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G. Bueno – Materia
Si la concepción energetista o dinamista de la materia corpórea, que sigue siendo
el núcleo de las concepciones científicas de nuestro siglo, es algo más que un mero
producto cultural de la imaginación creadora (mitopoyética) habrá que convenir en que
la concepción en la cual ella se incubó (principalmente, la dogmática cristiana) contenía
ya, por sí misma, sin perjuicio de su envoltura mitológica, un efectivo y objetivo
desarrollo dialéctico de la idea de materia -un desarrollo que, en todo caso, corresponde
explicar a la Historia materialista de las Ideas. Y sería mera ingenuidad presuponer que
esta Historia sólo puede dar cuenta de las concepciones estrictamente materialistas,
como si las concepciones espiritualistas tuviesen ellas mismas una génesis distinta,
espiritual o irracional. No es cometido nuestro en esta ocasión. Tan sólo sugeriremos
cómo los desarrollos de la materia, a propósito del Cuerpo de Cristo o de la Carne
resucitada, no han de reducirse necesariamente a la condición de meros efectos de un
delirio dogmático, propio de sacerdotes (oratores) que han dejado de vivir en contacto
con las actividades manuales (laboratores). También podríamos [61] ver en ellos modos
oscuros, impuestos por los nuevos contextos sociales (por ejemplo la crisis del
esclavismo, la cristalización de una nueva «conciencia corpórea individual» en el seno
de la Iglesia), de llevar adelante, por de pronto, la crítica del necesarismo corporeísta
antiguo.
3. Si nos atenemos a la interpretación de Aristóteles, la filosofía griega comenzó
(en la Escuela Jónica) como filosofía materialista: «...la mayoría de los filósofos
primitivos creyeron que los únicos principios de todas las cosas eran los de índole
material...». (τῶν δὴ πρώτων φιλοσοφησάντων οἱ πλεῖστοι τάς έν ὔλης δἴδει μόνας
“ῳηθησαυ ἀρχὰς εἶναιπάντων, Met., 983 b, 5-10). En consecuencia, es muy común
hablar de un monismo materialista al referirnos a la escuela jónica. Tales de Mileto,
como Anaxímenes, incluso Heráclito, habrían desarrollado la idea de una sustancia
primordial (el ἀρχή) en la que se resuelven todas las realidades mundanas y habrían
entendido esa sustancia en un sentido materialista, como el sustrato de toda materia
física determinada. Burnet reivindicó para sí el descubrimiento según el cual el
significado que en los primeros filósofos pudo tener la pregunta por el
principio (ἀρχή) habría sido el de la pregunta por la sustancia primordial (φύσις).
Aunque esta interpretación ha sido posteriormente discutida (Cherniss ha sostenido que
los jonios, más que preguntarse por la sustancia primordial, se interesaron por el origen
de los eclipses, de las mareas, de las lluvias) nosotros nos atendremos aquí a la
interpretación tradicional. Sin embargo, es preciso reconocer que esta interpretación
obliga a enfrentarse con contradicciones flagrantes, contradicciones que podrían, sin
embargo, cargarse en la cuenta del propio monismo de la sustancia. Ya en la exposición
aristotélica la contradicción aparece expresada en los propios términos aristotélicos -la
doctrina de las cuatro causas- al atribuir a los jonios la idea de una primera
sustancia, afirmando [62] a la vez que ellos se mantenían en los límites de la causa
material.
Pero, desde el punto de vista aristotélico, la materia (como causa material) no
puede ser llamada sustancia, puesto que la sustancia material ya comporta una forma
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Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1990. http://filosofia.org/mat/mm1990a.htm (06/01/16)