />

comportamiento de los consumidores no cambió: todavía no querían probarlo.<br />

Nuestro fracaso en los números nos empujó a acelerar los esfuerzos para llevar a los clientes a nuestra oficina<br />

con el objetivo de realizar entrevistas personales y pruebas de facilidad de uso. Los objetivos cuantitativos nos<br />

dieron la motivación necesaria para hacer indagaciones cualitativas y nos mostraron qué preguntas debíamos<br />

formular. Es una pauta que veremos a lo largo de este libro.<br />

Desearía poder decir que yo fui uno de los que se dio cuenta de nuestro error y sugirió la solución, pero no es<br />

verdad: yo fui el último en admitir nuestro problema. En resumen, todo nuestro análisis estratégico del<br />

mercado era erróneo. Nos dimos cuenta de ello empíricamente, a través de la experimentación, más que a<br />

través de grupos focales o investigación de mercado. Los consumidores no nos podían decir qué querían; la<br />

mayoría, al fin y al cabo, jamás había oído hablar de avatares en 3D. En cambio, podían darnos la respuesta a<br />

través de sus acciones o inacciones a medida que intentábamos mejorar el producto.<br />

HABLANDO CON LOS CLIENTES<br />

Desesperados, decidimos hablar con algunos clientes potenciales. Los llevamos a nuestra oficina y les dijimos:<br />

«Pruebe este nuevo producto, se llama IMVU». Si era un adolescente, un usuario de mensajería instantánea o<br />

un usuario de las nuevas tecnologías, él o ella se sentía atraído por nuestra propuesta. En cambio, si era una<br />

persona tecnológicamente conservadora la respuesta era: «Bien, ¿qué quiere que haga?». No llegábamos a<br />

ninguna parte con el grupo de gente conservadora; pensaban que IMVU era demasiado raro.<br />

Imagínese a una chica de diecisiete años sentada con nosotros mirando este producto. Escoge su avatar y dice:<br />

«Esto es realmente divertido». Modifica su avatar, decidiendo qué aspecto va a tener. Entonces le decimos:

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