REVISTA NENCATACOA - Volumen I (Septiembre - Diciembre)
La Revista Nencatacoa es una publicación periódica enfocada en el arte literario y grafico desde diversas perspectivas y temas. Hace parte de la colección permanente de la Editorial Nencatacoa (BOG, COL). En este primer volumen exploramos la noción de terror desde el gótico tropical (de tierra caliente), siguiendo el recorrido literario iniciado por Álvaro Mutis (1923-2013). Se compilan textos literarios (poesía y narrativa) junto arte gráfico (ilustración, creación digital y fotografía) de artistas emergentes colombianos. Síguenos en nuestras redes sociales para recibir nueva información sobre publicaciones y convocatorias: https://linktr.ee/ednencatacoa Instagram: https://www.instagram.com/editorial_nencatacoa Facebook: https://www.facebook.com/EditorialNencatacoa/ Twitter: https://twitter.com/enencatacoa #NencatacoaShorts en Youtube: https://www.youtube.com/channel/UCey8jfGOGedMCC1JkZX0Rrw
La Revista Nencatacoa es una publicación periódica enfocada en el arte literario y grafico desde diversas perspectivas y temas. Hace parte de la colección permanente de la Editorial Nencatacoa (BOG, COL). En este primer volumen exploramos la noción de terror desde el gótico tropical (de tierra caliente), siguiendo el recorrido literario iniciado por Álvaro Mutis (1923-2013). Se compilan textos literarios (poesía y narrativa) junto arte gráfico (ilustración, creación digital y fotografía) de artistas emergentes colombianos.
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V O L U M E N I
REVISTA NENCATACOA: VOLUMEN I
Septiembre - Diciembre de 2021- Publicación cuatrimestral
© Editorial Nencatacoa - Bogotá D.C, Colombia
ISSN: 2805-8186 (En línea)
ARTE Y CREACIÓN GRÁFICA:
© Goyeneche © Leonardo Monroy
© Felipe Pava Osorio © Liliana Posada
© Nicolás Garzón © NoAlPastel
© Gio © Karol © Andriu
© La isla bonita © lavillacolors
© Santa © Jaam phillies
AUTORES:
© AlexStein © Alberto Bautte
© Aura Zafra © Killin © Miguel Zea
© Ferazulhada © Danielalinde
© Santiago Angarita Yela
© Danna Pinzón Franco © Nicolás Gómez
© Angie Carolina Camargo Gil
© Contra Dicción © Jorge Pinzón
© Dennis Gómez © Alexánder Giraldo
©Santiago Otálvaro © Daniel Rodríguez
COLABORADORES
Mario Barrero - Santiago Mutis
Taza de Tinta Podcast
DIRECCIÓN EDITORIAL:
Laura Alejandra González
Daniel Rodríguez Cardona
COORDINACIÓN EDITORIAL:
Kevin Lezmes
CORRECCIÓN EDITORIAL:
Diana Ardila
Laura Gómez
EVALUACIÓN EDITORIAL:
María Fernanda Escobar
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN:
Laura Alejandra González
FOTOGRAFÍA
© Dennis Gómez
ILUSTRACIÓN
© María Fernanda Escobar
No se permite la reproducción o modificación total o parcial de este material, ni su
transmisión en cualquier forma o medio sin el permiso previo de la Editorial
Nencatacoa o los titulares de los derechos de autor
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN 7
EL INVITADO - Daniel Rodríguez 13
LA PLUMA DE UNA GALLINA NEGRA - Santiago Angarita 19
ELLA, MI MAYOR TEMOR - Danna Pinzón Franco 23
PEQUEÑA CAMINATA NOCTURNA - AlexStein 27
PROFUNDA OSCURIDAD - AlexStein 29
EXPEDIENTES - Dennis Gómez 33
MICROCUENTOS - Nicolás Gómez y Danna Pinzón Franco 36
ELEGÍAS - Alberto Bautte 39
PURGATORIO - Ferazulhada 41
UN FANTASMA LLAMA EN EL ZAGUÁN- Aura Zafra 45
FRASCO AZUL - Santiago Otálvaro 49
HOY ES JUEVES - Killin 55
EL CRISTALINO DE SUS OJOS - Danielalinde 59
TRAGEDIA - Angie Carolina Camargo Gil 63
QUIZÁS SEA REVERTIDO - Angie Carolina Camargo Gil 65
PRESENCIABA LA AUSENCIA... - Contra Dicción 69
HOY - Alexánder Giraldo 73
LOS OJOS DEL ABISMO - Jorge Pinzón 75
AMIGO IMAGINARIO - Miguel Zea 82
ARTE Y CREACIÓN GRÁFICA
El olvido - Leonardo Monroy
Control - Karol
Abrazando al hijo - Liliana Posada
Muerte no seas mujer - Jaam phillies
La dama roja - Gio
The Watcher - Santa
Expedientes - Dennis Gómez
El árbol de la vida - lavillacolors
Portal y demonios - lavillacolors
Entresueños - Felipe Pava Osorio
Urano y Prometeo - lavillacolors
Sickman - Santa
Él me obligó - LaIslaBonita
Desde mi balcón - NoAlPastel
La transformación del trópico
Nicolás Garzón
Pato-movil - Santa
El pintor de las magnolias - Goyeneche
Taurus - Andriu
Demonios y partículas - lavillacolors
Velo - Andriu
Serena - Andriu
El Olvido
Leonardo Monroy
Tinta china sobre papel
35cm x 25cm
INTRODUCCIÓN
Aquello que tememos
El terror es uno de los géneros mayormente difundidos por las diferentes
manifestaciones artísticas en la actualidad. Es tanto así que el marketing y la
publicidad se han encargado de otorgarle al público consumidor de cultura un
mes exclusivo de terror al año en el que todas las expresiones estéticas se dejan
contagiar por los distintos elementos clásicos que asociamos al miedo, al
horror, al espanto y, por supuesto, a la fascinación que todo esto nos causa. En
alguna ocasión mencionó Lovecraft: el miedo es una de las emociones más antiguas,
aunque la mayoría de estos elementos clásicos que hoy vemos plasmados
en adornos, en disfraces y en pantallas provienen de la influencia gótica en el
arte y de la manera en que el aparato comercial ha interpretado lo que la literatura
y el cine han hecho con esta influencia.
Si rastreamos este influjo tendremos que aceptar que la visión terrorífica
del mundo es una visión romántica del mismo. Esto porque lo gótico, como
orden estético, surge a partir del germen del romanticismo en los siglos XVIII
y XIX. El gótico es una reacción en contra de lo que la Ilustración y la Edad
Moderna le prometen al hombre, una actitud alterna al racionalismo y un rechazo
artístico al orden y la armonía que intentaba imponer el neoclasicismo.
Esta intención de contrariar el canon establecido de la época es evidentemente
romántica y procuraba anteponer la sensibilidad y la imaginación sobre la racionalidad
y la intelectualidad.
Es ampliamente aceptado que la primera obra gótica en la literatura es El
castillo de Otranto, del británico Horace Walpole, que data de 1764. Esta novela
incorpora los elementos comunes del terror gótico e inaugura un género que
terminaría determinando la concepción estética que tenemos del terror mismo.
Los componentes de la ficción gótica se desarrollarían en su totalidad posteriormente
con obras de la importancia de El monje (1796) de Matthew Lewis,
Drácula (1897) de Bram Stoker, Frankenstein o el moderno Prometeo (1818)
de Mary Shelley, y los aportes de grandes autores como Edgar Allan Poe y Ro-
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bert Louis Stevenson, entre otros. Es entonces desde la literatura que aparecen
los elementos fundamentales del canon gótico, elementos que posteriormente
tomarían para sí la música, la pintura, el cine.
El arte gótico tiene una fuerte influencia medieval, está completamente
permeado por el misticismo y las preocupaciones de esta época. Contamos
con entidades sobrenaturales, elementos religiosos, tabúes y un deseo voraz de
explorar aquello que está más allá del mundo natural. Estéticamente, hay un
dominio de la arquitectura del medievo: castillos, criptas, pasadizos secretos,
ruinas, mazmorras, iglesias, vitrales, sótanos, claroscuros supremamente marcados
que denotan paisajes sombríos. A todos estos componentes terrenales se
le suman fantasmas, esqueletos, demonios, cadenas, ruidos nocturnos y otras
fantasías que parecen surgir de las entrañas mismas de este mundo oscuro. Desde
lo conceptual, el gótico se caracteriza por un juego de oposiciones, entre
las más usuales están lo sobrenatural y lo natural, el pasado y el presente, la
civilización y la barbarie. Hay, por supuesto, una tendencia a lo macabro que
justifica el terror en su audiencia y, como buen hijo del romanticismo, también
ostenta un sentimentalismo exagerado y una pasión desbordante.
Hay una enorme incidencia del folklore y la tradición en la literatura gótica.
Es común que los autores tomen y retomen leyendas antiguas o mitos
locales. En un principio, por su origen mismo y su arquitectura, las historias
góticas se situaron principalmente en España, Francia e Italia, territorios
donde el catolicismo y la Inquisición tuvieron una influencia basta y un poco
tardía. Se percibía incluso, desde algunos puntos de Europa, esta influencia
como anacrónica, lo que aumentaba el aire de antigüedad mágica, de pasado
confuso y espeluznante.
Por esto y por todas las descripciones típicas de la literatura gótica, se llegó
a considerar que esta estética se enmarcaba únicamente dentro de un clima templado,
preferiblemente frío, que favorecía esta atmósfera sombría que pretendía
inducir al terror. Quizá esta concepción estaba ligada a la notable preferencia de
los europeos por estas temperaturas, o mejor, por su evidente antipatía por los
climas cálidos y tropicales, más característicos de nuestro continente. Es bastante
conocida la anécdota en la que Luis Buñuel le menciona la imposibilidad
de realizar un relato gótico en el trópico a Álvaro Mutis, lo que induce al colombiano
a escribir La mansión de Araucaíma. Un relato gótico de tierra caliente
en 1973. Este relato, que inaugura un subgénero criollo en todo el sentido de
la expresión, sería llevado al cine por Carlos Mayolo en 1986 y representaría un
hito en la reinvención del terror como parte fundamental de la ficción.
El gótico tropical supera el relato de Mutis y se convierte en un subgénero
cuando el denominado “Grupo de Cali”, un conjunto de jóvenes cineastas,
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decide romper los cánones artísticos en Colombia y adoptan como su mayor
influencia estas ideas, que ya habían encontrado de cierta manera acogida en
otro autor caleño, Andrés Caicedo. El escritor deja ver en su obra una marcada
influencia del gótico a través de sus constantes referencias a Edgar Allan
Poe y a temáticas frecuentes en sus relatos como el canibalismo y el vampirismo.
Incluso sus alusiones al rock británico nos dejan ver qué tan fascinado se
encontraba por estas ideas. Caicedo sitúa estos tópicos con total naturalidad
en la ciudad de Cali combinando estos elementos con el olor a árboles frutales,
los ventarrones, el río Pance y otros lugares que están lejos de parecerse a los
castillos medievales.
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El gótico tropical reemplaza el fondo medieval por uno de antiguo esclavismo
y colonialismo latinoamericano, de esta manera logra sostener la antigüedad
como elemento gótico. Ya no tememos al castillo tenebroso donde suceden
situaciones oscuras, ahora tenemos a la hacienda donde también se pueden ver
todos los horrores. El gótico tropical transgrede y agrega nuevos ingredientes:
la crítica social. En este mundo no hay horrores sobrenaturales o monstruos
deformes, el único causante de todo el horror posible es el mismo hombre, la
injusticia que este perpetúa en la tierra, en el campo. Existe una marcada contraposición
entre la finca donde se exhiben todas las atrocidades y la pulcritud
de la suite donde se hospeda quien las comete.
Es curioso pensar que se negara la posibilidad del gótico en estas tierras
tan terroríficas. Sobre todo porque, a pesar del dominio que después impondrían
los europeos, su primera sensación al llegar a esta tierra tuvo que haber sido de
auténtico terror. La tierra caliente tiene una noche que atemoriza, con ojos
brillando entre la maleza, sonidos de animales nocturnos y el sudor, la manifestación
física del miedo por excelencia. Por otra parte, también contamos
con un gran número de tradiciones e historias propias de esta tierra que pueden
alimentar soberanamente el ideario sobrenatural acerca del terror. Como si
esto no fuera suficiente para generar terror en los espectadores, este continente
conoce todas las formas del hambre.
