El método Lean Startup
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Epílogo. No despilfarrar<br />
Este año se cumple el centésimo aniversario de la obra de Frederick Winslow Taylor, Principios de la<br />
administración científica, publicado por primera vez en 1911. <strong>El</strong> movimiento a favor del management científico<br />
ha cambiado el curso del siglo XX y ha hecho posible la gran prosperidad que hoy damos por descontada. Taylor<br />
inventó lo que hoy consideramos management: las mejoras en la eficiencia de los trabajadores individuales, la<br />
gestión por excepción (centrándose en los resultados inesperadamente buenos o malos), la estandarización del<br />
trabajo en tareas, el sistema de compensación de las tareas con bonificaciones y, por encima de todo, la idea<br />
de que el trabajo puede estudiarse y mejorarse a través del esfuerzo consciente. Taylor inventó el trabajo<br />
moderno de cuello blanco que ve las empresas como sistemas que deben gestionarse a un nivel que supera al<br />
individuo. Hay una razón para que todas las revoluciones que se han producido en el management hayan sido<br />
lideradas por ingenieros: el management es la ingeniería de los sistemas humanos.<br />
En 1911, Taylor escribió: «En el pasado, el hombre iba por delante; en el futuro, el sistema irá por delante». La<br />
predicción de Taylor se ha cumplido. Vivimos en el mundo que él imaginó. Sin embargo, la revolución que él<br />
desencadenó ha tenido, en muchas formas, demasiado éxito. Mientras Taylor predicaba que la ciencia es una<br />
forma de pensar, mucha gente confundió su mensaje con las técnicas rígidas que él defendía: estudios de<br />
tiempo y movimiento, el sistema de producción a destajo y, lo más mortificante de todo, la idea de que los<br />
trabajadores debían ser tratados como poco más que autómatas. Muchas de estas ideas han demostrado ser<br />
extremadamente perjudiciales y requirieron esfuerzos de teóricos y directivos posteriores para deshacerlas. De<br />
forma crucial, el <strong>Lean</strong> manufacturing redescubrió la sabiduría y la iniciativa escondidas en todos los<br />
trabajadores y las fábricas, y redirigió la noción de Taylor de la eficiencia centrándola en el organismo<br />
corporativo como un todo, en vez de hacerlo en la tarea individual. Pero cada una de estas revoluciones ha<br />
adoptado la idea central de Taylor de que el trabajo puede estudiarse científicamente y mejorarse a través de<br />
un enfoque experimental riguroso.<br />
Durante el siglo XXI nos enfrentamos a un nuevo conjunto de problemas que Taylor no podía haber imaginado.<br />
Nuestra capacidad productiva excede nuestra capacidad para saber qué crear. A pesar de que había una<br />
cantidad descomunal de invenciones e innovaciones a principios del siglo XX, la mayoría se dedicó a<br />
incrementar la productividad de los trabajadores y las máquinas para alimentar, vestir y proporcionar hogar a<br />
la población mundial. Aunque este trabajo aún está incompleto —como pueden atestiguar los millones de<br />
personas que viven en la más absoluta miseria—, hoy en día la solución a este problema es estrictamente<br />
política.<br />
Tenemos la capacidad para crear casi cualquier cosa que podamos imaginar. La gran cuestión de nuestro<br />
tiempo no es «¿Puede crearse?» sino «¿Debería crearse?».<br />
Esto nos sitúa en un momento histórico inusual: nuestra prosperidad futura depende de la calidad de nuestra<br />
imaginación colectiva.<br />
En 1911, Taylor escribió:<br />
Podemos ver desaparecer nuestros bosques, desperdiciándose nuestra energía hidroeléctrica, nuestro suelo llevado hasta el mar por<br />
inundaciones; y el final de nuestro carbón y nuestro hierro está a la vista. Pero nuestros grandes despilfarros de esfuerzo humano,