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G. Bueno – Materia
en tanto debe contener al «sistema de los elementos químicos» o bien a los «sistemas
cristalográficos», nos ofrece la evidencia de una realidad que es múltiple, pero no
caótica en todas sus direcciones, puesto que está intrínsecamente organizada según leyes
que, de algún modo, habrán de ser incorporadas a la idea filosófica de la materia. Pero
no es menos cierto que a partir de este conjunto de resultados seguros y asombrosos de
las ciencias físicas, el desarrollo ulterior de la investigación científica (la mecánica
cuántica, la física nuclear, la astrofísica) [19] ha llevado a la necesidad de reconocer la
realidad de entidades que están más allá de la materialidad química o cristalográfica y,
en particular, a reconocer la necesidad de contar con el paradójico concepto físico de
la antimateria, concepto que, tomado literalmente, sugeriría que la física ha llegado a
desbordar el horizonte mismo de la materia que se había trazado en un principio. Y, si
no se quiere aceptar tal consecuencia, será preciso conceder que el concepto científico
de materia, en tanto induce la construcción del concepto científico de antimateria, es un
concepto poco riguroso y mal articulado, sin perjuicio de la objetividad de las realidades
que con él se designan.
III. Usos filosóficos del término «materia»
1. Nos referiremos, desde luego, a los usos filosóficos en el sentido estricto de la
filosofía que está dada dentro de una tradición cultural determinada, a saber, la helénica;
el sentido estricto de la palabra filosofía se corresponde, pues, con la filosofía
«académica». Es evidente que si utilizásemos el adjetivo «filosófico» en un sentido lato
(por ejemplo, el que los antropólogos le atribuyen cuando hablan de la cosmogonía,
teología o moral de los «pueblos naturales») no podríamos establecer ninguna línea
divisoria entre los usos filosóficos del término materia (o de otros de su constelación) y
los usos mundanos (por ejemplo, religiosos) de los que hemos hablado en el §I. Esto no
implica que propugnemos la necesidad histórica de una selección de usos o acepciones
en virtud de la cual quedasen excluidos todos aquellos que pudieran considerarse
mitológicos, praeterracionales, &c. Semejante selección desatendería al juego dialéctico
que, en el caso del desarrollo histórico de la idea filosófica de materia, pueda
corresponder a usos que, en sí mismos, son extrafilosóficos (por ejemplo, el concepto de
[20] «cuerpo glorioso de Cristo») pero que pueden adquirir un significado filosófico
intercalados en el proceso de desenvolvimiento de las ideas de la filosofía griega (a
través de la Teología cristiana, por ejemplo).
Para muchos, en cualquier caso, esta restricción del concepto de filosofía al «área
de difusión helénica» no sería otra cosa sino efecto de un etnocentrismo acrítico. Sin
embargo, tampoco es evidente que un etnocentrismo tal pueda, sin más, ser considerado
como acrítico, en tanto que él puede, a su vez, verse como resultado de la crítica al
relativismo cultural. Por nuestra parte vinculamos la peculiaridad de la filosofía de
tradición helénica no ya meramente a unas determinadas tesis (muchas de las cuales son
comunes a otras culturas) sino precisamente a su relación con el método científico
racional puesto a punto precisamente en la cultura antigua, a propósito de la creación
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Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1990. http://filosofia.org/mat/mm1990a.htm (06/01/16)