Esta revista es una recopilación de textos y piezas visuales de terror de autores
colombianos, es también una invitación a la creación y al arte. Queremos
invitar a los lectores a la apreciación de estas creaciones y también a las múltiples
reflexiones que el terror implica, al análisis de aquello que tememos. Las
historias macabras reflejan lo que hay de macabro en nosotros, como individuos
y como sociedad. Para conocer más acerca del gótico tropical en el cine y
la literatura, los invitamos a escuchar el podcast adjunto en colaboración con
Taza de tinta podcast.
Taza de tinta es un podcast que busca crear conversaciones
en torno a la literatura; conversaciones
cotidianas y frescas como las que surgirían entre un
grupo de amigos: sin tapujos, con comentarios y opiniones
naturales. Escucha nuestra colaboración “Especial
gótico tropical” y síguelos en redes sociales:
Instagram: @tazadetinta_podcast
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Twitter: TazaDeTinta
DENNIS GÓMEZ es un artista visual, profesional en
cine y comunicación digital, especializado en dirección
de fotografía para cine y TV. Fue ganador del premio a
mejor director de fotografía en el Festival Internacional
de Cortos Bacatá (Colombia, 2020). Su trabajo como artista
ha sido una búsqueda cuyos principales dispositivos
narrativos son el terror, el surrealismo, los insectos y
lo grotesco. Ha sido habitual colaborador de la Editorial
Nencatacoa con su trabajo en fotografía y diseño.
MARIO BARRERO FAJARDO es un filosofo y profesor
colombiano, doctor en Literatura Española e Hispanoamericana
de la Universidad de Salamanca. Es investigador
de la obra de Álvaro Mutis y trabajó como editor de
Perífrasis: Revista de literatura, teoría y crítica. Actualmente
es el director del Departamento de Humanidades
y Literatura de la Universidad de Los Andes, donde
también dirigió la Maestría y el Doctorado en Literatura
entre 2015 y 2018.
SANTIAGO MUTIS DURÁN es un poeta, ensayista,
editor y crítico del arte colombiano. Fundó y dirigió las
revistas Gradiva y Conversaciones desde La Soledad, así
como la revista Gaceta, del Instituto Colombiano de-
Cultura. Es tutor de la maestría de artes plásticas de la
Universidad Nacional de Colombia, donde también fue
director de publicaciones. Sus textos han sido difundidos
ampliamente, así como sus compilaciones de José Asunción
Silva, Aurelio Arturo y Álvaro Mutis.
Control
Karol
Carboncillo
25cm x 38cm
EL INVITADO
Daniel Rodríguez
13 de marzo del 2020: Durante las últimas semanas en las redes sociales
se viene comentando acerca del fenómeno. Comencé a realizar un registro
de los comentarios que se han hecho al respecto, básicamente, porque me gusta
todo lo relacionado con lo paranormal y tampoco tengo muchas otras cosas que
hacer. Es por eso que tengo constancia exacta de la primera ocasión que se nombró
al invitado como tal. Fue el día 24 de diciembre del pasado 2019, cuando el
usuario Álvaro Rodríguez escribió el dichoso nombre. Por otra parte, el primer
registro que tengo de un comentario acerca del invitado, tras una exhaustiva
investigación de mi parte, es del día 8 de diciembre de 2019. La usuaria Sonia
Cardona, posteó literalmente: “¿Quiénes vieron un mico grandote anoche por
Bulevar?”. La publicación generó sobre todo risas entre las aparentes amistades
de Sonia, tuvo sin embargo otro comentario de una usuaria denominada Laura
Escobar que confirmaba la visión.
Posterior a esa primera publicación siguen una serie de post en los que
diferentes personas hacen mención al avistamiento en distintas zonas de la ciudad
del invitado. Resulta complejo distinguir las publicaciones que son serias
y se refieren a momentos cercanos en que de una u otra forma se percibió a
la criatura, de otras que son únicamente bromas y memes acerca del asunto.
Otra enorme dificultad estriba en saber qué es verdad y qué no, en una ciudad
donde cualquiera puede afirmar algo únicamente por chicanear.
Varios afirman haberlo visto por el Bulevar. Siempre de noche. Existen numerosos
reportes alrededor de la zona del río. También se ha informado de
ruidos extraños, entre chillidos y aullidos, en Ciudad Jardín, cerca al parque
de la babilla. La única referencia por parte de una autoridad oficial proviene de
un policía ambiental en Pance que aseguró haber avistado una “especie desconocida”.
Un grupo de adolescentes que se encontraba capando clase en el río
respalda esta información. Se habla de avistamientos en el sur hacia Meléndez,
el Ingenio y la Buitrera. Existen variados reportes y chismes cerca al antiguo
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basurero de Navarro y en varios barrios del Oriente como Decepaz, Suerte 90,
Vallegrande, La Pradera, El Remanso, Potrero Grande y Ciudad Talanga. También
en el oeste, cerca al zoológico y en los alrededores del río Cali. No se pueden
pasar por alto un par de informes en Aguacatal y Terrón Colorado.
Los reportes son diversos y confusos, pero la mayoría convergen en in
mediaciones a zonas hídricas, lo que hace poco probable el testimonio colectivo,
de marihuaneros e indigentes, que afirman haberlo visto una noche, trepando
la estatua de Jovita.
En un principio, se convirtió en una especie de atractivo turístico para los
caleños, un nuevo motivo para recorrer la ciudad. Las zonas verdes se llenaron
de curiosos que pretendían ser los primeros en capturar una imagen “nítida” del
invitado. Era diciembre y empezaron a llegar personas de otras partes del país,
hasta gringos, todos se dejaron contagiar, la ciudad ardía en una fiebre extraña.
Las autoridades tardaron en tomar cartas en el asunto, los policías tomaban por
falsos todos los testimonios que intentaban hacerles llegar. Tampoco se les puede
culpar, Cali está lleno de Melbas, Radio Bochinche estaba en furor.
Sin embargo, en medio de toda esta excitación, jamás hubo un acercamiento
claro que diera pruebas de qué era el invitado o de que existiera efectivamente,
por lo que el caso tampoco llego a ningún medio “oficial”. Así transcurrieron los
primeros días.
La fiebre empezó a bajar. El tema había sido olvidado ya por muchos. Pero
desde esta mañana el invitado está en la primera plana de todos los medios a
escala nacional. Se han filtrado noticias que han puesto en alerta a todas las
autoridades y sobre todo a los ciudadanos. Resulta que hace siete días, el 6
de marzo, los cuidadores del zoológico se extrañaron a sobremanera cuando
cayeron en cuenta que hacía falta una de las leonas. El terror se apoderó de
los trabajadores, lo único que se les ocurrió fue que había escapado de alguna
manera, y que podía hacer daño a otros animales, o peor aún, a la población
caleña. Empezaron la búsqueda exhaustiva cargados de armas tranquilizantes.
Pero esta búsqueda no duró mucho, cuando a pocos metros del zoológico, en
la zona del río, se encontró el cadáver de la leona, sin piel y sin la mayoría de la
carne, con evidentes muestras de mordiscos, de rasguños, de violencia.
Las autoridades trataron de mantener el caso en secreto, el zoológico anunció
la muerte de la leona a causa de una “extraña y trágica enfermedad”. Sin
embargo, en la madrugada del día de ayer, un campesino encontró el cadáver de
dos vacas, con las mismas características que las de la leona. El rumor se esparció
y las autoridades intentaron apaciguarlo, pero se filtró información acerca
de lo ocurrido en el zoológico y el pánico no ha tardado en tomarse a la población.
La gente recordó al invitado, pero esta vez nadie quiso salir a buscarlo.
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Las patrullas ambientales arrancaron desde entonces una búsqueda que
hasta ahora no arroja resultados. Algunos expertos intentan hacer estudios
que puedan arrojar pistas sobre lo ocurrido a partir de los reportes. Intenté
comunicarme con las autoridades y facilitarles información pero ha sido en
vano, parece que buscan solo datos “fiables”. Los reportes son tan variados y
dispersos que resulta imposible hallar una línea directa para seguir.
Procuraré seguir anotando las referencias que salgan en noticias, en los
medios formales y los que no lo son tanto, para ver si algún día esta información
es tomada en cuenta, si no es para solucionar el misterio, al menos como registro
histórico para el futuro.
17 de marzo del 2020: Tras algunos días de investigaciones desgastantes
y sin resultado, un grupo de biólogos y ambientalistas, cada vez más confusos,
que habían extendido su exploración hasta más allá de las inmediaciones
de la ciudad, se encontraron con los restos de un grupo de micos cerca al río
Pichinde. El descubrimiento ha desconcertado completamente a los expertos.
Se han involucrado organismos y especialistas internacionales. No existe un
patrón definido que permita imaginar la criatura que pueda ser el invitado. No
hay registro biológico ni histórico del modus operandi de este depredador, no se
encuentran huellas, ni rastros de ADN, ni pelos, ni escamas, etc. No se logra concretar
un modelo de mordida, una característica esencial, nada, absolutamente
nada. El invitado es inimaginable.
La población ha estado histérica. Algunos temen sacar a sus mascotas a
la calle. El temor es tan grande que muy pocos se han atrevido a abandonar la
ciudad por miedo a encontrárselo en el camino. Se disparó la venta de armas
legales e ilegales. Algunas personas renunciaron a sus trabajos. Se decretó que
para todo el Valle del Cauca, en zonas aledañas a charcos, lagunas, ríos, humedales,
cascadas y demás, hay toques de queda estrictos. No hay necesidad de
hacerlos cumplir porque la gente teme bochornosamente a salir. Los supermercados
han colapsado los días anteriores, se agotaron artículos como el papel
higiénico y las crispetas. Desde presidencia se plantea la posibilidad de dar
ayudas económicas ante la inminente crisis que se avecina sobre este territorio.
23 de marzo del 2020: Ante la aparición de los cadáveres de ocho
gallinazos en la madrugada, en diferentes puntos de la ciudad se ha decretado
una cuarentena absoluta. A partir de pasado mañana, ninguna persona que
no sea policía o militar podrá estar en las calles. Se han enviado productos
de todo tipo para abastecer los establecimientos y que en el transcurso de hoy y
mañana la gente se prepare para no salir en las siguientes dos semanas, mien-
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tras vienen expertos de todo el mundo a intentar hallar al invitado. Las medidas
son extremas, mucha gente va a pasar hambre y penurias, pero el sentir general
de la población es que nadie quiere salir y cruzárselo en la calle. Recientemente
se ha hecho mucho énfasis en el hecho de que a este invitado nadie lo invitó. La
pregunta sería, ¿quién sí fue invitado?
25 de marzo del 2020: Empieza la cuarentena estricta. No he parado
de preguntarme si esto es lo que precisamente desea el invitado.
29 de marzo 2020: Se han empezado a encontrar los cadáveres de gatos
y perros callejeros en distintos puntos de la ciudad. De manera repentina ha
surgido la pregunta ¿y si no es uno sino varios invitados? Nadie lo quiere creer,
todos siguen hablando del invitado como un él.
7 de abril del 2020: Sucedió lo esperado, se alargó la cuarentena. Han
seguido apareciendo restos de animales callejeros, zorros cañeros, chuchas,
zarigüeyas, micos, etc. He estado tentado en varias ocasiones de retomar esta
bitácora, pero en esencia todos los días los datos son los mismos: cadáveres e
ineptitud. Se habla de ayudas sociales por parte del resto del país, pero también
se habla de mucho dinero que ha sido robado en el proceso de las ayudas humanitarias.
17 de abril del 2020: A causa de la cuarentena y la falta de sustento,
varios indigentes han muerto en las calles de Cali. Sus cadáveres permanecen
en las aceras y bajo los puentes, en ocasiones durante días hasta que una de las
pocas patrullas que están dando ronda por la ciudad los encuentra y los lleva a
la fosa. El mensaje es claro: al invitado le gustan las criaturas vivas.
23 de abril del 2020: El invitado se ha dado un festín en el zoológico,
que extrañamente había olvidado hasta este momento. Las pérdidas de vidas
animales son incalculables, básicamente porque nadie quiere permanecer allí
para calcularlas.
29 de abril del 2020: Las ayudas humanitarias son cada vez más escasas
y de peor calidad. A esas alturas a la gente del resto del país le aterra que el
invitado se salga del perímetro del Valle del Cauca, pero no que los vallunos se
mueran de hambre. Al gobierno nunca le preocupó lo segundo.
