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G. Bueno – Materia
Capítulo 5
Investigaciones en contextos no marxistas
1. La idea filosófica de materia se desenvuelve, en los dos últimos siglos, en
estrecho contacto con las ciencias positivas categoriales (naturales y culturales) que
justamente van constituyéndose y alcanzando su cerrada madurez a lo largo de este
período histórico, llamado a veces el período de la «revolución científica e industrial».
Ahora bien, acaso tenga algún sentido distinguir dos grandes orientaciones según las
cuales tenderían a desenvolverse los contenidos de la idea de materia, orientaciones que
podríamos denominar respectivamente analogista y anomalista (generalizando la
tipología que los gramáticos griegos utilizaban para clasificar los lenguajes, según que
considerasen a los lenguajes naturales como resultado de procesos similares o bien
como constituidos por procesos diferentes en cada caso y no por ello acausales). La
orientación analogista, o el desarrollo de una idea de materia con un sentido analógico,
incluye, desde luego, al monismo materialista, pero sólo como un caso límite eminente;
no excluye al pluralismo que reconoce las determinaciones múltiples de la materia, la
diversidad de círculos de materialidad, siempre que esa multiplicidad de círculos se
considere presidida por leyes nomotéticas, isomorfas, &c. La orientación anomalista,
por [76] el contrario, subrayará las diferentes determinaciones de la idea de materia en
la medida en que son heterogéneas e irreductibles y, en el límite, en la medida en que
siguen líneas idiográficas, incluso indeterministas (lo que dará pie a algunos para hablar
de la tendencia a tratar a la materia incluso a las materialidades naturales, con categorías
afines a las utilizadas por las ciencias del espíritu). Aun cuando la orientación
analogista, así como la anomalista, pueden apreciarse en todos los tiempos, sin embargo
cabría afirmar que el analogismo de la idea de materia es tendencia claramente
dominante durante el pasado siglo, mientras que el anomalismo (que comienza a
hacerse oír ya en los últimos años del ochocientos) llegará a ser, si no la tendencia
dominante en el siglo presente, sí al menos una tendencia efectiva y «reconocida» por
muchas escuelas científicas o filosóficas.
2. El tratamiento analogista de la idea de materia se advierte ya en
la Enciclopedia de Hegel, en la cual la materia (y ello en contraposición con el Espíritu)
aparece como el reino de la necesidad, de la homogeneidad nomotética. La idea de
materia de Hegel, en sus diferentes niveles de organización y sin perjuicio de la
utilización del criterio neoplatónico de la negatividad (la materia como Anderssein, y,
precisamente por ello, puesto que son los «seres otros», dentro del todo, aquellos que
determinan a cada parte), es en rigor la misma idea que mantendrá el materialismo
posterior, un materialismo que, en cierto modo se constituye, dentro del dualismo
hegeliano, al considerar al Espíritu como la clase vacía (Enzy., § 252, 247, 262). Una
idea similar de materia, próxima a la idea de sustancia de necesidad causal se dibuja, en
estrecho contacto con las ciencias positivas, en la obra de A. Schopenhauer (Ueber die
vierfache Wurzel des Satzes von zureichenden Grunde, 1813, §18). El analogismo es
también el «horizonte» desde el cual suelen ser interpretados por algunos filósofos,
tributarios [77] del evolucionismo de H. Spencer, los grandes descubrimientos o
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Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1990. http://filosofia.org/mat/mm1990a.htm (06/01/16)