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rosariomoises5554
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El Fin de la Romantización de la Maternidad Hoy hace cuatro años y casi diez meses me convertí en madre por primera vez. Fue un embarazo esperado co mucha ilusión y no cabía tanta felicidad en mí, ya que todos los días soñaba con ese momento perfecto casi de película en donde mágicamente tendría a mi bebe en brazos. Ese momento de foto de perfil de Facebook en donde una aparece mágicamente maquillada, sin barriga, sin ojeras y con un bebe en brazos que sonríe y duerme plácidamente. Los días, semanas y meses pasaron hasta que llego mi hora cero, sí esa hora cero en donde vuelves a nacer por segunda vez, el momento mágico del parto, el momento donde por fin tendría en brazos a lo más importante de mi vida después de nueve meses, mi primogénita Ivana. Fue un momento cumbre donde mis niveles de oxitocina esa hormona conocida como la hormona del amor, estaban a flor de piel tanto que habían logrado hacer que me enamore a primera vista de esa mirada única que tenía y tiene mi Ivana. Nada importaba, ni el cansancio, ni las ojeras, ni los malestares del postparto ya que era más de lo que imaginé en todo el sentido de la palabra. En ese momento estaba convencida que la luz de la maternidad comenzaría hacer su trabajo y viviría esos momentos de revista que tanto tiempo nos lo han hecho creer. Sí, esos momentos en donde los bebés están impecables, bien peinados, la casa limpia y organizada y la sonrisa permanente de la madre mientras el bebé mira tranquilo y toma su leche para después dormir toda la noche. El fin de la maternidad color de rosa empezó pocas horas después en donde ya sentía los estragos de un trabajo de parto de más de 24 horas, donde me sentía agotada y lejos de querer comerme una ensalada quería comerme un dinosaurio para recuperar mi energía. Ivana no paraba de llorar y en ese momento nació el primer sentimiento de culpa. Pensaba ¿Qué estoy haciendo mal?, ¿Tendré leche?, ¿Estará enferma? En esos momentos de llanto solo se me ocurrió colocarla en mi pecho y hacer contacto piel con piel. Dentro de todo siempre hay momentos en donde tu instinto hace su trabajo y eso fue un sedante para las dos. Fue así que al cabo de dos días al salir del Hospital sin mayor complicación alguna, camino a la casa, me sentía feliz con mi bebé, me sentía súper empoderada pensando que de alguna manera divina ya habría aprendido todas esas cosas que saben hacer las madres; tú sabes: organizar, sonreír, carisma, limpiar, ser psicóloga, estar fabulosa, el preocu- Gusto Latino Magazine 14

Parse por los demás, no dormir, pero aún así tener energía como si hubieras descansado mil horas, tener el postre listo para preguntarle a tu esposo que tal estuvo su día y obvio no cabía ni siquiera la idea de pensar en cómo te sientes como madre. Los días pasaron y con eso se fue cayendo la idea de la súper mamá, cada día te sientes más culpable, más cansada, duermes menos, sientes que pierdes tu identidad porque no logras ver una conciliación entre el ser mujer y ser mamá en medio de tantos cambios y sobre todo en esa gran metamorfosis psicológica que pasamos las mujeres en el post parto, pero aun así contra todo el cambio que implica la maternidad lo intentas todo para ser esa madre perfecta que la sociedad espera pero sobretodo que crees que tus hijos necesitan. Es imposible negar que mientras nadamos entre esas miradas maravillosas de nuestros hijos nos damos cuenta que por amor queremos ser una mejor persona y que por ellos intentas hasta lo imposible, pero a su vez te das cuentas que tienes un techo de cristal (si esa barrera invisible) porque en definitiva no puedes hacer cosas imposibles comiendo y durmiendo menos. Te das cuentas que si existe el arquetipo de la súper mamá tu eres el lado más opuesto a ese título. Que en medio de tus días difíciles solo aparece culpa y a su vez una sociedad que te juzga, que te critica, que te mira con mala cara cuando das de lactar a tu hija en público, que te dicen que malcrías a tus hijos cuando los cargas, o que eres una madre sin autoridad cuando tu hija hace un berrinche en público. Estamos en una época donde se habla y se acompaña poco a las madres, muchas veces por consecuencia de solo hablar de la parte bonita de la maternidad dejando así de lado la complejidad de dar a luz y criar. Hemos Romantizado la maternidad de tal forma que nos estamos negando la oportunidad de vivir nuestra maternidad con placer y sobretodo de reconocer nuestros propios sentimientos, nuestras propias necesidades porque simplemente se habla de una parte parcial de la historia y se ignora gran parte de lo que vivimos las mujeres en la maternidad. No tenemos que vivir esa búsqueda inalcanzable de ser las madres perfectas, tenemos que promover esa reconciliación con nosotras mismas, buscar la conciliación social para que podamos vivir nuestra maternidad con libertad y eso significa que la mujer que decide ser madre, puede seguir siendo libre, moderna, intelectual y profesionalmente brillante pero para esto es indispensable que la sociedad tome conciencia y le de valor a esta gran labor que es educar a los que formarán el futuro de la sociedad y es que sólo basta ver la poca flexibilidad laboral que normalmente tienen las madres, los juicios que emiten las personas sobre las decisiones de crianza, los lugares en donde no se permite entrar con niños, las miradas desaprobatorias cuando tu hijo tiene 2 años y se le sigue amamantando y un sin fín de ejemplos que ratifican la poca empatía y valoración que se le da a la Maternidad. En definitiva, después de estos años de maternidad, y en la actualidad ser madre de tres maravillosos hijos, decidí validar mis emociones, aceptar esa sombra de la maternidad que es parte de nosotras y que con valentía tenemos que asumir para que podamos seguir desarrollando nuestra madurez emocional de una forma más consiente y es que nosotras las madres no somos buenas o malas simplemente somos seres humanos con virtudes y defectos. 15 Maternidad Gusto Latino Magazine