La gente está escapando de Colombia. No les basta con salir del país: la mayoría
están huyendo del continente. Han llegado cada vez más organismos, in-
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cluso se especula con que altas élites de la masonería y otras instituciones están
prestando todo su interés al caso. Todavía no se sabe nada, o no lo quieren decir.
15 de mayo del 2020: A las autoridades se les está acabando la inventiva
y el efectivo para calmar a la población. Se están realizando convocatorias
masivas para salir a encontrar al invitado. Empiezan a haber pistas que parecen
arrojar luz sobre sus efectos. Se percibe una tensa agitación entre la masa.
17 de mayo del 2020: Apareció el primer cadáver humano, se trata
de los restos de un niño hallados en Siloé. La indignación parece haber superado
al miedo.
22 de mayo del 2020: Es el momento, están afuera. Ha llegado la
hora de salir y contarles quién soy y por qué he venido.
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Abrazando al hijo
Liliana Posada
Acuarela sobre papel
17,5cm x 24,5cm
LA PLUMA DE UNA GALLINA NEGRA
Santiago Angarita Yela
Están todos cenando en silencio, los sonidos de la boca al triturar te molestan,
te molestan sus rostros, sus hipócritas sonrisas, estás allí por compromiso,
por la promesa de una oferta laboral. La mujer que duerme a tu lado sabe lo
mal que la estás pasando, sabe que te sientes miserable al tener que compartir
la noche con aquellos fachos. Tiene miedo de ti, tienes miedo de ti, de que
la condición aflore y ya no estés más en control. Pululan de sus bocas palabras
cancinas, discursos mediocres, arribistas y sosos. Quieres clavarles un tenedor
en el ojo, romperles los dientes contra la madera. Te abstienes. Pides que te
alcancen el vino y olvidando toda etiqueta sirves una copa entera. La bebes,
te observan, te importa un culo. Sirves otra copa sintiendo el calor en las mejillas,
la presión liberarse en las costillas, en el centro del torso, el abandono
de toda inhibición. En la quinta copa pierdes la paciencia, interrumpes la intervención
de quien hubiese podido ser tu empleador. Lo callas, lo empujas,
cae de espaldas rompiendo la silla del restaurante, no te abalanzas sobre él, te
apresuras a salir, ese empleo no es para vos.
—¡Lo siento, es que tiene un tumor!–. Se excusa ella, como si necesitaras que
alguien saque la cara por vos. Como si alguien sacara la cara por vos. Tus padres
lo hacían, ya no estás con ello, estás solo y corres en dirección contraria al restaurante,
escapando. ¿De qué escapas? La mujer grita porque no puede alcanzarte,
porque va en tacones, no quieres mirar hacia atrás, solo hablar con Margarita.
Llegas a una chaza, venden mentas, Tampico, tinto, Boliquesos y toda clase
de cigarrillos. Compras dos peches y un remedo de aguacafé. Caminas loma abajo
hasta toparte de cara con la quinta. Estás prendo por las copas de vino, sonríes,
el sabor dulzón en tus labios y puedes sentir cómo brillan tus ojos de brujo
¿Cuál será la siguiente parada? ¿Cuánto estás dispuesto a caminar? Arribas a
la loma de la dignidad, en un bar cercano metachos se creen malos mientras
engullen birra tras birra. Te sientas en el andén a dejarte tocar por la música,
no reconoces a la banda y lo que dicen es inteligible. Prendes el segundo peche,
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queda un cuncho de aguacafé. Notas que una de las motos parqueadas frente
al bar tiene las llaves puestas, sientes la presión salir de las costillas, como una
máquina hidráulica, estás listo, la sangre bombea y la boca te sabe a cobre.
Te robas la moto, es semiautomática, no llevas casco, no te preocupan los
cerdos, te preocupan tus deseos, a dónde te llevarás. Te detienes en un estanco,
cuarentonas maltratando un karaoke, lavaperros de vientre abultado tomando
adulterado. Compras media de ron, regresas a la moto. Bebes mientras conduces
o conduces mientras bebes, te vibra el bolsillo, es el celular, la mujer llama,
insiste, tiras el celular contra el asfalto, por el espejo el estallido te da gran
placer, como si te soltaras de un grillete. Decides abandonar la moto, caminas
entre las calles de un barrio residencial, señoras menopaúsicas se desagradan
con tu presencia. Solo te saludan los gatos, variopintos, sabes que saben algo
que vos no, que sienten algo que vos no. Le preguntas a uno lo que deberías
hacer a continuación, cuáles son los designios de la noche, te dice que vayas al
cementerio, que hoy se celebra el Sabbath.
Estás a pocas cuadras del lugar, te emociona pensar en la celebración, piensas
en una bacanal desenfrenada, orgías, ríos de alucinógenos y vino. Saltas una
tapia para ingresar. La luz de la luna dibuja las tumbas color hueso, las filas de
osarios carcomidos por hongos, los mismos que devoran la carne y el seso de los
plácidos cadáveres. Escuchas música, cánticos, melódicos, en crescendo. Te acercas
al sonido, una mujer vestida con un velo casi transparente flota inconsciente
a varios metros del suelo, sobre un pentagrama de velas, sal, sapos de ojos amarrados
y plumas pertenecientes a difuntos pájaros de variadas especies. Plumas
negras. Las mujeres se percatan de tu presencia, no se asustan, ni siquiera detienen
el ritual, es porque sos un gato, a las brujas les gustan los gatos.
Una de ellas se aleja del resto, la miras curioso, se está dando un descanso.
Te le acercas, le pides algo para fumar y también fuego. Le expones tu
decepción ante aquel Sabbath acartonado y gris, más parecido a un soso ritual
católico que a las bacanales que invocan al principado del infierno. Entres tus
piernas camina una gallina negra y le recitas de memoria la jerarquía completa,
como la recitaba tu madre: Bael, Agares, Marbas, Prusias, Arimón, Barbatos,
Buer, Gustain, Botis. Te pide que pares, que no trates de impresionarla, que no
la desnudan tus ojos de brujo y te ríes y escuchas con atención cómo te cuenta
sobre el hechizo egipcio del sapo con los ojos cosidos:
—Escoge un sapo de los mayores, que sea macho, si el hechizo es para hombre.
Después que lo tengas seguro, cógelo con la mano derecha y pásalo por
debajo del vientre, cinco veces, diciendo en tu mente las siguientes palabras:
“Sapo, sapito, así como yo te paso debajo de mi vientre, así (decís el nombre
de la persona) no tenga sosiego ni descanso, mientras no venga a mí de todo
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corazón, con todo su cuerpo, alma y vida”. Luego coges una aguja fina y la enhebras
con seda verde. Coses con ella los parpados del sapo, mucho cuidado con
pinchar los ojos o la persona puede quedar ciega.
La bruja acaba su cigarrillo, antes de irse te lanza una sonrisa coqueta, sabes
que es peligrosa. Le arrancas una pluma a la gallina negra, te excusas por
tener que marcharte, quisieras quedarte más, encuentras su compañía agradable.
Se parece más a ti que todos los parásitos con los que compartes a diario.
—Lo siento, es que tengo un tumor–, le dices y sales del cementerio, la
boca te sabe a alquitrán y tienes ganas de un bareto. Ya no tienes la moto, te
toca caminar, paseo de olla, una visita a los extramuros. Arribas a la zona de
tolerancia y sabes dónde buscar al Mocho.
Una mujer fuma bazuco de una pipa de aluminio y palito de bombón. Te
mira con los ojos del diablo, le sonríes devuelta. Le preguntas por el Mocho,
te señala una puerta verde, la entrada a un inquilinato. Huele a orines y humedad.
Entras con confianza, tu segundo hogar, una suite de lujo en el último circo
del infierno zoocial, de la que te tocó vivir, donde el estado mata impune y
quienes dan la orden son narcoparamilitares, vestidos de blanco y amparados
por dios, dios en minúscula, porque para vos no hay más deidad que la noche,
la que corta tus grilletes y te anestesia, dulce anestesia.
Escuchas disparos, es la tomba, tierra de nadie. El Mocho inyectado flota en
el colchón comido por las ratas. Tratas de tirarte al suelo y rodar, como te enseñaron
de pequeño. Vas a empacar tu ansiedad como si fuera un regalo, hueles a
tierra, asepsia y formol. Otra limpieza social, otro día en la oficina, te salió caro
el paseo de olla y a dónde van los muertos cuando tienen entre las bolas la pluma
de una gallina negra. A dónde van las madres a reclamar a sus necios, las balas te
impactan en cabeza, cuello y vientre, miras al Mocho, te susurra “lo siento”, no
es su culpa, al Mocho y a vos los mató el estado.
No te pudiste fumar el porro. Al ver tu cuerpo se espantan, tu ropa, tu pelo,
mataron a un gomelo, te van a inculpar de algún crimen, van a achacarte conciertos,
orquestas, recitales de delincuencia. Piensas en mamá antes de morir, ella te
dejó ¿No? Te vio por lo que eras, egoísta y solitario. Deberías estar en el hospital
con ella, porque ahí es donde perteneces. Porque estás enfermo y estás cansado,
necesitas estar solo y lejos de la gente. Ahora estás en una mesa metálica, te sacan
las balas, te inyectan químicos para que no te pudras tan rápido. La de tu cabeza
se instaló junto a la protuberancia, lo notan al sacarla, no tiene relevancia.
—Igual lo iba a matar el tumor–, dice un hombre con la cara comida por el
acné. Pasas la noche en una nevera. No puedes abrir los ojos, no puedes moverte,
no te necesitan en ninguna parte. Has encontrado paz y entre tus bolas, la
pluma de una gallina negra.
21
Muerte no seas mujer
Jaam phillies
Acrílico y aerosol sobre hoja negra
25cm x 35cm
ELLA, MI MAYOR TEMOR
Danna Pinzón Franco
Ella no es más que un ente despreciable
prefabricado para torturarme la
existencia.
Se aparece cuando menos la espero.
Se retuerce y me provoca escalofríos
verla.
Ver su forma redonda, doble, con
brazos largos, delgados, ligeramente
fragmentados y pequeños cabellos
que brotan de esa vertiginosa figura,
me revuelve el estómago, me recuerda
que viene por mí.
Es sigilosa, sabe el momento exacto
en el cual aparecer, de modo que yo
quede atrapada entre el miedo y la angustia.
Me ataca porque sabe que tiene poder
y dominio sobre mis movimientos.
Sabe que no puedo moverme si ella lo
hace.
Sabe que tendré que retirarme de la
escena si no quiero ser una víctima
más de sus maniobras perfectas.
Como también sabe que si quiero
retirarme necesito controlar mis impulsos
desesperados de gritar.
Es una amenaza contra mi integridad.
Solo me tiñe de miedo.
Abre su enorme boca, escupe hacia
mí su burla y se jacta al saber que
puedo estar dominada bajo su presencia.
Podría jurar que no le temo a nada
más que su ser recorriendo mi cuerpo.
Me llena de repugnancia imaginar
su paso por mi piel porque
puede ser tan ligero e imperceptible,
pero camina como si de
posesión demoniaca se tratara.
¡Quién sabe cuántas veces ha caminado
sobre mí! ¡Yo tan vulnerable e
indefensa!
No soy de respetar la autoridad si
atenta contra mí, pero simplemente
me pone de nervios contemplarla…
23
Si quiera solo haberla mirado en fracciones
de segundos.
Mi piel se eriza, me invade un cosquilleo
en el pecho que luego se desplaza
a la cabeza y riega todo mi cuerpo de
agonía, se adueña de mí un temblor
incontrolable, mis axilas transpiran
con vehemencia y mi rostro toma expresiones
de desprecio cada vez que
por accidente mi mirada se tropieza
con la suya.
Se burla de mí en mi cara, disfruta verme
recogida y sin armas.
Disfruta que tenga que pedir ayuda
para ser rescatada.
Se regocija al ver cada grito silencioso
que se atora en mi pecho cuando se
avecina. Pues nada se le compara al horror
de imaginarla teniéndola encima.
Su silueta es gorda, a lo mejor se nutre
con mi temor, sus extremidades artríticas
no tienen ritmo, por lo cual pareciera
que cada una tuviera una vida independiente,
ajena a su obeso cuerpo.
Toma muchas formas diferentes.
Pareciera que escogiera su mejor vestido
para saber con cuál me asusta con
más eficiencia.
