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G. Bueno – Materia

(sin contar con las otras causas extrínsecas). Dicho de otro modo: los primeros filósofos

se le aparecen a Aristóteles a la vez como físicos (cuando su pensamiento es referido a

la materia) y como metafísicos (cuando su pensamiento es referido a la primera

sustancia). Aristóteles mismo se hace, en cierto modo, cargo de esta contradicción al

conceder, siquiera sea por hipótesis, lo que para él también era una contradicción: «si

las sustancias físicas fuesen las primeras entre todas las esencias, entonces la física sería

la filosofía primera» (Met., XI, 7, 1064 b).

Todas estas incoherencias tienen que ver, sin duda, con el método de

aproximación a la filosofía jónica por medio de la idea de una sustancia primordial que

además sea material y, más aún, que tenga parentesco esencial con la materialidad física

(agua, aire, fuego...). Esta idea -que sigue siendo la del monismo materialista

decimonónico- aplicada a los filósofos jonios, consigue presentárnoslos como los

instauradores del materialismo, precisamente en el momento en que se les atribuye la

pregunta por la sustancia primordial (aun reconociendo que su respuesta fuese muy

primitiva: agua, fuego -y no helio o hidrógeno). Pero tal idea es ella misma incoherente,

según hemos dicho. La sustancia primordial, aparte de que dejaría de ser sustancia, al

absorber en sí a todas las demás cosas, convertidas en accidentes, no podría ser material,

puesto que la materia dice multiplicidad y esa sustancia material única es un círculo

cuadrado, el Ser de Parménides. Además, la interpretación de la escuela jónica por

medio de esta idea de materia obligaría a entender sistemáticamente a todas las restantes

escuelas como movidas por la necesidad de liberarse de este [63] materialismo monista,

como movidas por la atracción hacia una visión no materialista de la realidad. Pero si

aplicamos la idea de materia que hemos tomado como referencia, las cosas se nos

ordenan de otro modo. Los primeros filósofos de la escuela jónica serán materialistas,

pero no por su monismo, ni siquiera por sus respuestas fisicalistas a la pregunta por la

sustancia primordial. El monismo de los primeros filósofos podrá interpretarse, por

tanto, no ya como el punto de partida de su materialismo sino, a la sumo, como un

punto de llegada que, por otra parte, es contradictorio con su propio materialismo; por

tanto, un punto de llegada a una situación inestable que obligaría a la necesidad de

desbordar la envoltura monista. En realidad, atribuir a los primeros filósofos la

investigación de la idea de materia como sustancia, es sólo una herencia aristotélica.

Los primeros filósofos no han hablado ni siquiera de materia y la idea de materia que a

ellos se les puede atribuir habrá que inducirla más bien de su proceder, del ejercicio de

su nuevo modo de pensar, que de su representación en fórmulas explícitas. Suponemos,

pues, que el racionalismo de los primeros filósofos no se define tanto en función de la

pregunta sobre la sustancia única primordial, cuanto a partir del desarrollo de la

experiencia de las transformaciones tecnológicas, como modelos para comprender la

unidad entre las cosas del mundo que nos rodea, y a los hombres en relación con ellas.

Las contradicciones implícitas en un monismo formulado en torno a una materia

determinada (agua, aire, fuego, &c.) tratarán de abrirse camino borrando las

determinaciones de la sustancia material (el a5peiron de Anaximandro) o bien,

aumentando el número de estas determinaciones, para que la materia tenga, por lo

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Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1990. http://filosofia.org/mat/mm1990a.htm (06/01/16)

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