El Fin de la<br />

Romantización de<br />

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Hoy hace cuatro años y casi diez meses me convertí en madre por primera<br />

vez. Fue un embarazo esperado co mucha ilusión y no cabía<br />

tanta felicidad en mí, ya que todos los días soñaba con ese momento<br />

perfecto casi de película en donde mágicamente tendría a mi bebe<br />

en brazos. Ese momento de foto de perfil de Facebook en donde<br />

una aparece mágicamente maquillada, sin barriga, sin ojeras y con un bebe en<br />

brazos que sonríe y duerme plácidamente. Los días, semanas y meses pasaron<br />

hasta que llego mi hora cero, sí esa hora cero en donde vuelves a nacer por segunda<br />

vez, el momento mágico del parto, el momento donde por fin tendría<br />

en brazos a lo más importante de mi vida después de nueve meses, mi primogénita<br />

Ivana. Fue un momento cumbre donde mis niveles de oxitocina<br />

esa hormona conocida como la hormona del amor, estaban a flor de piel<br />

tanto que habían logrado hacer que me enamore a primera vista de esa<br />

mirada única que tenía y tiene mi Ivana. Nada importaba, ni el cansancio,<br />

ni las ojeras, ni los malestares del postparto ya que era más de lo<br />

que imaginé en todo el sentido de la palabra. En ese momento estaba convencida<br />

que la luz de la maternidad comenzaría hacer su trabajo y<br />

viviría esos momentos de revista que tanto tiempo nos lo han hecho<br />

creer. Sí, esos momentos en donde los bebés están impecables, bien<br />

peinados, la casa limpia y organizada y la sonrisa permanente de la<br />

madre mientras el bebé mira tranquilo y toma su leche para después<br />

dormir toda la noche. El fin de la maternidad color de rosa<br />

empezó pocas horas después en donde ya sentía los estragos de un<br />

trabajo de parto de más de 24 horas, donde me sentía agotada y<br />

lejos de querer comerme una ensalada quería comerme un dinosaurio<br />

para recuperar mi energía. Ivana no paraba de llorar y en ese<br />

momento nació el primer sentimiento de culpa. Pensaba ¿Qué estoy<br />

haciendo mal?, ¿Tendré leche?, ¿Estará enferma? En esos momentos<br />

de llanto solo se me ocurrió colocarla en mi pecho y hacer contacto<br />

piel con piel. Dentro de todo siempre hay momentos en donde tu instinto<br />

hace su trabajo y eso fue un sedante para las dos. Fue así que al<br />

cabo de dos días al salir del Hospital sin mayor complicación alguna,<br />

camino a la casa, me sentía feliz con mi bebé, me sentía súper empoderada<br />

pensando que de alguna manera divina ya habría aprendido<br />

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