A veces se viste de negro reluciente y
saca sus mejores cuatro extensiones.
A veces cubre su piel de café cuando
está de buen humor, porque eso le da
suerte.
A veces no le apetece salir y solo me
observa desde una esquina, recogida
en sus ocho personalidades asesinas.
En esta tierra solo hay espacio para
una de las dos. Y si he de morir, no
será en su presencia y a causa de ella.
Es su existencia o la mía y si es la de
ella, prefiero autoinducirme al más
allá que ser víctima suya, pero como
eso es imposible, ella tendrá que irse
en mi lugar.
No soy una mujer de guerra, pero es
incomprensible compartir un mismo
espacio.
No puedo tolerar ser vigilada por ella
y tampoco me interesa vigilarla. Simplemente,
no puedo con ella.
Abunde en mí la ansiedad por no topármela
nunca en la vida y, sin embargo,
es como si aparte de vigilarme,
supiera en dónde posa mi mirada
para aparecerse y grabar en mi memoria
una imagen de sus retorcidas
patas poseídas y al revés.
Ella es cruel. Es desgarradora.
La desprecio.
Ella es arrogante. Es calculadora.
La aborrezco.
Ella es astuta y ruin.
No la tolero.
Pero sobre todo los males, le temo.
24
a Dennis Gómez
¿Cómo relacionar el arte con el gótico de tierra caliente?
#NencatacoaShorts
La dama roja
Gio
Sombreado
1080px x 1121px
PEQUEÑA CAMINATA NOCTURNA
31 I 14 - En las noches del silencio
AlexStein
¿Cómo escribir y d-escribir
el bello momento de esta noche?
Simplemente iba en la oscuridad
y de-pronto, junto a mí,
mirando el cielo –como yo–, estaba el miedo.
Le invité a caminar… y accedió;
Yo, aunque sorprendido, actué con naturalidad
para que no viera lo entusiasmado que me encontraba…
Entonces le pregunté:
—¿Miedo, a qué le tienes miedo?–.
Con su mirada hacia la penumbra, respondió:
—A no ser temido… a resignarme a renunciar a aquello que era mío,
ese reino que perdí años ha…
Es terrorífico pensar que estoy vencido,
por eso convenzo a muchos que no es así… pero… ¿y si me des-cubren?
¿Estaré también desnudo? –Eso da miedo–.
De pronto nos encontramos los dos contemplando el cielo que ardía bajo
nuestros pies,
y entonces, re-cordamos los ojos inocentes de aquella tierna criatura
que nos vio pasar caminando juntos y temió;
Nos miramos, y en el silencio,
con nuestros ojos cruzados mutuamente,
nos preguntamos de quién temía
¿Acaso diferenció cuál de los dos era el miedo?... no supimos la respuesta.
27
Quedando inconclusa la cuestión,
le invité a subir a mi celda… me acompañó;
empero, al llegar a la puerta,
después de asustar al hombre, se detuvo ante mí…
En ese momento comprendí,
que él no entraría conmigo;
entonces… cerré la puerta
y escribí:
—Miedo, ¿A qué le tienes miedo?...–.
28
PROFUNDA OSCURIDAD
26 V 14 - Nihilidad
AlexStein
Anoche me vi al espejo,
estuve frente a mí en el silencio de la oscura noche.
Entonces le pregunté a la Luz
si era parte de ella, si estaba en ella
y no me respondió… supongo que creía que sabía la respuesta.
Luego vine, me asomé por las ventanas
donde aseguran que se ve lo de adentro,
empero, sólo miraba hacia fuera
¿Será que eso es lo de adentro y estoy fuera?
¿Será que se salió lo de adentro o miré donde no era?
¿Será que mirando afuera me vi dentro o por dentro?
¿Cómo entro? ¿Entro? ¿En? ¿O…?
En fin… Vi la nada;
entonces me recordé;
No sé si intento negarme,
Sé, que soy,
Pero ayer volvió la pregunta sobre ¿Qué soy?
Sé, que soy,
Pero, ¿Qué?...
Sé, quién soy,
Pero ¿Qué? Ayer me atropelló el “Qué”
Salió a mi encuentro
Y aunque no me asustó,
Me sorprendió…
Me pareció que estaba escondido,
¿Asechándome? No creo,
29
¿Esperándome? Tal vez,
¿Coqueteándome? Seguramente,
¿Jugando?… puede ser…
El hecho es que
Anoche me vi al espejo…
30
The Watcher
Santa
Grafito sobre papel ecológico
16 cm x 10 cm
32
Archivo de investigación tomado del grupo de exploración paranormal de
Cali del año 1956 realizado en el mes de agosto.
Elementos: un rollo de negativo, una foto y un recorte de periódico.
Fragmento del periódico El País: “Los Fantasmas que dejaron la gran explosión”.
Luego de la conmoción que dejaron consigo los más de 1 300 muertos tras
la explosión de los siete camiones militares en las inmediaciones del batallón
Codazzi, la ciudadanía sigue reportando cada día un mayor número
de apariciones espectrales tanto en el centro como en distintos barrios de
toda la ciudad. Una de estas manifestaciones es la de la señora Amparo
quien, según sus vecinos, murió al día siguiente del siniestro, pero por
otras causas que lograron esclarecer nuestros periodistas.
Entrevista de la señora Consuelo Martínez: “Pues la verdad es que ya no
nos aguantamos las carcajadas a la madrugada. Todas las noches desde
hace una semana en el piso de arriba se escucha el espíritu de la señora
Amparo por toda la casa haciendo bulla. Lo que pasó es que la doña era
bien codiciosa, viera, y justo le dio un infarto en el baño el día después
de la catástrofe cuando le llegó la noticia de que el hermano, un viejito
que vendía cigarrillos en el centro y en paz descanse, murió por culpa de
esa verraca explosión y le iba a quedar toda la casa a ella. ¿Cómo habría
sido la emoción de la doña que la mató, ah? Pero la verdad, señor periodista,
es que ya no queremos lidiar más con esto, uno ya duerme es con
los pelos de punta todos los días. Hay que ver si traen a un padre o algún
chamán porque un día de estos me va a dar un infarto es a mí”. Relató
una de las inquilinas de la difunta dueña de la vivienda.
33
Fragmento de audio tomado de una grabación realizada al rezandero Juan
Carlos Tazamá:
“Pues viera usted, agente, yo atendí a la familia durante dos meses. No
sé si lo sepa, pero la brujería existe y mi tarea es alejarla, expulsarla
de aquellos pobres dolientes que la padecen. En un principio pensamos que
era un duende o de pronto el espíritu de un niñito que tenía azotado al pobre
crío de los Aristizábal, pero bueno (traga saliva y guarda silencio por
unos segundos) ya lo sabrá usted, luego de la muerte del niño supimos que
la bruja no seguía al muchachito, sino que andaba detrás del taita y quería
quebrantarlo con el dolor del duelo para poder quedarse con él”.
34
Pantallazos de Whatsapp y fotografías entregadas por Camila Agredo a
las autoridades luego de encontrar el cadáver de su amiga Jessica García
en la vía Jamundí:
“Necesito contarte esto, Cami, porque siento que me estoy enloqueciendo.
Luego del suicidio de mi hermano las cosas en la casa cambiaron
mucho. Yo sé que la muerte es dolorosa y uno siente que la energía se pone
como pesada, pero esto era muy diferente. No más hace dos días las amigas
de mi abuela dejaron el rosario y el grupo de oración tirado porque
vieron “un demonio con tatuajes”. Cuando me contaron eso se me heló
la sangre, parce, de verdad no lo podía creer hasta esta tarde que subí a la
bodega por unos papeles de la universidad de mi hermano para cancelar
el crédito y lo vi. Quiero que tengas estas fotos y mi ubicación en tiempo
real. Voy para la casa de mi papá, pero estoy aterrada, marica, no podía
quedarme un segundo más allá”.
35
Expendiente #4
Con malagana me despierta mi niño por las noches, normal que a su edad le
den estos arrebatos de apetito. Con malagana me levanto y me dirijo a la cocina,
tajo un pedazo de carne que pronto se pondrá mala. Con malagana contemplo
al niño que todavía no tiene nombre, pues bien podría llamarse Juan, Manuel
o Francisco, pero su esencia recuerda al hombre que con malagana y forzosamente
me lo puso en el vientre. Con malagana le sirvo el plato lleno de carne
que era de su padre, pues el diablo come diablo y yo con malagana lo miro.
La malagana - Nicolás Gómez Balderrama
36
Expendiente #5
Veía la misma escena todas las noches: se abren las puertas, mamá se acerca
con miedo, se queda unos instantes petrificada y vuelve a cerrarlas. A lo mejor,
se debía a las borracheras que todos los días se pegaba.
Pero, un día, fui valiente y las abrí yo. Nunca debí hacerlo. Se desplomó el
cadáver de mi hermano, que, según mi madre, estaba perdido. Tenía pedazos de
botella de vino incrustados en la nuca, pero su cuerpo estaba grisáceo, algo blanco
y sin rastro de sangre alrededor. Cerré las puertas. Pero volvieron a abrirse.
Di la vuelta. Estaba enfurecido.
Cristopher - Danna Pinzón Franco
37
El árbol de la vida
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ELEGÍAS
Alberto Bautte
Unas horas antes de que Leyder se suicidara, hablaba en una panadería con
Victoria acerca de la desesperanza que se cernía desde hace un tiempo sobre su
vida. La había conocido hace unos días en un G12 de regreso a casa; era algo
peculiar, se había deshecho de sus ojos y le gustaba deambular por la Caracas,
harapienta y con dos parches blancos adheridos a su cara como si fueran gafas.
Para ese día, Leyder todavía huía a la decisión y ella lo sabía, pero conocía un
lugar que lo ayudaría... al menos, a ella le había funcionado.
En lo alto del salto del Tequendama, Victoria le pidió que aguazara sus oídos.
Leyder todavía tenía ojos, así que era más difícil que viera realmente con
los oídos. Sin embargo, lo intentó. Al principio, no escuchó más que el impacto
del agua al descender y chocar contra el fondo, pero segundos después, entre
la cadencia ensordecedora del cauce, escuchó los susurros que ahí se escondían.
Eran una miríada de mensajes ininteligibles, musitaciones extrañas que
provenían de más allá del final de la cascada. No entendía por qué, pero ya no
dudaba: se acercó a un borde, miró los cuencos vacíos ahora visibles de Victoria
y se zambulló hacia la muerte. Allá, al final del abismo, la legión de estantiguas
sin ojos observaban impacientes el descenso del nuevo miembro.
39
Portal y demonios
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Collage Digital
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PURGATORIO
Ferazulhada
Los rostros de los santos adheridos en las paredes del cuarto parecían
vigilar todos los movimientos que Mercedes ejecutaba. En cada rincón estaban
fijas las miradas tristes y desoladoras de los mártires o, en el peor de los casos,
la imagen del Cristo crucificado emanando sangre en su frente.
A pesar de reconocer las costumbres religiosas de su familia paterna, no entendía
el porqué de esa inusual afición de sus abuelos por adornar cada superficie
de la habitación con figuras religiosas, halladas en almanaques y revistas.
Cada año era el mismo dolor de cabeza. Entre las tres habitaciones de la
casa siempre le ofrecían a ella ese lugar para pernoctar durante los quince días
de las vacaciones de mitad de año. No había manera alguna de objetar esa oferta,
rechazar ese cuarto podría ser interpretado como un acto presuntuoso, una
ofensa hacia la hospitalidad brindada.
Cuando la noche llegaba y era hora de descansar, Mercedes hacía todo lo
posible para quedarse dormida de manera rápida, cerraba sus ojos con fuerza
e intentaba imaginar que estaba en otro sitio. Aun así, sentía las miradas de las
imágenes sacras fijarse sobre ella, como si estuviesen a punto de condenarla por
algo que desconocía.
En algún momento pensó en contárselo a sus padres, pero probablemente
se burlarían de ella y justificarían su sentir como producto de su imaginación
adolescente. Así pues, decidió cargar con ese temor y resignarse cada año esperando
con ansias que pasaran pronto las vacaciones.
Como si aquello no fuera suficiente, cada noche, al otro lado de ese cuarto,
escuchaba a sus abuelos rezar el rosario encomendado a las ánimas del purgatorio,
dando la casualidad de que siempre eran los misterios dolorosos aumentando
la tensión y el temor.
