REVISTA NENCATACOA - Volumen I (Septiembre - Diciembre)
La Revista Nencatacoa es una publicación periódica enfocada en el arte literario y grafico desde diversas perspectivas y temas. Hace parte de la colección permanente de la Editorial Nencatacoa (BOG, COL). En este primer volumen exploramos la noción de terror desde el gótico tropical (de tierra caliente), siguiendo el recorrido literario iniciado por Álvaro Mutis (1923-2013). Se compilan textos literarios (poesía y narrativa) junto arte gráfico (ilustración, creación digital y fotografía) de artistas emergentes colombianos. Síguenos en nuestras redes sociales para recibir nueva información sobre publicaciones y convocatorias: https://linktr.ee/ednencatacoa Instagram: https://www.instagram.com/editorial_nencatacoa Facebook: https://www.facebook.com/EditorialNencatacoa/ Twitter: https://twitter.com/enencatacoa #NencatacoaShorts en Youtube: https://www.youtube.com/channel/UCey8jfGOGedMCC1JkZX0Rrw
La Revista Nencatacoa es una publicación periódica enfocada en el arte literario y grafico desde diversas perspectivas y temas. Hace parte de la colección permanente de la Editorial Nencatacoa (BOG, COL). En este primer volumen exploramos la noción de terror desde el gótico tropical (de tierra caliente), siguiendo el recorrido literario iniciado por Álvaro Mutis (1923-2013). Se compilan textos literarios (poesía y narrativa) junto arte gráfico (ilustración, creación digital y fotografía) de artistas emergentes colombianos.
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me dio confianza para afrontarlo cuando él llegara. Michael ya era valiente; al
verlo, no lloraba, me daba fuerzas para, poco a poco, dejar de temerle.
Recuerdo la última vez que estuvimos juntos, teníamos nueve años y estábamos,
como de costumbre, los dos jugando de arriba para abajo, entonces,
ese día Michael propuso una aventura nueva, me preguntó si no estaba cansado
de tener pesadillas, de tener la pesadilla con ese monstruo, yo le dije que
sí, al instante el me propuso una idea que se le había ocurrido luego de saber
que existían unas pastillas las cuáles, si tomas muchas, te podían hacer ir a un
mundo de sueños dónde no hay monstruos y tienes mucho amigos, solo que el
único problema que había es que tocaba robarlas, pero que no era tan difícil,
que estaban en el anaquel de una farmacia. Él se percató que estaba un poco
nervioso, así que, me consoló diciéndome que iba a ser otra aventura y que seríamos
ladrones profesionales, como en las películas, esto me tranquilizó y me
hizo acceder, estaba emocionado.
Luego de poder completar nuestra misión, acordamos tomarlas en la noche,
Michael me dijo que él las tomaría primero, si no despertaba es que había
funcionado y que luego me las tomara yo; si no, que buscaríamos al otro
día una nueva forma. Estaba temblando del miedo y de la curiosidad sobre qué
iba a suceder. Llegó las nueve de la noche y, como rutina, nos mandaron a dormir;
él me dijo que tenía que esperar a que se durmiera, que a las once de la
noche lo intentara despertar, tomó treinta pastas seguidas y se acomodó suavemente
en la cama, me dijo que nos veríamos pronto, fuera aquí o al otro lado.
Llegó la hora acordada y empecé con mis intentos de despertarlo, lo moví,
lo llamé e incluso lo golpeé varias veces de manera suave, nada hacía efecto,
después de intentar y fracasar por más de una hora acepté que sí había funcionado,
así que tomé el tarro para tomarme las pastillas, pero, de pronto escuché
aquellos crujidos por el piso, eran aquellas pisadas del monstruo. Escuchaba
como se iba acercando hacía nuestro cuarto, entré en un profundo pánico, no podía
enfrentarlo sin Michael, sentía que el miedo me estaba consumiendo, estaba
tan aterrorizado que no hice ni un solo ruido y me resguardé en una esquina en
cuclillas. El monstruo entró a la habitación, tenía encima ese olor nauseabundo
a muerto, como si hubiera acabado de levantarse de la tumba, empezaba a
hablar, pero no se le entendía nada ya que sus palabras eran las de un demonio,
era imposible entender que decía; en su mano cargaba un especie de tótem
extraño con el cuál, algunas veces, lo utilizaba para amenazarnos. Aunque habían
pasado años, él todavía era mucho más grande que nosotros, no podíamos
defendernos; se acercó a nuestra cama como si fuera un depredador, quitó las
cobijas con las que tantas noches utilizábamos como escudo para intentar protegernos
de él, puso su tótem en la mesa de noche y, como solía hacer, bajó
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