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G. Bueno – Materia
las formas separadas equivale a la crítica a ese mismo límite cuando éste se interpreta
como la idea regulativa de los procesos normales de disociación que tienen lugar entre
determinaciones materiales genéricas y contenidos intramundanos específicos que la
soportan. De este modo, podemos [43] concluir diciendo que la crítica a todo paso al
límite es en rigor la crítica al formalismo, en beneficio de un materialismo
particularizado (es decir, referido a particularidades dadas). Es así, como, en teoría de la
ciencia, el materialismo gnoseológico constituye una crítica del formalismo lógico, que
pone en la derivación formal de teoremas el núcleo de la actividad científica
(los Segundos analíticos de Aristóteles representan una crítica materialista al
formalismo implícito en los Primeros analíticos); es así como en ontología se promueve
la crítica materialista a la doctrina formalista de la causalidad de Hume, doctrina que
procede por la evacuación de los contenidos de las relaciones causales en nombre de un
formalismo de carácter lógico (expuesto en la sección XV de la parte tercera del primer
libro de A Treatise of Human Nature, 1739/1740); es así también, como en la teoría
moral se considera insuficiente la fundamentación formalista de la moral de Kant,
apelando a la forma lógica de la ley moral, disociada de toda materia (Max Scheler, Der
Formalismus in de Ethik und die materiale Wertethik, 1913); por último, en la teoría de
la historia, también el materialismo histórico puede considerarse como una crítica a un
idealismo histórico que se resolvería en rigor en un formalismo, en tanto atribuye una
virtud causal propia a ciertos componentes del proceso social (ideas religiosas,
proyectos jurídicos, como si fuesen formas separadas, cuando sólo son superestructuras,
según el célebre Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, de
1859, de Karl Marx).
Concluiremos subrayando que, tanto en la perspectiva dogmática como en la
perspectiva crítica, la idea filosófica de materia no podrá considerarse ya como
independiente de la idea de espíritu, ni recíprocamente. Según esto, no podrá ser una
misma la idea de materia que se postule como realidad capaz de coexistir con las
realidades espirituales (o recíprocamente) y aquella otra idea de materia que se [44]
postule como una realidad incompatible con la posibilidad misma del espíritu (o
recíprocamente), tal como lo estableció J. G. Fichte, al oponer el idealismo y
el dogmatismo -en su terminología, el materialismo es un dogmatismo- en su Erste
Einleitung in der W., 1797, §5).
9. Consideremos, por último, el desarrollo dialéctico de la idea de materia
determinada en la línea del regressus hacia la materia pura. La remoción reiterada de las
formas concretas dadas en los diversos círculos categoriales de transformaciones
equivaldrá ahora, no ya a una eliminación de codeterminación o de actividad, ni menos
aún de multiplicidad, pero sí a una «trituración» acumulativa de todos los materiales
constitutivos de los diversos campos de materialidad, en beneficio de una entidad que
irá adquiriendo crecientes potencialidades y cuyo límite último ideal se confundirá con
la idea de una materia indeterminada pura, una materia que ya desbordará cualquier
círculo categorial, por amplio que sea su radio y que transcenderá a todos los círculos
categoriales como materia transcendental.
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Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1990. http://filosofia.org/mat/mm1990a.htm (06/01/16)