En el 2019, faltando poco para terminar la estadía en aquel lugar, Mercedes
notó algo muy extraño en las paredes: las imágenes no permanecían fijas en
un sitio, al contrario, rotaban entre la superficie, como si intercambiasen pues-
41
tos. Esto aumentó su temor y les pidió a sus padres que le permitieran dormir
junto a ellos recibiendo una negativa como respuesta, ya que ella estaba muy
grandecita para estar pidiendo esas cosas. Al no saber qué más hacer, no tuvo
otra alternativa que tomar una medida extrema.
Encerrada en aquella habitación, decidió rasgar cada uno de los recortes,
rompiéndolos en pedacitos y guardándolos en una bolsa, no le importaba si sus
abuelos se enojarían con ella, ya no soportaba el sentirse observada. Sin que
nadie se percatara, Mercedes tomó la bolsa y la llevó hacia la cocina donde,
finalmente, la lanzaría al fogón de leña. Mientras el fuego se deshacía de sus
espectadores nocturnos la calma retornaba a su ser.
La noche llegó pronto y estaba tan cansada que ni siquiera escuchó los rezos
de sus abuelos. Por fin sería una velada sin miedos, sin embargo, en la madrugada,
unos ruidos extraños la despertaron, un primer pensamiento vino a su
cabeza, tal vez algunos ratones estaban escarbando, aunque, segundos después,
descubrió de qué se trataba: ecos de gritos y lamentos de seres pidiendo clemencia
por sus almas.
Mercedes, llena de terror, no podía hablar, quiso levantarse de la cama y
pedir auxilio, pero sintió cómo unas manos salían del colchón e iban aferrándose
a su cuerpo. Inmovilizada y muy asustada trató de rescatar las palabras
que tantas veces ignoró cuando sus abuelos rezaban, pero su memoria tan solo
sacaba a relucir la indiferencia que manifestaba cuando sus familiares quisieron
enseñarle esas oraciones.
Finalmente, se le ocurrió pedir perdón por haber destrozado las imágenes
y las incontables veces que se había burlado de esas prácticas religiosas, al decir
esto sintió cómo caía en un abismo oscuro dejándola privada por algunas horas.
Al otro día, sus padres la llamaron desde la puerta para que se despertara y
comenzara a organizar sus maletas. Mercedes, al abrir los ojos con gran asombro,
no encontró explicación lógica a lo que veía: las imágenes fundidas en las
paredes de los mártires dirigían su mirada al cielo con una sonrisa malévola.
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a Mario Barrero
¿Cómo surgió el “gótico tropical”?
#NencatacoaShorts
Entresueños
Felipe Pava Osorio
Óleo sobre MDF
60cm x 40cm
UN FANTASMA LLAMA EN EL ZAGUÁN
Aura Zafra
Un fantasma
llama en el zaguán
Con tono putrefacto
De luto maternal.
Niña,
No hay nada que temer.
He venido para verte
De la sombra y el fosal.
Abre ya la puerta
Que la noche va a acabar.
No quiero, no quiero.
Temo que en tus ojos
No me pueda yo encontrar.
Madre,
Ven y dame de comer
De la fruta ya podrida
De tu fiel seguridad.
Mi niña, mi niña
Mamá no vendrá.
No vendrán tampoco las caricias
Ni el abrazo, ni la paz.
Quita ya el cerrojo
Que la noche ya acabó.
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No puedo, no puedo.
Temo que en tus manos
No me pueda consolar.
Madre,
Solo ayer te dije adiós.
¿Cuántas veces más
Te debo yo enterrar?
Mi niña, mi niña
Mamá no vendrá.
Juguemos solas en el monte
A lastimarnos sin llorar.
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Urano y Prometeo
lavillacolors
Collage Digital
4500px x 4500px
Sickman
Santa
Grafito sobre papel ecológico
17cm x 17cm
FRASCO AZUL
Santiago Otálvaro
Despierta medio mareado con la única intención de ir al baño a calmar las
nauseas que le agobian. Se para de la cama por el lado derecho -el más lejos de
la puerta de salida y más cercano al retrete- con ese horrible sentimiento -ya
familiar y contradictorio- de haber ganado y perdido al mismo tiempo. Si bien
no recuerda en absoluto lo que ha pasado, el sentimiento logra perpetuarse. Se
siente dentro de sí, como el que llega al lugar del desastre después de la tormenta
pero sin haberla vivido y se ve en medio de los escombros que le generan algo
así como una sensación de calma espeluznante. Pero no es exactamente calma
lo que siente, es, más bien, desasosiego. Una intranquilidad completamente
apacible.
No repara mucho en la ropa tirada por todo el monoambiente y lo único que
llama suficientemente su atención es el computador que muestra en la pantalla
la publicidad de una charla de salud mental que tendrá lugar en el centro en
menos de 1 hora. Sin pensarlo dos veces, pues sabe que ha estado esperando ese
evento hace mucho, se pone los zapatos negros que encuentra desparramados,
uno -el derecho- en una esquina y el otro cerca a una silla; el pantalón, del mismo
color, que cuelga de la silla frente al computador y una camiseta gris básica que
encontró suelta en el piso junto a su mochila, cuya posición entreabierta deja ver
el título del libro que lee por esos días sin recordar hace cuánto lo ha pausado o si
ya lo ha concluido: “La muerte y otras sorpresas” de Benedetti. Toma también
la mochila con un movimiento rápido -que hace que el libro caiga al fondo- para
terciarla a su pecho en su costado izquierdo y sale directamente al centro, caminando,
para despejar un poco la mente.
No piensa en nada. Si se le puede llamar “nada” a todo aquello que pasa
por su cabeza mientras camina y que, si bien son pensamientos carentes de
coherencia que se transponen unos a otros sin el más mínimo orden lógico,
le ayudan a seguir caminando, casi normal; casi con un único sentido definido
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hasta que, sin previo aviso, aparece dentro de sí ese pensamiento terrible de
sentirse perseguido. Un hombre le persigue. El mundo comienza a darle vueltas
y en pocos segundos sus manos están completamente empapadas de sudor,
siente que su corazón late sin parar y siente también como se corta, súbitamente,
su respiración, obligándole a caminar -casi que arrastrando los pies- hacia
los primeros árboles del parque por el que pasa, esperando que le ayuden tanto
a escabullirse como a recobrar el aliento.
Su maniobra, al parecer, ha funcionado y ya no siente que le persigan.
Logra estabilizarse, pero confirma su sospecha: a unos 100 metros adelante,
en el mismo parque en que se encuentra y por la misma vereda hay un hombre
que, a juzgar por la forma como observa -a los lados y al frente-, está buscando
algo o a alguien. Lo reconoce. Se le hace familiar. Busca dentro de sus recuerdos
y trata de responderse cuándo lo ha visto; cuándo ha tenido esta misma sensación,
pero no logra hallar un recuerdo exacto. Sin embargo, y después de algunos
minutos, se dice a sí mismo en voz alta: “ese tipo es el que me viene persiguiendo
por días -observándolo, pero a la misma vez escondiéndose detrás de un árbol-.
No escapará esta vez.” Finaliza decidido.
Con un nuevo objetivo en la mira y sin vacilaciones comienza la persecución.
No se le hace extraño cuando lo ve entrar en el salón de convenciones
donde se va a llevar a cabo el evento que había esperado tanto pues, si aquel tipo
estaba estudiando sus movimientos, -piensa- era lógico que supiese de antemano
a donde se dirigía y, al haberlo perdido por la estratagema que logró en el
parque, no le quedaba más remedio que dirigirse al próximo destino conocido
de su victima. Decide no entrar para que no lo vean y espera a que el tipo salga
pronto al notar que él no se encuentra allí, sin embargo, al ver que el sujeto
aquel se demora más de lo que creía -una eternidad de 10 minutos-, no le queda
más remedio que ingresar a buscarlo tomando, por supuesto, las precauciones
del caso: camina despacio sin llamar la atención, no mira a nadie a los ojos y
entra en un estado de alerta máxima. Accede discretamente al recinto y una vez
adentro sabe que ha cometido un error: el sitio está lleno y se hace casi imposible
encontrar a alguien que, si bien le era familiar, no podría reconocer entre
tanta gente.
Sin más remedio que salir del recinto de nuevo, lo único que le queda es
volver a casa y tratar de descansar de su realidad de ser, a la vez, perseguido
y perseguidor. Decide ahora caminar más lento. Va cavilando el porqué aquel
tipo lo está persiguiendo, ¿quiere hacerle algo?, ¿se habrá metido en algún lio
de faldas? Y al pensar en ello no recuerda muy bien su vida antes de este día,
aunque nada de lo que lo rodea le parece extraño: la vereda gris -misma de ayer-
; la calle ancha -está seguro de que la ha pisado antes-; el parque con la fuente
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en medio -adornada con angelitos que le parecen francamente horribles-, en
fin, todo lo puede ubicar en algún lugar de su cabeza, pero no puede recordar
un pasado distante: “¿qué lio de faldas?” -se dice- “¿con qué mujer?” Sigue pensando
posibilidades que lo llevan a un parque diferente que se encuentra muy
cerca a su casa. Le dan ganas de leer, como ya es costumbre en él cuando pasa
por allí, pero al buscar una silla ve algo que lo saca por completo de sus elucubraciones:
¡Ahí está! El tipo que lo perseguía hace menos de 1 hora está sentado
a unas pocas bancas de allí. Decide entonces sentarse a pretender que lee para
vigilar, un poco más de cerca, a su perseguido ¿perseguidor? (ya no sabe cómo
llamarle). Este pensamiento es el que le permite plantearse una idea que para él
le imprime lógica a la situación: aquel sujeto lo está esperando. No hay dudas.
No se iba a rendir al no encontrarlo en el centro de convenciones y entonces se
sentó en el parque desde donde puede ver el edificio en que vive. Su intención
-continúa hilando especulaciones frenéticamente- es clara: el tipo está, como él,
pretendiendo leer, pero con la verdadera intención de esperar que su víctima
entre por la puerta del edificio para, seguramente, hacerle algo terrible.
Continúa con su mímica lectora en un estado de completa preocupación,
pensando en las cosas horribles que planea hacerle aquel sujeto sentado que no
hace más que perseguirle por toda la ciudad. Intuye que en cuanto lo vea entrar
se irá corriendo hacia él para hacerle daño, o quizás, ¿esperará a que suba al
tercer piso y lo alcanzará allí mientras abre la puerta?, ¿habrá alguien más esperándolo
arriba y en cuanto suba e intente devolverse se encontrará, cara a cara,
con su perseguido y entonces será demasiado tarde? Mientras piensa todo esto
pasa algo que lo deja perplejo y lo asusta aún más: con toda la calma del mundo
el tipo decide parar de leer y se dirige, decididamente, al edificio donde vive
su victima. Por un momento siente alivio ya que cree que, al no encontrarlo, no
le quedará más remedio que irse; pero rápidamente algo dentro de sí lo invita
a enfrentarlo y se dice: “si no lo hago en este instante -que lo puedo tomar por
sorpresa- y me voy, huyendo, mañana vendrá de nuevo y será él quien me espere
afuera”. Después de ese tren desbocado de pensamiento decide seguirlo e
ingresar al edificio tras él. Espera encontrarlo en el vestíbulo, pero se aterroriza
al no verlo y entonces comprende que, debido a que el ascensor no funciona, el
tipo tiene que estar subiendo por las escaleras. Lo persigue con cautela pero sin
pausa y empieza a subir también. Al llegar al tercer piso y tomar el pasadizo que
lo lleva a su puerta, sabe que ya no hay escapatoria, se van a enfrentar. Aprieta
sus llaves dentro del bolsillo derecho esperando que le sirvan como elemento
disuasivo y, de alguna manera, le cause miedo a su enemigo, pero al alzar la mirada
se lleva una sorpresa que le causa turbación: Su puerta se acaba de cerrar
desde adentro. El tipo ha entrado a su apartamento.
51
Lo que sigue son mil y una posibilidades que pasan a toda velocidad por
su cabeza y de las cuales no puede asir, con certeza, ninguna. Como por inercia
su oreja derecha lo hala a la puerta y puede escuchar dentro como caen
objetos al piso: “¿Me quiere robar?, ¿está buscando algo en específico?, ¿cómo
consiguió la llave?, ¿tiene algún cómplice en el edificio y esto se trata de
un complot contra mí?” puede sentir qué tan precipitado está su corazón y solo
atina a dar respiraciones profundas que no lo calman del todo. Cree que lo mejor
ahora es esconderse. Se dirige donde su vecina del piso de arriba cuyo saludo,
al abrir la puerta y mirarle la cara desconcertada, es: “¿otra vez?” -con
un mohín que le invita a pasar y, sin dejarlo responder, añade: “será mejor
que esta vez sí te quedes descansando en el sofá ya que, se nota a leguas, que
no estás bien, que no tienes quien te cuide y que necesitas un sueño reparador.
