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12. La bruja de Portobello

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planta, yo te bendigo, y le pido a la Gran

Madre que la fuente de la que vino esta

agua jamás deje de correr, y que la tierra

de la que vino esta planta sea siempre

fértil y generosa.

Me sorprendieron mis palabras; no

habían salido ni de dentro, ni de fuera de

mí. Era como si las conociera de

siempre y hubiese hecho aquello

infinidad de veces.

Estas bendecida, puedes vestirte.

Pero ella siguió desnuda, con una

sonrisa en los labios. ¿Qué deseaba? Si

Santa Sofía era capaz de ver auras,

sabía que yo no tenía el menos deseo de

tener relaciones con una mujer.

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