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G. Bueno – Materia
que son relaciones entre un conjunto de baldosas (términos) no pueden existir
independientemente de la sustancia química de estas baldosas (mármol, cerámica, &c.);
se sabe que no todas las figuras poligonales son aptas para pavimentar sin resquicio un
suelo dado: la composición de las figuras poligonales se abre así camino en el tercer
género de materialidad, y no en el primero, puesto que si un conjunto de baldosas
pentagonales de cerámica no cubren el suelo, ello no será debido a su contenido de
cerámica sino a su figura pentagonal.
Ahora bien: los tres géneros de materialidad determinada, así obtenidos, han de
poderse poner de hecho en correspondencia biunívoca con tres acepciones diferentes del
término materia de reconocida significación en la historia de la filosofía. Y si es
conveniente subrayar este punto, e incluso en ocasiones presentar este subrayado «como
un descubrimiento», es debido a la circunstancia, también innegable, [33] de que en la
común tradición filosófica hay escuelas que interpretan estos constituyentes de la
materia determinada de otros modos. Por ejemplo, considerando como materia, en
sentido recto y estricto, a la materia del primer género, pero poniendo en
correspondencia los constituyentes del segundo género con entidades de índole
inmaterial, espiritual o psicológico-subjetiva (las operaciones); o bien, considerando a
los constituyentes del tercer género como entidades inmateriales, pero ideales y
objetivas, equivalentes a las formas, esencias o estructuras del platonismo convencional.
Tres niveles u órdenes de la realidad material que, hipostasiadas, llegarán a ser
concebidas por algunas escuelas como diferentes géneros de sustancias, o como
«Reinos» o «Mundos» diversos (como si el «Mundo» no estuviese dotado
de unicidad, o como si hablar de «mundos», o de «acosmismo», no fuese algo tan
absurdo en Ontología materialista como era hablar de «Dioses» o de «ateísmo» en
Teología natural). Estamos así ante la Metaphysica specialis de las tres sustancias de
Ch. Wolff (Vern. Ged. von Gott, der Welt und der Seele des Menschen, 1719); o ante la
ontología de los tres reinos o mundos de G. Simmel (Hauptprobleme der
Philosophie, 1910) o de K. Popper (On the Theory of the objetive Mind, Viena 1968;
«Epistemology whithout a knowing Subject», en Proceedings of Third Int. Congress for
Logic, Amsterdan, 1968).
Pero, sin perjuicio de reconocer la poderosa efectividad de estas interpretaciones,
tampoco nos parece legítimo olvidar o subestimar el hecho de que también los
constituyentes de la materia determinada, de los que venimos hablando, han sido otras
veces interpretados precisamente como acepciones de la idea de materia. Dicho de otro
modo, no es legítimo históricamente olvidar o subestimar el hecho de que diversas
acepciones filosóficas de materia, históricamente relevantes, se corresponden, de modo
convincente, con los géneros de constituyentes que hemos derivado [34] de la
perspectiva sintáctica. Este hecho es de la mayor significación desde una perspectiva
materialista, principalmente porque él nos ofrece el punto de partida para reinterpretar
(o recuperar) gran parte de la Metaphysica specialis de Wolff en el contexto de una
ontología materialista.
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Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1990. http://filosofia.org/mat/mm1990a.htm (06/01/16)