Adelante, pasa, te voy a preparar leche caliente”. No sabe cuánto tiempo ha
pasado cuando despierta, pero se para de inmediato y, sin despedirse, baja a su
apartamento. Cuando faltan pocos metros para llegar a su puerta lo ve. Se ve él
mismo saliendo por la puerta que ha salido tantas veces. Se ve salir con prisa,
como queriendo llegar a algún lugar y entonces comprende lo que pasa y lo
toma como una victoria a medias que apacigua su ansiedad. Sabe perfectamente
lo que sigue. Espera a que su otro termine de doblar hacia las escaleras y entra
a su apartamento donde, ya completamente tranquilo, se quita la mochila y
la deja caer al piso seguida de su camiseta gris. Se quita los zapatos y tira
el derecho a una esquina y el otro cerca de una silla. Cuelga su pantalón en la silla
del computador y se dirige al mueble al lado de su cama donde ve un frasco azul
con 16 pastillas que toma de a dos con toda calma y sabe que son las que lo dejarán
vencedor definitivamente. Se recuesta en la cama. Pasa algún tiempo y despierta
medio mareado con la única intención de ir al baño a calmar las nauseas
que le agobian. Se para de la cama por el lado derecho -el más lejos de la puerta
de salida y más cercano al retrete- con ese horrible sentimiento -ya familiar y
contradictorio- de haber ganado y perdido al mismo tiempo.
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a Mafe y Diana
ft Editorial Nencatacoa
¿Qué es el Gótico tropical? ¿Puede haber gótico en la
tierra caliente?
#NencatacoaShorts
Él me obligó
La isla bonita
Ilustración digital
25cm x 25cm
HOY ES JUEVES
Killin
Era delicadeza en cada acto y movimiento. Infalible en los detalles y cuidadosa
en cada duda que se le presentaba.
Hablamos de la maldad, de la locura y de cómo poco a poco y con pequeños
artilugios, puedes crear el escenario ideal para que la locura envuelva el alma y
habite en la cabeza de alguien.
Teníamos como ejemplo a su expareja, un hombre con un futuro prometedor
que dedicaba sus días a vivir en la desesperanza, la culpa, ataques de pánico y cuidar
a sus hijos, mientras ella y yo despegábamos en una cama nueva cada jueves.
De vez en cuando y con cada conversación, yo me veía inmerso en el miedo;
podía leer entre las líneas bien hiladas de sus palabras, destellos que la delataban,
maldades planeadas que además me incluían, pero no como cómplice o secuaz; en
ellas yo era la próxima víctima.
Mi cabeza comenzaba a dar vueltas; los muros se hacían gigantes, densos y
oscuros. No había más miedo en una cámara de gas que entre mis cobijas, porque
ese miedo, esa angustia y esos sueños con mi muerte, con la de ella, la de mi familia
e incluso la de mis gatos y perros, se afianzaban cada noche que no pasábamos
juntos...
Las noches se convertían en largometrajes. Mi imaginación estaba atrapada
en una realidad volátil; una hipérbole en cada pensamiento. Su muerte era el centro,
pero pensar en su muerte, venía acompañado de la muerte de cada persona
que posiblemente tuviese relación íntima con ella y conmigo. Nadie podría salir
en paz de esta historia, porque simplemente no sería justo que sin ella, la historia
continuara. No habría protagonista, no habría sentido y mucho menos, la creadora
del escenario perfecto.
Hoy es jueves, tocaron a mi puerta dos policías. Uno tenía su rostro un tanto
afligido, se veía impactado por algo; con mirada de mil yardas, como quiénes han
visto el terror, la violencia y la sangre de frente. El otro, intentaba no darle vueltas
al sobre de manila que tenía en sus manos, pero ya estaba a punto de romperlo por
la fricción con sus dedos largos y huesudos.
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Abrí... Entraron después de saludar y presentarse mientras yo acomodaba los
cojines de mi sofá.
Preguntaron por mis días anteriores y mis faltas al trabajo; si sabía algo de
ella, su esposo y sus hijos.
Yo no podía responder, porque no tenía idea, no sabía ni podía entender qué
pasaba. El miedo me habitó de nuevo; pensar que ella no estaba, era como perder
el ancla y el motor de un barco en medio del océano, un desierto en medio día sin
agua ni brújula, una noche de cine en medio de un thriller de terror que te convierte
en víctima.
Me mostraron la foto de su casa, la foto de su alcoba, su baño y su parqueadero.
No había rastro de personas. ¡Había rastros de sangre! Esta estaba en cada
rincón; era como si con una dedicación absoluta, tomaran un rodillo de pintura y
la llevaran a cada punto, esquina y grieta en la pared. Era una obra completa, un
río de sangre plasmado en la pared, algo bello...
El horizonte rojo, la tarea perfectamente diseñada, el cumplimiento de su deseo
en cada parte... pero no había nadie...
Recordé algo que podía servir a los policías. A pesar de mi desprecio por ellos,
quería saber cómo ayudar y cómo terminaría todo.
Ella no estaba y yo necesitaba saber si estaba bien.
Les relaté a los policías que en mi sueño de la noche, la escuché con su voz
suave. Me hablaba al oído, me susurraba sus deseos y me aseguraba un futuro a su
lado para siempre. Les dije que desperté y la busqué, pero ella no estaba. Vi algo
por la ventana: la sombra de un hombre de algo menos de dos metros de estatura
se acercó a mi ventana y me miró de cerca por la cortina; yo no podía separar mi
mirada de la suya. Teníamos deseos reprimidos, rabia, dolor, miedo, ansiedad y
sobre todo venganza, una lenta y dolorosa... ¡Eso deseábamos!
Él se alejó. Recuerdo que dejó algo en el portal. Cuando llegué a esa parte,
56
sentí que mi sueño no era sueño; que algo tan vívido no podía ser una mera invención
de mi cabeza.
Salí mientras los policías me seguían y ahí en mi portal se encontraban 4 bolsas
grandes repletas y bastante uniformes, limpias en su totalidad, pero con un
peso contundente, ese que la muerte suele tener. No había energía que emanara
de allí. Uno de ellos se acercó, abrió una bolsa y de nuevo vi esa mirada de las mil
yardas en el otro policía. El sobre ya no importaba. El descubrimiento era una
confirmación.
Me quedé parado en frente suyo mientras preparaban las esposas. La conversación
fue extensa y ya la tarde caía.
A las 6 de la tarde las luces no alumbran, pero hace falta encenderlas...
Desde mi balcón
NoAlPastel
Ilustración digital
21cm x 29,7cm
EL CRISTALINO DE SUS OJOS
Danielalinde
No podía pensar, sólo podía verme reflejado en ese charco de sangre que
descansaba sobre el piso de aquella habitación donde horas antes había hecho
el amor con una desconocida que me miraba con ojos vacíos y cristalinos. Yacía
en un rincón con mirada extraviada pero acusatoria, aunque no la viera notaba
su presencia, escondida como una rata asustada en su madriguera, de su
boca brotaba un hilillo de sangre, sangre de otro, arrancada a la fuerza en un
momento de ira. Me culpaba y lo sabía.
Comencé a orinarme sobre ese bello cadáver para lavar la sangre con mi
orina, la alcé en brazos y la coloqué delicada y cuidadosamente sobre la cama,
me acosté a su lado y cerré los ojos, esperando. Aquellos ojos inquietos se
paseaban por la habitación recordando tiempos pasados, podía sentir su aliento
sobre mi rostro y su respiración entrecortada al restregarse contra mi bello
cadáver, perturbaba mi paz y yo la suya.
Su cuerpo tenso como en un grito reprimido, sus pequeñas manos tiraban
de las mías intentando despojarme de aquello que ella pretendía suyo. La deseaba,
la deseaba más que la sangre que brotaba de sus labios, deseaba la calma
que habitaba aquel que tiempo atrás fuese cuerpo, quería introducirme en él
para robarle lo poco que conservaba dentro.
Su cabeza era como un gran espacio en blanco, donde parecía que lo único
que quedaba fuera un reflejo de mis deseos: había adoptado mis instintos como
suyos y mis hábitos alimentaban sus fantasías.
Le gustaba mirar mientras las penetraba, creo que disfrutaba viendo como
las personas se quitan una a una sus máscaras hasta quedar en pura carne, entrañas
de diversas formas que se fusionan en un orgasmo; a veces creo que también
le gustaría poder disfrutar tanto como ellas, pero es incapaz, no tendría
sentido, sólo encuentra placer desgarrando sus cuerpos a mordiscos, era como
si intentara quitarles del cuerpo los rastros que he dejado en ellas.
A pesar de haber pasado mucho tiempo, todavía logro ordenar con cierta
59
lógica mis recuerdos. La conocí en la playa, me quedé observando como sus
pequeños dedos escarbaban la tierra, noté que guardaba algo en una pequeña
caja de madera y salía corriendo para luego sentarse junto a una pareja. Un grito
ensordecedor salió de la garganta de la mujer que estaba a su lado, no podía
ver lo que pasaba pero quería saberlo. Cuando llegué ella ya no estaba, en su
lugar me encontré a la mujer que gritaba de dolor, tenía las piernas ensangrentadas
y le faltaban pequeños trozos, parecía que algo le hubiese comido la piel.
Nunca supe que guardaba en aquella caja, solo sé que siempre la llevaba
consigo y bastaba mirarla para que en su pálido rostro se dibujara una delicada
sonrisa, que después se convertía en una clase de mueca macabra.
Siempre volvía a mi con pequeños trozos de piel y carne, nunca los conservaba.
Le gustaba frotarlos contra su cuerpo de una manera frenética, desvelándome
el placer que le producían. Antes de deshacerse de ellos solía enseñármelos,
recuerdo su mirada paciente esperando que mi mente descifrara aquel mensaje
oculto entre esas carnes putrefactas, para ella era evidente, para mi solo lo sería
muchos años después.
Todo en ella me fascinaba, su cuerpo delgado y pálido le daba el aspecto
de una niña, pero en sus ojos, más vivos que el fuego, ardía la llama constante
del deseo, con solo mirarla a los ojos podía perderme, reflejaban tantas emociones
que dolía. Solía mirarla e intentar descifrar ese lenguaje suyo que ante otros
parecería absurdo, pero para mi eran las voces de mil personas encerradas en
una sola boca.
Ha pasado mucho tiempo y todavía siento su mirada inquieta atravesar las
paredes como si me buscara, como si reclamara mi presencia. Hace mucho que
no soy el mismo, después de ella todos me parecen vacíos, creo que no entienden
nada, son pequeños entes con mentes huecas y repugnantes donde sólo
se escucha el eco de palabras ajenas.
Todas las noches bajo al sótano y la visito, cada vez que la veo oleadas de
sensaciones recorren mi cuerpo. Sé que por fin ha obtenido lo que quería, ya no
necesita robar la calma que tanto anhelaba de esos cuerpos vacíos, mis bellos
cadáveres, ahora es uno de ellos, ahora ella también me mira con mirada cristalina,
pero la de ella no está vacía, todavía puedo ver mil mundos escondidos
60
detrás de sus pupilas y con el mismo magnetismo de la primera mirada me insta
a perderme en ellos.
La veo acostada en su lecho y la deseo más que antes, su piel sigue intacta
pero un poco más pálida, su pequeño cuerpo no ha cambiado, me acuesto
a su lado cuidando no perturbar sus sueño eterno. La veo de nuevo tan pura y
tranquila que parece dormida, sé que ya no es más que un cadáver conservado
por el formol, pero para mí es como si la vida de todo el planeta estuviera guardada
en ese cuerpo tan frágil y emanara poco a poco alientos de vida por cada
uno de sus poros.
Todo en ella me lleva al pasado, cierro los ojos y la espero.
La transformación del trópico
Nicolás Garzón
Acrílico sobre lienzo
50cm x 70cm
TRAGEDIA
Angie Carolina Camargo Gil
Tumbados, escampando la lluvia bajo un árbol, recibieron cada gota que se
deslizaba por las hojas y embocaba casi a la par en sus bocas con un sabor muy
peculiar. Un sabor pacificador e inimitable para sus momentos de comezón dados
por encarcelar, con ejecución, a personas de buen corazón; probar de ellas
barría sus almas y dejaba todo ese dolor y putrefacción a su alrededor.
El avecinamiento de la nube los hacía accionarse y salir disparados a escampar
el llanto siempre bajo el mismo árbol, sin saber que la nube le regalaba
a ese árbol persistencia de vida mas no bebidas con la intención de ofrecer placidez
a sus adopciones de huida.
Las nubes son uno de los más maravillosos espectáculos y esa lo era aún
más. Al notar que sus gotas ahora llenas de ponzoña no acababan con los cuerpos
refugiados, en una de esas llegadas apareció de la nada y en silencio, desesperada
por dejar propina hasta finiquitar o, mejor aún, aniquilar la burla que
tuvo que soportar, decidió metamorfosear. Como resultado con gran armonía
flameantes gotas azules pudo liberar quemando todo a su paso, menos aquel árbol
que ella fortaleció por y para ese día que ella sabía que llegaría, logrando dejar
dos cuerpos incinerados, tumbados y escampando...la lluvia bajo un árbol.
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Pato-man
Santa
Grafito y lapices de color
14cm x 9.5cm
QUIZÁS SEA REVERTIDO
Angie Carolina Camargo Gil
Conversación que mantiene una traficante de órganos, con tendencia a
comportamientos hipersexualizados, con la victima ya deshumanizada y al
ser este alguien a quien conoció en el pasado.
Quizás vio todo lo opuesto a quien realmente soy.
Dígame cómo me imagina, pero séa creativo, nadie más que yo sabe lo que
es cargar en mente un nombre sin dueño aparente y un rostro sin un mapa
de combinación incluido.
Sin un año cercano al encuentro de nuestros destinos, intentando saber sobre
armas y guerra, encontré el revestimiento del placer. Quizás vio lo opuesto
a quien realmente soy.
Podría hacer más amenos tus años restantes de frío y hambre, de cansancio
y sueño, pero ¿Qué carrera prefiere escoger conmigo?
Si siempre ha sido de buen enfoque, no me conserve en sueños, en tactos
silenciosos, en intentos de olvidos fallidos a falta de reconciliación con el pensamiento
y los reclamos que no me hizo. Ve la falta de democracia que tuvo usted
conmigo.
Quizás vio lo opuesto de todo lo que realmente soy y el hoy fue totalmente
diferente del ayer, porque ya no había diagnóstico de corazones a punto de
dibujarse bocas y tomar las riendas certeras hacia mi abismo. Solo quedarán
rastros de las latas que fui golpeando de camino a casa mientras sacaba las
flagelaciones hechas por signos de exclamación, aberrantes hasta para la misma
gramática.
Quizás vio todo lo opuesto a mí y no alcanzaron las prisas de ambos para
hacer de los dos una dicotomía. Quizás ya siendo otro día no me imaginas por
la falta de vida en tu cuerpo y ¿Qué es todo? Nunca seguimos los deseos por culpa
de su dosis diaria de narcisismo, por esos tres anzuelos que usted se insertaba
en la piel y que obstaculizaban sus súplicas y, que simultáneamente, me
65
estimulaban a confrontar esos intentos de ultimátum.
¿Podría saber quién era usted? No, el ser humano es tan complejo y malgastaría
mi tiempo. Eso ya no importa, nos quedamos debiendo en otra existencia
el vocabulario y los sinónimos de las escasas oportunidades, de mi rostro, de
su gusto e intriga que quizás pudo ser revertido. Pero mi objetivo era imparcial,
no podía ser desaprendido, es decir, entienda que no solamente me atraía su
exterior, sino cada espacio de su cavidad interna.
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a Santiago Mutis
¿Qué es en realidad La mansión de Araucaíma?
#NencatacoaShorts
El pintor de las magnolias
Goyeneche
Oleo sobre lienzo
60.5cm x 70cm
PRESENCIABA LA AUSENCIA EN SU
AUSENTE PRESENCIA
Contra Dicción
Presencia: Despierta algo confundido. Sin levantarse, corre la cortina
con los dedos. El cielo gris. Completamente nublado. El colchón se hunde ligeramente.
Recuesta su cabeza y mira al techo con desgana. Al lado, un demonio.
Se levanta. Se lava los dientes. En el espejo el demonio. Se baña. A sus
espaldas, el demonio. Siempre lo mira fijamente. Emite susurros mudos que
se oyen en algún mundo, pero no en este. Él los oye. “Déjate ir”. “No sigas”.
De vez en cuando se tapa los oídos con disimulo. Se viste. Pone música. Mientras
come, al otro lado del comedor, está el demonio. Él esquiva su mirada.
Hace como si nada. Se concentra en sus tareas. Escribe en el computador. Lee
un libro. Ya es de tarde. Cocina. Vuelve a escribir muy concentrado. El demonio
ya no está. Él se sorprende, mira a su alrededor. Continua en su éxtasis sobre el
teclado. Sonríe. Bebe una cerveza. Sonríe mientras bebe, escribe y baila con su
cabeza al ritmo de la música. Una llamada. Se irrita. Sigue el estrepitoso timbre
del teléfono. De mala gana se levanta a contestar. Contesta. Palabras. Sigue
escribiendo mientras escucha con el teléfono en altavoz. Se detiene. Oye con
atención. No abre la boca. La llamada termina. Cuelga. Mira absorto a la pared.
Más allá de la pared. Una mueca de tristeza se apodera de su rostro. Sigue escribiendo.
Para. Sigue escribiendo. Para. Sigue escribiendo. Para. Mira a al lado.
Sigue escribiendo. Se detiene. Se pone de pie. Recorre errático la casa. Mira
por la ventana. Se sienta en el sillón de la sala. Mira al techo con desgana. Abre
la puerta de la casa. Entra el demonio. Se miran fijamente. Rompe en llanto. El
demonio sonríe.
Ausencia: Oscuridad. Aparezco de repente. Junto a él. Esta vez sobre
la cama. El colchón está caliente y afuera el gris frívolo. Lo sigo al baño. Desde
la espalda le veo el rostro en el espejo. Después veo el agua caer sobre su
espalda desnuda. Mis ojos le buscan la mirada y la mirada no le corresponde.
Intento gritar y solo salen susurros. Emito palabras que se transforman a salir
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de mi boca. “No controlo mi cuerpo”. “No quiero estar acá”. Palabras que no
se oyen en ese mundo. Aun así, él parece escucharlas, disimuladamente se tapa
lo oídos. Pero no hace nada más. Y yo le veo. Mientras come. Mientras trabaja.
Mientras piensa. Mientras respira. Sentado me relajo y le observo en paz. Veo
como se concentra. Desaparezco. Todo se pone obscuro. Pasan segundos. Pasan
minutos. Millones de minutos. Grito en el vacío anhelando mi existencia. Luz.
Aparezco. Una puerta se abre. Me mira con tristeza. Una lágrima. Le sonrío.
“Gracias”, le digo. No dice nada. “Me gusta estar acá”. Sonrío casi como si lo
deseara. Llora con dolor.
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Taurus
Andriu
Collage digital
18cm x 21cm
Demonios y partícula
lavillacolors
Collage digital
6750px x 4500px.
72
HOY
Alexánder Giraldo
Es la mañana, los pájaros vuelan. Hoy lo hacen al revés.
Lo que antecede a la noche es el día, pero hoy es al revés.
Entonces, antes como ahora, comienza.
Relámpagos. Lluvia. Vidrios rotos. Gritos. Cosas tiradas. Oscuridad. Aquella
risa. Aquel llanto.
La respiración que se agita. El ahogo que llega. La sensación que desciende
por la pierna hasta el suelo se combina con la lluvia, y la sangre.
Aunque cierre sus ojos, igual todo aquello sigue ocurriendo atrás de sus
párpados. Antes como ahora en la noche que antecede a la misma noche. Hoy.
Abre los ojos. Los pájaros caen del cielo. Caen derrumbados. Llueven con la
lluvia. Algo lo abraza. Un grito. Silencio.
Ella no puede ser. Aún su cabeza tiembla en sus manos.
Su cuerpo no puede ser. Aún no amanece.
Entonces espera a que amanezca y los pájaros vuelan de nuevo. Pero es hoy.
Lo sabe.
73
Velo
Andriu
Collage digital
18cm x 21cm
LOS OJOS DEL ABISMO
Jorge Pinzón
Alex miraba hacia las estrellas por la ventana de su apartamento, o por lo
menos imaginaba que lo hacía. Desde que se mudó a la “gran ciudad” se la pasaba
mirando al cielo mientras intentaba dormir, pero las luces nocturnas del
centro y las nubes grises y sin vida tapaban las estrellas. Con suerte, Alex, podía
ver a veces la luna asomarse tímidamente entre las grandes nubes negras, así
que se imaginaba las estrellas más allá de aquel muro de contaminación, para
pasar el tiempo y dejar de pensar en esa voz que atormentaba su consciencia.
—Pronto. —Pensó. Ya solo le faltaba un semestre de universidad, unas
cuantas deudas que debía pagar y volvería a la granja, volvería a ver a papá.
Alex odiaba la ciudad, odiaba esperar por un bus a las cinco de la mañana, tener
que soportar las largas horas de clases, pero lo que más odiaba Alex, por sobre
todas las cosas, era esa maldita voz. No recordaba cuándo había comenzado a
escucharla, quizás fue hace dos semanas, dos meses, quizás la voz siempre estuvo
con ella, acompañándola en sus noches frías y solitarias.
—Mira las estrellas. —Decía. —Acércate a la ventana y míralas. —Seguía
diciendo la voz con una certeza improbable y antes de que Alex se diera cuenta,
estaba en el borde de la ventana. —Allí está El Cinturón de Orión y si miras a
tu izquierda puedes ver un cúmulo de estrellas que conforma la Nebulosa Cabeza
de Caballo. —La voz era suave y sus palabras eran tan dulces como las de
un amante en tu oído. —Ahora mira hacia abajo, mira los carros detenerse en
el semáforo, sería muy divertido que saltaras. —Le pidió la voz amablemente.
—Salta ahora. —Le repitió con un tono más severo. — ¡Salta, ya! —Le
gritaba. Alex tenía un pie fuera de la ventana y estaba a punto de saltar. Pero
se resistió y se devolvió a la habitación; la voz solo gritaba y gritaba, mas Alex
luchó contra la compulsión de salir corriendo y saltar por la ventana. La sensación
era cada vez más y más fuerte, la voz gritaba con fuerza y entonces se calló,
solo hubo silencio. Alex escuchó pasos en el pasillo afuera de su apartamento,
uno tras otro hasta llegar a su puerta. Intentó levantarse, pero no podía mo-
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verse; miró el pestillo fijamente mientras giraba y decenas de arañas entraron
a través del cerrojo de la puerta, decenas de arañas que corrieron hacia ella.
Cerró los ojos y habían desaparecido. No recordó cómo había llegado allí, miró
por la ventana y estaba amaneciendo; intentó pensar en Rachel, en Jonathan,
en sus sesiones psiquiátricas cuando le decían que la voz no era real. Pero ahora
se sentía bastante real.
—Ellos te hicieron daño, ellos te pusieron aquí, te querían usar, te querían
robar la voz. Nosotros solo te queremos ayudar. —Dijo la voz, Alex intentó cubrir
sus oídos, gritó desesperadamente. Ahora golpeaban la puerta con fuerza,
alguien afuera gritaba algo acerca de la policía. Alex intentó pensar en lo que
había sucedido esa noche, recordó escuchar:
—A la derecha, escóndete, sal ahora, sigue por acá — Mientras corría, no
sabía de quién, hasta llegar a un gran edificio con fachada negra. —Entra. —Entró
por la recepción, no había nadie. —Acércate a los casilleros, busca tu nombre,
busca tu apartamento. —Alex se acercó a los casilleros donde le dejaban el
correo. Cada uno tenía el nombre de alguno de los que viven en el edificio. Leyó
los nombres: Carlos, Sebastián, Alex, David, Jona... Volvió a leer el nombre del
casillero. Alex. Apto 1001.
—Mi querida, por fin te encontré. —Le decía una voz familiar. Alex se dio
la vuelta y vio a Jonathan empuñando una jeringa. —Los demás están cerca,
van a venir, todos van a venir por ti—dijo mientras se acercaba más y más con
la jeringa. —Te hemos seguido la pista desde hace un tiempo, ven conmigo,
volvamos al hospital —Continuó diciendo Jonathan.
—No, no vuelvas. Recuerda, recuerda —dijo la voz. Alex lo miró con determinación,
recordó el hospital, las luces, las drogas, las mentiras, las plantas de
plástico, los disfraces, los adornos, la sangre, las camisas de fuerza.
—No pasa nada, lo podemos arreglar. Ven y déjame ayudarte, déjame llevarte.
—Jonathan se acercó y levantó la jeringa contra su cuello. Alex lo detuvo
con ambas manos y gritó.
—Déjame en paz, déjame en paz, déjame en paz… —Jonathan no dijo nada
mientras Alex le gritaba, no dijo nada cuando ella, en su rabia, esquivó su ataque.
Lo golpeó en la entrepierna y se abalanzó encima de él quitándole la jeringa,
no dijo nada mientras lo apuñalaba en el abdomen con la aguja, solo sonreía
mientras miraba al cielo, ni siquiera mucho tiempo después de que Alex se hubiera
ido y él muriera desangrado, había dejado de hacerlo.
Alex tiró la jeringa al piso de madera de su apartamento, se sintió feliz y
aliviada de estar de vuelta en su hogar. Se miró las manos que estaban llenas
de sangre y fue al baño, abrió el grifo para lavarse las manos, pero al hacerlo
vio cientos de arañas caer por la tubería hasta inundar el lavamanos y a caer
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al suelo, todas agonizando, moviendo sus patas en el aire. Todas moviéndose
hacia ella. Alex salió corriendo y cerró la puerta del baño, las abominaciones
ahora rascaban la puerta, cientos de ellas al mismo tiempo querían salir. Sonó
el timbre, ella lo ignoró, tenía su mano sobre la perilla que lentamente se estaba
moviendo; el timbre sonó de nuevo varias veces, la perilla se soltó, la puerta se
abrió y Alex cayó al suelo, pero no había nada en el otro lado. Alex se levantó,
miró sus manos, ya no tenían sangre. La puerta se abrió y Rachel entró —Te encontramos.
—Decía mientras le apuntaba con una pistola. — ¿Estás escuchando
la voz en este momento? —Le preguntó, entrando al apartamento y cerrando la
puerta tras de sí. — ¿La estás escuchando? Necesito saber que te dice. —Alex no
entendía que pasaba.
—Mátala. Hay un cuchillo en la cocina. —Miró de reojo y vio el cuchillo
encima del mesón.
—Último intento, ¿la escuchas o no? —Gritó Rachel, mientras le disparaba
a la pared a unos centímetros de ella, justo por los segundos necesarios para que
Alex se lanzara contra ella, Rachel disparó varias veces indiscriminadamente,
gritaba de ira y dolor; Alex intentaba sostener el arma, ambas forcejearon y
cayeron al suelo pesadamente. La pistola salió volando contra la pared y Rachel
se lanzó por ella, pero no alcanzó a disparar, Alex había alcanzado primero el
cuchillo. Rachel se llevó la mano izquierda hacia su garganta desgarrada, de
donde un hilo fino de sangre se deslizó por entre sus dedos.
—Ella es uno de ellos. —Alex le atravesó el corazón con el cuchillo. —Ella
es uno de ellos. —Siguió diciendo la voz mientras Alex acuchillaba un cuerpo sin
vida, mientras apuñalaba unos ojos vacíos y negros que la miraban con odio y
lamento, los acuchillaba porque no quería verlos. —Ella era uno de ellos. —Alguien
golpeó la puerta. Alex se volteó de inmediato; volvieron a golpear.
—Te quieren hacer daño, tienes que disparar. —Alex cogió la pistola del
suelo y apunto a la puerta. En ese momento un oficial de policía derribó la puerta
de un golpe, pero no alcanzó a desenfundar el arma antes de que ella le disparara
en el pecho; un segundo oficial que entró justo al lado de su compañero
recibió un disparo en la cabeza, ambos cayeron al suelo en un abrazo fraternal.
Alex los miró, vio sus ojos abiertos, sin vida; de repente su piel comenzó a
moverse y a estirarse y pequeñas patitas rompieron la piel de los muertos y la
sangre discurrió por medio de las aberturas, de las cuales comenzaron a salir
arañas. Cientos y cientos de arañas saliendo de sus cuerpos y a través de ellos,
de sus ojos negros, de su nariz, de su boca, de sus orejas, cientos de arañas con
cientos de ojos que corrieron hacia ella. Alex disparó contra la masa negra de
patas, corrió hacia su cuarto y lo cerró con llave; las abominaciones entraron
por debajo de la puerta, las pisaba y las pisaba pero seguían entrando, cada vez
77
más y más. Alguien gritaba al otro lado de la puerta, corría pidiendo auxilio.
Alguien golpeaba la puerta de su cuarto; la voz solo se reía.
—La puerta va a ceder en cualquier momento y seguirán viniendo por
ti, deberías aprovechar que la ventana está abierta. —Alex no miró hacia la
ventana, solo levantó la pistola y apuntó hacia su cabeza. La voz estaba emocionada,
estaba riendo, pero Alex no escuchaba la risa, solo pensaba en que quizás
nunca salió de su habitación; pensaba en el cadáver de su novia, en el de su
psiquiatra, miró su pistola, pero se había convertido en un celular, ahora estaba
sola, sola con su voz y con quien fuera que estuviera al otro lado de la puerta.
Soltó su celular que aún estaba en una llamada al 911, alguien del otro lado
estaba hablando, implorándole que no lo hiciera; se arrinconó contra la ventana
y vio hacia afuera, estaba amaneciendo, y se dio cuenta que esto ya había
sucedido antes. Volvieron a golpear la puerta y alguien pidió que se alejara de la
puerta porque iba a disparar.
—Debes saltar, debes saltar. —Las arañas que habían entrado por debajo
de la puerta comenzaron a cantar su nombre, todas en coro, todas gritaban
lo mismo.
— ¡Salta ya!
Sonó un disparo y la puerta se abrió de par en par, un policía entró corriendo
al cuarto, hacia la ventana, extendiendo su brazo y agarrando el vacío
donde antes había una mano. Alex cayó lentamente al abismo y, al caer, todos
la observamos. Ya no había una voz en su cabeza, no había voz más que su propio
pensamiento y, en esa, claridad pudo recordar su infancia en la granja viendo
las estrellas.
Así que miró una última vez hacia arriba donde nos vio, vio las miles de
estrellas en el cielo, millones de puntos negros, de ojos riéndonos, mirándola
de vuelta.
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Serena
Andriu
Collage digital
18cm x 21cm
AMIGO IMAGINARIO
Miguel Zea
Todos tenemos amigos, amigos que llegamos a querer mucho, tal como
lo fue Michael para mí. Cuando lo conocí teníamos seis años, lo recuerdo como
si no hubiera pasado el tiempo; la viva imagen de quién era me acompañará
el resto de mi vida.
Los adultos suelen tener la errónea idea de que a esa edad todo lo que vemos
es fantasía, que muchas veces trasformamos la realidad y la modificamos
con nuestra imaginación, pero no siempre es así y algo que sé con claridad
es que la amistad que tuve con Michael, fue real.
Michael solía contarme lo solitario que se sentía, que le gustaba que lo
acompañara en todo momento porque ya hace tiempo que nadie hablaba con
él, nadie lo escuchaba, únicamente yo, su gran amigo Andrés. Solíamos hablar
todo el tiempo, me decía que solo le gustaba jugar conmigo, el resto del mundo
solo ignoraba su existencia; teníamos juegos secretos, mundos e historias donde
solo nosotros podíamos entrar, siempre estábamos dispuestos a compartir todas
las aventuras y travesuras que se nos ocurriesen, éramos muy felices juntos.
Michael me acompañaba incluso en las más tenebrosas noches, entre ambos
nos resguardábamos de un monstruo que nos asustaba de vez en cuando;
era intermitente su aparición, a veces no lo veíamos por una semana, pero en
otras llegábamos a verlo tres días seguidos, cuando esto pasaba vivíamos una
pesadilla, siempre llegaba después de que estuviésemos dormidos. Le temíamos
tanto que, apenas oíamos los crujidos de sus pasos acercarse a la puerta,
se nos erizaba la piel e inmediatamente corríamos a escondernos para que no
nos atrapara. Yo era el más asustadizo, entonces Michael me protegía, me solía
decir al oído que todo estaba bien y que pronto se iría, aun así yo era muy cobarde
y no era capaz de mirar su rostro más que de reojo para rápidamente
ocultarme entre las cobijas.
Una vez Michael me dijo que ese monstruo solo vivía en nuestro sueños,
que no nos hacía daño en la vida real, que algo tan horrible no podía existir, eso
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me dio confianza para afrontarlo cuando él llegara. Michael ya era valiente; al
verlo, no lloraba, me daba fuerzas para, poco a poco, dejar de temerle.
Recuerdo la última vez que estuvimos juntos, teníamos nueve años y estábamos,
como de costumbre, los dos jugando de arriba para abajo, entonces,
ese día Michael propuso una aventura nueva, me preguntó si no estaba cansado
de tener pesadillas, de tener la pesadilla con ese monstruo, yo le dije que
sí, al instante el me propuso una idea que se le había ocurrido luego de saber
que existían unas pastillas las cuáles, si tomas muchas, te podían hacer ir a un
mundo de sueños dónde no hay monstruos y tienes mucho amigos, solo que el
único problema que había es que tocaba robarlas, pero que no era tan difícil,
que estaban en el anaquel de una farmacia. Él se percató que estaba un poco
nervioso, así que, me consoló diciéndome que iba a ser otra aventura y que seríamos
ladrones profesionales, como en las películas, esto me tranquilizó y me
hizo acceder, estaba emocionado.
Luego de poder completar nuestra misión, acordamos tomarlas en la noche,
Michael me dijo que él las tomaría primero, si no despertaba es que había
funcionado y que luego me las tomara yo; si no, que buscaríamos al otro
día una nueva forma. Estaba temblando del miedo y de la curiosidad sobre qué
iba a suceder. Llegó las nueve de la noche y, como rutina, nos mandaron a dormir;
él me dijo que tenía que esperar a que se durmiera, que a las once de la
noche lo intentara despertar, tomó treinta pastas seguidas y se acomodó suavemente
en la cama, me dijo que nos veríamos pronto, fuera aquí o al otro lado.
Llegó la hora acordada y empecé con mis intentos de despertarlo, lo moví,
lo llamé e incluso lo golpeé varias veces de manera suave, nada hacía efecto,
después de intentar y fracasar por más de una hora acepté que sí había funcionado,
así que tomé el tarro para tomarme las pastillas, pero, de pronto escuché
aquellos crujidos por el piso, eran aquellas pisadas del monstruo. Escuchaba
como se iba acercando hacía nuestro cuarto, entré en un profundo pánico, no podía
enfrentarlo sin Michael, sentía que el miedo me estaba consumiendo, estaba
tan aterrorizado que no hice ni un solo ruido y me resguardé en una esquina en
cuclillas. El monstruo entró a la habitación, tenía encima ese olor nauseabundo
a muerto, como si hubiera acabado de levantarse de la tumba, empezaba a
hablar, pero no se le entendía nada ya que sus palabras eran las de un demonio,
era imposible entender que decía; en su mano cargaba un especie de tótem
extraño con el cuál, algunas veces, lo utilizaba para amenazarnos. Aunque habían
pasado años, él todavía era mucho más grande que nosotros, no podíamos
defendernos; se acercó a nuestra cama como si fuera un depredador, quitó las
cobijas con las que tantas noches utilizábamos como escudo para intentar protegernos
de él, puso su tótem en la mesa de noche y, como solía hacer, bajó
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sus pantalones sacando así su fea cosa la cuál era su mayor arma, bajó luego
los de Michael y comenzó otra noche de tortura al igual que lo hacía durante
tantos años de maltrato, sin embargo, mi gran amigo ya estaba profundamente
dormido.
Aún siendo un niño hay dos cosas que me pregunté aquella vez, una era
¿por qué le temía tanto si a mí nunca me hizo nada? y ¿por qué a ese ser tan
malvado Michael lo llamaba de noche monstruo y de día Papá?
Recuerdo muy bien ver la sonrisa de Michael pese a la oscuridad, había
conseguido escapar de este sueño que por tanto tiempo tuvimos.
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